Jorge Hidalgo Lugo
La desgracia que se vive en Acapulco deja en claro como nunca la pequeñez, lo inservibles que resultan los gobiernos de Morena y sus promiscuos aliados, que sólo son útiles para destruir México y sus instituciones, tal como quedó de manifiesto una vez más en la bancada de lacayos que tiene en San Lázaro, con la inalterable indicación de no mover una sola coma al presupuesto enviado por Andrés Manuel López Obrador, donde no se desvía ni un mísero peso para ayudar a los miles de damnificados que hoy se debaten entre lodazales y escombros.
Patético, por demás un insulto incluso para las mentes afectados por el fanatismo servil e indigno del que hacen gala los prófugos del ácido fólico que veneran al falso redentor tabasqueño, escucharlo presumir como gran hazaña la forma de enviar huevos para apoyar a los acapulqueños, sin que se les rompan en las bolsas con otros insumos que entregarían a manera de despensas.
Inusitada revelación que consumió horas de estrategia en la mesa de seguridad nacional, decidir que en vez de arriesgar se rompieran dentro de las bolsas de polietilenos, la Armada de México aceptara no sacar los huevos de sus cajas y llevarlos así, sanos y salvos, a la entrega como lo presumió en papel de estadista inconmensurable, el extraviado y cada vez más insufrible huésped de Palacio Nacional.
Lance que sin embargo demuestra la estrechez de mente y acción de alguien que ostenta encabezar un gobierno humanista, pero que no cedió un ápice y que hubiera una partida especial para los damnificados de Guerrero.
En cambio, se salió con la suya al imponer los recortes presupuestales en contra de instituciones y organismos no gubernamentales para el año entrante, dejando a salvo eso sí el asistencialismo electorero y oportunista que incrementará incluso por tratarse de un año electoral. Los mismo para sus obras faraónicas.
Desperdicio de tiempo y recursos públicos por vivir obsesionado en hacer creer que la víctima real del huracán Otis no es el pueblo de Acapulco y 47 municipios más, sino él, su figura, su proyecto, su imagen que debe permanecer inmaculada, aun se esté cayendo el país entero por los embates de otros fenómenos que sí son predecibles.
Esos que debieran ser combatidos, como la creciente presencia del crimen organizado en todas partes del país, pero con quienes no se atreve a meter por la utilidad electorera que pretende obtener gracias a estos narco aliados en el año por venir.
Porque mientras deshoja la margarita y decide mantener la discursiva del embuste y empeñar “su palabra” para continuar la engañifa que lo lleve a lograr que México sea una dictadura perfecta, López Obrador se desmarca de lo que acontece por ejemplo en Chiapas, donde el desplazamiento de pueblos y comunidades es otro logro del crimen organizado, flagelo que es ya tema internacional pero no prioridad a atender en el gobierno fallido que representa.
Para el peor presidente que hemos tenido en los peores momentos de México, lo único que realmente interesa es impulsar a #EsClaudia, su tristemente célebre corcholata preferida, para que dé continuidad a sus indicaciones desde “La Chingada”, elu rancho en Palenque a donde ha ofrecido refugiarse una vez que termine este mandato sangriento y mancillado por la corrupción que ha permitido en todas las áreas de su malvada gestión.
Para el dueño de Morena no es de preocupar mucho menos de ocupar que al inicio de esta semana, la cifra macabra de ejecutados sea de
171 mil 445 y que no haya visos que se pueda detener, por esa siniestra complicad entre su mal gobierno con los narcos, hoy apoderados de más del 80 por ciento del territorio nacional y con alianzas indisolubles tejidas al amparo de esa permisividad que obliga al pueblo bueno y sabio, vivir en constante zozobra, angustia y desesperación.
Desatada la desvergüenza a extremos de insistir que es lo mejor para México y hasta se oferte en la impresentable campaña de la corcholata preferida de su profesor, que debemos apoyar la “continuidad” de Morena y construir juntos el “segundo piso” por donde debe transitar la llamada cuarta transformación.
Desfachatez supina esta ocurrencia pese todos los atropellos que se siguen cometiendo en este ensayo de tiranía, como es ahora limitar recursos para municipios que pese a ser los principales captadores de impuestos que se envían a la federación deberán conformarse con migajas y no protestar ante las dificultades que representará dotar de obras y servicios a sus pobladores con esa precariedad, obra de su malsana obsesión.
Insulto y vileza desde el poder que por igual se mantenga inalterable la decisión de recortar multimillonarios recursos al sector salud, en atentado directo a la cada vez más creciente población que padece enfermedades letales o progresivas, como hipertensos, diabéticos, pacientes oncológicos, con insuficiencia renal o males hepáticos, por citar algunos.
Otro mito más que cae por su propio peso eso de tener una cobertura de salud mejor que en Dinamarca, como también han sido las universidades “Patito” Juárez, la descentralización de dependencias federales hacia entidades de la República, el retorno de militares a sus cuarteles y meter a la cárcel a los saqueadores del pasado.
En cambio, hoy vemos saqueadores de nuevo cuño alentados desde el poder donde se encuentran descendientes, familiares cercanos, tránsfugas de partidos que ya antes se habían hinchado los bolsillos con dinero mal habido y los cooptados entre los desechos tóxicos que han rescatado de los basureros del PRI, PAN y PRD.
Para infortunio nacional y desdoro internacional, bajo este contexto de yerros y abusos del poder morenista, sólo habría que aceptar la aseveración de Víctor Hugo, quien decía:
“Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”.
Porque en cualquier otro país demócrata que se jacte, ya habría surgido una auténtica rebelión social y no quedar en simples ataques a través de redes sociales o voces que se apagan en el firmamento de lo absurdo, para obligar la renuncia de quienes tanto daño han hecho y siguen haciendo a México.
Sólo resta esperar si la sociedad civil despierta, se anime a dejar el estado de confort y sale a defender lo poco que aún pueda rescatar de la voracidad creciente que representa un gobierno depredador y tiránico, con la ayuda de sus cómplices ubicados en esas células criminales que arrasan con cuánto encuentran a su paso, beneficiarios de los abrazos morenistas que son más fuertes y poderosos, que los balazos con que atacan y ejecutan a miles de mexicanos.
En tanto, hay que estar despojados de cualquier sentimiento oprobioso para aguantar que alguien desde su escenario de linchamiento mediático, presuma con grandilocuencia tabasqueña haber descubierto cómo hacer llegar huevos a los damnificados acapulqueños, sin que se rompan dentro de las bolsas de despensas a entregar como parte de las limosnas del bienestar que hace llegar a quienes hoy también son víctimas de haberse autoflagelado al elegir a gobiernos surgidos de Morena y sus rémoras perniciosas.
Nada más, pero nada menos…
Vale…