Morelia, Mich., a 18 de febrero de 2021.- MariJo era de Salvatierra, Guanajuato, tenía 18 años y cursaba el segundo año de Veterinaria en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Hace cuatro años, el 18 de febrero de 2017, su cuerpo fue encontrado sin vida y con señas de tortura y violencia sexual, en las afueras Morelia. A la fecha la Fiscalía no ha esclarecido su feminicidio y su familia, acompañada por el movimiento feminista, aún exige justicia.
En varios puntos de Morelia, el día de hoy se llevaron a cabo acciones en memoria del aniversario luctuoso de María José Medina. La intención es recordarle a las autoridades que son ya cuatro años sin hacer su trabajo, así como recordarle a la sociedad michoacana el nombre y la vida de MariJo.
La violencia feminicida en México ha alcanzado números impactantes. Tan sólo el año pasado, en Michoacán murieron cerca de 300 mujeres de manera violenta, aunque sólo el 5% de los casos (13 de ellos) fueron tipificados como feminicidio. La negativa por parte del aparato procurador de justicia a investigar las muertes violentas de mujeres como feminicidio y, en su caso, descartarlo por la no concurrencia de las causales, nos habla de la insensibilidad y poca importancia que la vida de las mujeres le merece al Estado. Cabe señalar que en la gran mayoría de los asesinatos de mujeres, el perpetrador es un hombre. Y, casi por regla general, la violencia física y el abuso sexual son elementos presentes.
Muestra de estos esfuerzos oficiales y sociales por invisibilizar la vulnerabilidad de la que las mujeres en Michoacán somos objeto, es la rápida respuesta de la institución educativa privada que, apenas unas horas después de colocados, destinó una cuadrilla de trabajadoras de limpieza a retirar los dos murales que feministas independientes plasmaron sobre la fachada que se encuentra frente a Casa de Gobierno.
Las compañeras que hicieron estos “paste up” en memoria de MariJo dedicaron semanas a diseñar, organizarse, pintar y finalmente colocarlos. Hubo un graffiti en esa misma pared, por semanas enteras, que al parecer no causó tanta indignación como un par de pinturas que recordaban a una víctima de feminicidio. Para la institución, fue cosa de apenas dos horas retirarlos. El recuerdo, el honor a la memoria de una mujer y la exigencia de justicia pareció ser más grave e insultante que el grafitti simple.
¿Por qué una manifestación pacífica le parece tan intolerable a una escuela privada que, en teoría, debería promover valores como la empatía, la solidaridad y el compromiso social y, dicho sea de paso, se encuentra cerrada por la pandemia? ¿Qué debemos entender a partir de esa tolerancia cero a las expresiones de protesta? ¿Qué mensaje les está transmitiendo, con esta acción, a sus alumnas y, peor aún, a sus alumnos?
Mediante redes sociales, desde Incendiarias convocamos a la realización de un memorial para MariJo en la puerta de Palacio de Gobierno. En el lugar, sus familiares, amigas y amigos, así como varias compañeras feministas, colocamos mantas, flores, veladoras y cruces rosas para honrarla y recordarla.
A pesar de tratarse de una manifestación pacífica, el despliegue de medios policíacos llamó la atención. Al menos una decena de elementos de tránsito, otro tanto de policías y un grupo de elementos de operativos especiales y granaderos vigilaron la actividad.
Queda claro: ni al Estado, ni al capital –como es la escuela privada mencionada–, ni a la Iglesia les importamos las mujeres. Nuestras vidas y nuestras muertes les dan absolutamente igual. La verdadera preocupación se centra en las paredes, en las puertas. Pero para eso estamos nosotras aquí, para recordarles que nos queremos vivas, que existimos porque resistimos y que ni estando muertas contarán con la comodidad de nuestro silencio, porque las muertas ya no están, pero señalan.