Jorge Hidalgo Lugo
Conforme se acerca el primer año que Morena llegó al Gobierno de Michoacán, la descomposición que acusa este partido y lo errático en el mandato que ha resultado quien llegó en la “tómbola” a recoger la estafeta que le quitaron a Raúl Morón Orozco, pone cifras negativas que debieran ser consideradas por Alfredo Ramírez Bedolla, si no quiere convertirse en el nuevo capítulo de mandatarios relevados antes de cumplir con los seis años de ejercicio.
Michoacán, que permanece con el estigma de contar con el mayor número de gobernadores retirados antes de tiempo, podría regresar al escenario si como ser avizora, se mantiene el encono y la división que ha propiciado el equipo de Ramírez Bedolla en contra de los cuadros fundadores del movimiento y a quienes inexplicablemente para ellos, mantiene relegados y sin ánimo absoluto de ayuntar, para hacer válido el discurso de conciliación y unidad, con que ha dicho, va a sacar a adelante a Michoacán.
Para Ramírez Bedolla no hay excusa alguna que valga. Y de eso se valen ahora quienes desde dentro de Morena ven llegado el momento de arreciar la presión que sostienen al mostrar estadísticas y mediciones confiables, que interpósita persona, le hacen llegar a Andrés Manuel López Obrador, para demostrar que Morena va a pique en Michoacán y, con ello, también decrece la aprobación hacia el huésped de Palacio Nacional, algo riesgoso en el horizonte del 2024.
Recordemos que como laboratorio político, Michoacán es líder nacional y desde el sisma priista del 88 en que cayó Luis Martínez Villicaña, por decisión de Carlos Salinas de Gortari, padre de las concerta-cesiones, a la fecha han transitado por Palacio de Gobierno: Genovevo Figueroa Zamudio, Eduardo Villaseñor Peña, Ausencio Chávez Hernández, Víctor Tinoco Rubí, Lázaro Cárdenas Batel, Leonel Godoy Rangel, Fausto Vallejo Figueroa, Jesús Reyna García, Salvador Jara Guerrero, Silvano Aureoles y hoy Alfredo Ramírez Bedolla.
En total, 12 gobernadores en un lapso de 36 años si se toma en cuenta que el sexenio de Martínez Villicaña inició en 1986. Debiendo ser sólo seis mandatarios en ese lapso.
Pero lejos de haber sido un trayecto productivo, de crecimiento o mejora para Michoacán, hoy se ven las negativas consecuencias de retraso, pobreza, subdesarrollo, falta de inversiones, empleos y, peor aún, la entronización del crimen organizado que como cruel paradoja, comenzó a agudizarse con la llegada de la “izquierda” al gobierno estatal.
Bajo este contexto no suena disparatado o por lo menos poco viable, que los tambores de guerra que retumban en Morena vean cercana la fecha de octubre 2023, en que Ramírez Bedolla cumpla los primeros dos años de mandato y con ello salvar el escollo constitucional local, para poder ser relevado del mandato sin exponerse a una elección extraordinaria que se fija cuando la ausencia definitiva de un Ejecutivo se diera antes de completar 24 meses en el cargo.
Ante ello, los que más gozan con la calificación reprobatoria que dan los michoacanos a Ramírez Bedolla y al propio López Obrador, son los del partido en el poder. Cruel paradoja que no sea la oposición, hoy domesticada y vendida al mejor postor, la que impulse este escenario, porque ellos están sacando jugoso provecho hasta lo que va de la errática administración morenista.
En un ejercicio de autocrítica, en todo caso, debiera el principal interesado revisar a fondo qué es lo que está fallando, por qué sólo 37.1 por ciento de los gobernados lo respaldan y también, dónde reside el problema para que únicamente 42.8 de los michoacanos, respalden aún a López Obrador, de acuerdo al último sondeo de Mitofsky y cuyos resultados parecieran no importarle, dando paso a su lance arrogante de meses pasado cuando afirmó que él, Ramírez Bedolla, “no gobernaba para las encuestas”.
Pero por lo visto, no sólo hace valer esa premisa porque hasta el momento no gobierna para las encuestas, no gobierna para los de su partido, no gobierna para los michoacanos y eso es lo más grave del caso.
