Christián Gutiérrez
Hoy se reconoce fácilmente que, al populismo lo han utilizado, no como una ideología política, sino como un método para llegar al poder, acrecentarlo y mantenerse en él. Lo cierto es, que el populismo le ha servido igual a los de izquierda, que a los de derecha, a los conservadores y a los que se dicen comunistas, liberales, transformadores, etc; el populismo le ha sido útil a la familia Perón de Argentina, o a la familia priísta de México, y qué decir del venezolano, Hugo Chávez; fue su arma más letal.
La realidad es, que vivimos bajo un populismo que puede terminar siendo una dictadura; la línea entre el populismo y la dictadura es muy delgada y fácilmente se puede traspasar.
Es muy fácil reconocer nuestro populismo:
Nuestro populismo enaltece el exclusivismo, es decir, existe el “nosotros” que somos los auténticos representantes del pueblo, y “los otros”, son los enemigos del pueblo.
Nuestro populismo enaltece el caudillismo, es decir, cultiva el aprecio por un líder que es el gran intérprete de la voluntad del pueblo.
Nuestro populismo enaltece el adanismo, es decir, la historia comienza con ellos, porque el pasado es una sucesión de fracasos, desencuentros y traiciones.
Nuestro populismo enaltece el nacionalismo, es decir, prefiere una creencia que conduce al proteccionismo o al intervencionismo, para esparcir un sistema superior de organización.
Nuestro populismo enaltece el estatismo, es decir, es la acción planificada del Estado y nunca es el crecimiento provocado por los empresarios, lo que alivia las necesidades del pueblo.
Nuestro populismo enaltece el clientelismo, es decir, concibe generar millones de estómagos agradecidos, que se constituyen como su base de apoyo.
Nuestro populismo desea centralizar todos los Poderes Públicos, es decir, se pretende que el caudillo controle al Poder Judicial y al Poder Legislativo; la separación de poderes procura ser ignorada.
Nuestro populismo pretende controlar y manipular los agentes económicos, sobre todo el Banco Central, para que la economía camine como lo desea el caudillo.
Nuestro populismo utiliza un doble lenguaje, es decir, la semántica es un campo de batalla y las palabras adquieren un significado diferente. Por ejemplo: libertad es igual a obediencia; lealtad, es igual a sumisión. Cualquier discrepancia, es igual a traición.
Nuestro populismo desaparece cualquier idea de cordialidad cívica, es decir, utiliza un lenguaje de odio y preludia la agresión.
Este es nuestro populismo.
Este es el populismo de la Revolución Cubana, y palabras más, palabras menos, así lo recordó Carlos Alberto Montaner, en 2017.
Este es el populismo que caracterizó a la Cuba de Fidel Castro y hasta nuestros días, y conocer lo que es nuestro populismo latinoamericano, nos dejará enseñanza.