Blanca Piña
Senadora de la República
En México el Día de las Madres se celebra desde 1922, esto a partir de una convocatoria del periódico Excélsior, la Secretaría de Educación Pública y la Iglesia Católica.
La fecha surge como una respuesta a la creciente presencia del movimiento de mujeres y feminista, en específico a la convocatoria realizada para el Primer Congreso Feminista de 1916 llevado a cabo en Yucatán.
El Día de las Madres ha servido para exaltar valores tradicionales del deber ser de las mujeres en nuestro país, siempre resaltando la abnegación y sacrificio de lo que representa ser mujer y madre, siempre haciendo una valoración romantizada de la maternidad, dejando de lado una parte muy importante de esta experiencia, como lo es el impacto en el bienestar de las mujeres, tanto a nivel físico como emocional, alimentando el sentimiento de culpa por siquiera detenerse a sentir el malestar que implica el buscar alcanzar los altos estándares impuestos por la maternidad idealizada.
Por esta razón, es necesario repensar una fecha que de forma innegable se ha convertido en una de las más importantes en el calendario de celebraciones en México. Sin lugar a duda es necesario visibilizar la importancia que tienen las mujeres y madres en el sostenimiento y cuidado de la vida, en la crianza de las y los hijos, pero ese reconocimiento no se puede quedar en el discurso vacío de las felicitaciones y las flores. Esta fecha debe servirnos para repetir el ejercicio que propusiera Rosario Castellanos en 1965, cuando escribió el ensayo
¿Y las madres qué opinan?, buscando convertir en sujetas y no objeto de una fecha que las pone en el centro con un halo de romanticismo que las invisibiliza.
El ensayo escrito por Rosario Castellanos proponía discutir el tema de la falta de derechos reproductivos de las mujeres, considerando su capacidad de decir algo sobre este tema, buscando superar los discursos moralistas que se fundamentaban en lo religioso.
“Si la tarea de ser madre consume tantas energías, tanto tiempo y tanta capacidad; lo menos que podían hacer quienes deliberan en torno al asunto del control de la natalidad es considerar que opinan de él las madres como personas en el completo uso de sus facultades, de sus potencialidades y de sus derechos”, nos dice con firmeza Rosario Castellanos, sobre el tema del control de la natalidad, palabras que sin lugar a duda siguen siendo actuales.
Pero este ejercicio debe repetirse siempre, en este caso para preguntarnos ¿qué opinan las madres en México hoy sobre como enfrentan este acontecimiento de la maternidad? ¿Qué hace falta para mejorar esta experiencia para las mujeres que son o deseen ser madres?
Hoy, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en nuestro país hay al menos 4 millones de madres solteras, las cuales deben hacerle frente a la maternidad y al mercado laboral en condiciones de precariedad y desventaja. La lucha de muchas de estas mujeres hizo realidad la reforma que aprobamos en el Senado de la República para
que se cree un padrón nacional de deudores alimentarios. Esto es solo un paso, lo sabemos, pero es un paso importante que se ha logrado una vez más gracias a la lucha de las mujeres.
También es necesario reconocer que aún para quienes maternan en pareja, esta sigue siendo un reto y una experiencia que socialmente se asigna y relega en las espaldas de las mujeres, pues la idea de que la crianza es una “tarea de mujeres” persiste en la sociedad. Por eso esta fecha, tan arraigada en nuestro calendario, debe servirnos para cuestionar estas ideas preestablecidas y para poner sobre la mesa una agenda que se sume a la ya puesta por el movimiento feminista y que responda a las necesidades de las madres.
A la pregunta, ¿qué opinan las madres? Hoy debemos responder que muchas de ellas están en las calles gritando que no tendrán nada que festejar mientras no se presenten sus hijos e hijas desaparecidos.
Esas madres ponen un tema urgente por atender, porque en este país no habrá nada que festejar mientras esto siga pasando.
Al igual que las madres buscadoras, las mujeres que maternamos, en el campo y la ciudad, tenemos que hacer de nuestras voces la guía que marque el camino de la transformación. Nuestras demandas deben ser la guía para el cambio, porque lo he dicho antes, ¡no hay transformación sin las mujeres!