Porque lejos de corregir y sopesar las decisiones, el que se ha considerado gobernador consentido de López Obrador, insiste en su actuar impreciso, pero hoy revestido de arrogancia y manotazos de poder sobre la mesa.
Ejemplo más cercano es la entrega de notarías en un desplante autoritario, sin considerar las reacciones legales que esto implica y que hoy lo tienen inmerso en una controversia constitucional, que sólo dibujan lo precipitado de su actuar, obsesivo en querer dejar bien claro que en Michoacán él único poder es El y no hay quien deba dudarlo.
Otro lance reciente que dibuja de cuerpo entero por qué sus propios allegados que siempre lo consideraron un “hombre de buena fe”, hoy ha extraviado la sencillez y a contra pelo de la discursiva retórica y manipuladora, todo apunta está de acuerdo en que en el plantel donde uno de sus hijos estudia el bachillerato, no se le despeguen ni a sol ni a sombra los escoltas asignados, creando rescoldo y desconfianza entre los condiscípulos.
Y lo más grave, que en la Universidad privada de altas colegiaturas por alumno, sobre todos los que cursan el sistema bilingüe, crezca la inconformidad de la población estudiantil al ver cómo se construye un área especial, reservada, presuntamente destinada para que el compañero agraciado por gajes del poder, no deba mezclarse con la comunidad estudiantil y tenga su propio espacio donde nadie lo moleste, en todo caso tener el menor trato posible con la comunidad estudiantil.
Pero al margen de esos botones de muestra en la machada camisa de la “austeridá” y “pobreza franciscana” que contradicen al pregón de su gurú, Michoacán requiere de un gobernador metido de lleno en resolver los múltiples problemas que aquejan y que tienen su principal punto en la inseguridad, el número incesante de ejecutados y la expansión de extorsiones, pagos de piso y demás ilícitos que aplica el crimen organizado, sin que haga absolutamente nada por enfrentarlo.
Alguien debe responder dentro del equipo cercano por los yerros cometidos y entender que la persecución contra voces críticas, que no opositoras como las quieren estigmatizar, es lo menos inteligente que pueden hacer como Gobierno, como partido de Estado.
Porque los medios y comunicadores “no alineados” cumplen su papel, pero son los menos responsables que no haya liderazgo en el Gobierno, tampoco tienen culpa alguna que no sea respetado por una fracción de seguidores y militantes de su partido.
¿Quién tiene la culpa o es al menos responsable por omisión que los diputados locales de Morena Fidel Calderón Torreblanca y Juan Carlos Barragán Vélez libren un pleito de barriada por la supremacía en la bancada del Congreso del Estado?
¿Quién tiene la culpa que en Morena, en el paraíso michoacano que tanto ambicionaron llegar al poder, haya una persecución de muy bajo nivel por parte de Giulianna Bugarini, la consentida de Palacio de Gobierno, en contra de Ana Lilia Guillén quien se ganó una representación en la dirigencia estatal de acuerdo a sus estatutos, como lo ha defendido?
¿Quién tiene la culpa que los senadores de Morena y varios de sus diputados federales, sean intrascendentes para la interlocución que se necesitará en la consecución de recursos con qué poder cumplir a los michoacanos ahora que se avecina otra vez, la discusión del presupuesto y tratar de jalar planes y proyectos en bien de Michoacán?
¿Quién tiene la culpa que se haya diseñado un equipo de bajo perfil, sin oficio ni capacidad para entender los tiempos que se viven y su única virtud sea atacar a todo aquel que piensan o creen que son enemigos del bedollismo?
Estas y muchas más preguntas que flotan en el ambiente del descompuesto proyecto de gobierno que tiene Morena en Michoacán, deben ser respondidos por los principales responsables y que los maquinadores perversos de imponer epítetos despreciables a la prensa no sometida, debieran por igual ser cuestionados en dónde está el resultado de su “eficacia” porque nunca, jamás en la historia reciente del Estado, un gobernado había sido reprobado tan drásticamente desde el inicio y a escasos once meses de distancia, seguir entre los últimos peor calificados de la escala nacional.
Entonces, que cada quién asuma la responsabilidad que le corresponda, comenzando por el propio Ramírez Bedolla, ¿o no?