Isidro Galicia/Polítics
La marcha por la democracia no solo fue un evento propiciado por la coyuntura política del momento, ahora, es el embrión que se inoculó en el inconsciente ciudadano.
López Obrador con su clásica arrogancia, desprecio y altanería oficial, mantendrá su relato al minimizar y minusvalorar la concentración que rebasó su capacidad en el Zócalo de la CDMX.
Concentración similar en expectativa y en la participación como en el pasado, cuando Obrador abría la brecha democrática a costa de la confrontación en contra del entonces oficialismo presidencial.
Ahora, Obrador pretende asumir el papel de un canalla y traidor de la democracia. Los fieles, leales e ideologizados militantes nunca se percataran que el daño a la vida democrática se encuentra en marcha. Defenderán a muerte esa ilusión llamada transformación.
Quienes creemos y estamos convencidos que nuestra democracia aún se encuentra en una fase inconclusa, perturbada por quienes la dañaron y detuvieron su camino, hoy, bajo un contexto dominante y autoritario, pretenden nuevamente diseminar la idea que la única democracia para el pueblo es la que Morena puede ofrecer.
Falso hasta la saciedad. La marcha de este domingo puede ser el punto de quiebre para un pensamiento dominante y demagógico. La elección presidencial del 2024 será la válvula de escape para quienes rechazamos la mentira y la manipulación política como instrumento para conservar el poder, a costa de lo que sea, incluso, deteriorar más el periplo democrático mexicano.