Jorge Hidalgo Lugo
De nueva cuenta, en menos de tres meses, miles de mexicanos salieron con valentía y arrojo a tomar las calles en decenas de ciudades del país y del extranjero, para reclamar el arbitrario proceder de Andrés Manuel López Obrador, quien sigue resuelto a conculcar libertades previa destrucción de instituciones como el Instituto Nacional Electoral, hoy convertido en la imagen a defender pero que simboliza el hartazgo creciente que se desborda ante las arbitrariedades que plagan el Estado fallido en que se ha convertido al país bajo el yugo del dueño de Morena y sus aliados.
Las movilizaciones cívicas, ordenadas, sin acarreos ni trampas de oropel como gancho para acudir a la convocatoria -igual que las instrumentadas por el régimen opresor con sus fastuosos espectáculos musicales-, dejó en el cada vez más desequilibrado habitante de Palacio Nacional un sentimiento de odio, rencor e inocultable temor, porque se trata de personas que no puede manipular como lo alardea en su estrategia política, por él misma reconocida, de dar limosnas “del bienestar” a los pobres para luego manipularlos en apoyo a su proyecto tiránico.
El rencor con que llenó de descalificaciones a los que acudieron a defender al INE el pasado domingo, deja ver por igual el miedo que representa para sus ambiciones transexenales que esa clase media, a la que profesa especial odio, se decida finalmente a abandonar el estado de confort e irresponsable apatía, y ésta vez si salgan a votar de manera masiva para detener la destrucción de un México bañado en sangre, que naufraga sin rumbo y vive subyugado por las manos criminales que se aprovechan de los abrazos, no balazos, que les regala como pago de complicidades siniestra, el narco estado en que vivimos.
A López Obrador y sus estrategas del cuarto de guerra en las catacumbas de Palacio Nacional, les faltaron recursos para empañar la movilización y pese al millonario gasto que han realizado para colgarse del tema de Genaro García Luna para aparentar su inclinación al respeto de las leyes y sobre todo, estigmatizar a Felipe Calderón y Vicente Fox, como engendros del demonio, los manifestantes no se engancharon en el ardid y por el contrario, supieron enfocar el propósito fundamental de su reclamo.
Miles y miles de personas que tomaron las calles no sólo reprocharon a López Obrador su arbitrario proceder, al no aceptar la falacia diseminada para hacer ver al INE y sus actores, como una casta divina, saqueadores del erario y nula operación en bien de la democracia.
Esa patraña de los sicarios de la democracia que encabeza López Obrador, por igual fue pisoteada en los reclamos de respeto al INE y la determinación inalterable de defender al órgano electoral.
Pero además, esto quizá es lo que más preocupa y hoy ocupa a los bombarderos de Palacio Nacional en busca de matizar el tema o que no crezca en el ánimo de más y más gente, para que no hagan lo mismo en los días por venir, por medio de las redes sociales o cualquier otro medio al alcance.
Los miles de mexicanos que marcharon en la jornada del 26 de febrero de este año, como antes en la del 13 de noviembre del 2022, la prudencia, el ingenio, fue evidenciado en las diversas formas de manifestar su rechazo hacia la figura de alguien quien tiene la bocaza siempre lista para insultar y poner en duda la honorabilidad de quienes disienten de sus tropelías, encaran sus abusos de poder.
Por si fuera poco, lo que ha generado que se consuman cantidades industriales de analgésicos y ungüentos para mitigar el ardor, el escozor, el salpullido que tiene en todo su decrépita humanidad el vecino del zócalo capitalino, es la forma comedida, respetuoso, atenta y por demás decorosa, con que los manifestantes se dirigieron a los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en quienes recae la responsabilidad histórica de impedir se imponga la sinrazón y el abuso, por encima del Estado de Derecho, al momento de revisar el polémico e inconstitucional Plan B.
Leyes secundarias que enterados de la materia, que tienen más de 100 elementos de inconstitucionalidad en su contenido, amén de las de procedimiento que también deben ser analizadas y por ende, anular si de aplicación de la ley se habla aún, en esta nación colapsada y con la brújula apuntando a la dictadura perfecta que pretende imponer el mesías de Macuspana.
Decenas de arreglos florales y ramos que se depositaron en la escalinata por la que pasan cotidianamente esos 11 actores que deberán actuar y cuyo papel será consignado en los anales de la historia moderna de México, sea cual sea su fallo, que votar en contra del atropello fraguado por diputados y senadores a las órdenes de quien se siente amo y señor de un país que ha desmoronado con paciencia maquiavélica. Sicarios de la democracia consumados, todos, sin excepción.
Así las cosas queda en el anecdotario de lo intrascendente, pero eso sí como ejemplo de la estupidez humana, expresiones de “farsantes”, “corruptazos”, “defensores de la oligarquía” y otras píldoras más surgidas del resentimiento visceral de quien se victimiza al asegurar que es el Presidente de México “más atacado desde Madero” y no dice que es el personaje más siniestro y depredador que ha existido en el territorio nacional con esa investidura, por encima de los más siniestros ocupantes de la Silla del Águila y ya es decir.
Se puede mencionar a estas alturas que la tarea de la sociedad civil está hecha, que su exposición valiente, firme, frontal, sin condicionantes, merece, exige ahora una respuesta en el mismo o mayor nivel, de los actores políticos que hoy están empequeñecidos, acobardados y hasta juegan a la traición como el aún mandatario del Estado de México, Alfredo del Mazo Maza, de quien crece la especulación ha pactado por Morena y su dueño, de entregar la plaza en los próximos comicios a cambio de total impunidad a la hora de revisar sus cuentas públias.
Hay mucho pueblo, demasiada sociedad civil, lo que no aparecen son los liderazgos, esos perfiles en que se puedan ver reflejados los ímpetus de no claudicar ante el Partido en el Gobierno, ni someterse al tiránico proceder de los gerentes de Palacio Nacional que hoy pululan en 21 entidades del país, haciendo de las suyas, tomados de la mano de los narco aliados.
La manifestación de esos miles de mexicanos merece que la clase política aun rescatable, salga de su letargo y aprenda a leer la realidad que hoy prevalece, porque ya nadie puede asumir para sí, mayorías o preferencias que deben ir por delante en los acuerdos con qué ir a contender en el 2024.
No entender lo que el México de hoy clama, será por igual la tumba de quienes creen que haciendo la política del avestruz, les serán perdonados sus latrocinios a cambio de inacción pactada con el poderoso tabasqueño.
Andrés Manuel López Obrador no sabe cumplir acuerdos y eso es algo que más temprano que tarde, también será una afrenta a cobrarle por quienes confiaron en su palabra y hoy sobreviven ocultos, escondidos, en espera de dar el salto y contribuir en el desmantelamiento del castillo de naipes que ha levantado en todo este lapso al frente del país, con abusos, atropellos, mentiras y falsedades.
Hoy, finalmente, podemos decir que hay mucho pueblo de México para tan poco liderazgo…
Vale…