J. Salatiel Arroyo
Medio año ha bastado para que Michoacán se hunda en el desgobierno y la anarquía,
convirtiéndose en una de las cinco entidades más inseguras y violentas del país y algunos de sus
municipios en los más peligrosos del planeta. Se cuentan por decenas las muertes dolosas diarias
en la geografía estatal, generando incertidumbre y pánico en la población, que no percibe
estrategia (ni voluntad) que tenga el propósito de contener las masacres que se incrementan, ante
la pasividad y torpeza del gobernó federal, que insiste en el combate a la criminalidad con
“abrazos”.
Para ejemplificar el desastre en materia de seguridad, prevención y combate a la violencia, así
como el rotundo fracaso de las diversas corporaciones policiacas en el cumplimiento del deber y
sus obligaciones constitucionales, nada más el día domingo 27 de marzo 36 personas fueron
ejecutadas en territorio michoacano. Asesinatos ocurridos en medio de escándalos que han
ocupado las portadas de medios de comunicación nacionales y algunos han trascendido más allá
de nuestras fronteras y del mismo continente, degradando la imagen del presidente de la
república ante el mundo.
Sin embargo, durante los meses de febrero y marzo se han consumado los asesinatos más atroces,
en lo que va de la administración de Alfredo Ramírez Bedolla. Hechos que exigen cambio radical
de estrategia, si es que la hubiera, o de mandos en el gobierno y áreas de seguridad a la brevedad.
Al resultar obvio que los que están no tienen idea, ni capacidad para desempeñar con éxito sus
funciones.
Enero terminó con la masacre en San José de Gracia, donde fue ejecutado un grupo de hombres
en un velorio (inicialmente se afirmó que se trataba de 17 las víctimas mortales, pero la versión
oficial establece que fueron 11). También a finales de enero ocurrió el asesinato de Roberto
Toledo Barrera (en Zitácuaro), trabajador de un despacho jurídico y colaborador del portal
informativo Monitor Michoacano.
En el oriente michoacano también fue asesinado el presidente municipal del Contepec (el siete de
febrero), Enrique Velázquez.
Pero, el mes de marzo resultó más violento: el día 10, el caos se apoderó de San Juan
Parangaricutiro, con un saldo de 5 muertos y 32 detenidos durante un enfrentamiento. Ese mismo
día fueron asesinados el presidente municipal de Aguililla y su asesor, César Valencia y René
Cervantes.
El 15 de marzo le arrebatan la vida al periodista Armando Linares López, en Zitácuaro, unos días
después de que el Parlamento Europeo exhortara al gobierno mexicano esclarecer los asesinatos
de periodistas y defensores de derechos humanos, castigar a los responsables, garantizar la
libertad de expresión y dejar de hostigar la labor periodística, consiguiendo como respuesta dicho
organismo internacional una andanada de vituperios de parte del mandatario nacional.
En Zitácuaro, tres medios de comunicación han suspendido transmisiones y circulación, ante la
ausencia de garantías de seguridad. Tal vez esa sea precisamente la pretensión de los gobiernos:
controlar a la prensa y destrozar las libertades a través del miedo, permitiendo el establecimiento
de un estado de terror.
El 24 de marzo, en un lapso de 36 horas, Morelia, la capital del estado y sede de los poderes de
Michoacán, registró 11 homicidios, incluido el de una mujer.
Tres días después, el 27 de marzo, 20 personas fueron asesinadas en un palenque, supuestamente
clandestino, de Zinapécuaro y el 29 del mismo mes, Michoacán alcanzó el séptimo lugar en
feminicidios, con el asesinato de 6 mujeres por cuestiones de género, en lo que va del año. En la
ejecución masiva en el palenque de Zinapécuaro, al menos tres zitacuarenses fueron abatidos.
Dos días después, el martes 29 de marzo, cuatro hombres fueron ejecutados en un local comercial
en Ciudad Hidalgo, siendo la segunda ejecución múltiple en menos de una semana en la región
oriente de Michoacán, dónde la zozobra crece cada día en la población, al confirmar que la
inseguridad y violencia se incrementan de manera alarmante, mientras las autoridades se
concentran en otros asuntos, de carácter electoral, con el propósito de perpetuarse en el poder.
Además de distraer la atención de la población de los problemas mortales que azotan a la nación,
con frivolidades y bravuconerías, peleándose el presidente con medio mundo, en su mayoría con
enemigos imaginarios, agrediendo a todo aquél que se atreva a escudriñar los actos y cuestionar
las deficiencias del gobierno.
Cada día arremete contra quienes opinan diferente a él o tienen la osadía de contradecirle. En esta
ocasión le tocó nuevamente al INE, así como a los artistas y algunos ambientalistas. Al primero,
con la intención de desacreditarlo y culparlo si su costosa, innecesaria y ridícula ocurrencia de la
consulta de “revocación de mandato” (que estamos pagando los contribuyentes), no logra los
resultados que satisfagan a su ego.
A los segundos, los ataca y exhibe por criticar el daño ambiental que están causando las obras del
tren Maya.
Para el presidente lo importante es propagar odio, fracturar a los mexicanos, enfrentarlos entre sí,
pelear y atacar a todos, menos a los verdaderos enemigos de la patria, pues esos son sus aliados.
Los bien portados, a los que hay que darles abrazos.
Se debe aclarar que nuestro líder nacional puede darse esas y otras licencias, pues lo respalda la
inmensa mayoría de mexicanos, que de manera arrolladora lo apoyó en las urnas, para convertirlo
en el único mandatario popularmente legitimado en la historia de México.
Además, a él, a nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador, lo que realmente le interesa es
su popularidad, la que medirá con el proceso de “revocación de mandato”, para alimentar su
egolatría y que los mexicanos lo “presionen” moralmente a buscar la reelección y no se detenga la
“transformación” del país.
Para lograr ese objetivo, de perpetuarse en el poder, ha invertido gran parte del patrimonio
nacional y dedicado sus discursos al pueblo bueno y sabio, a los desamparados, que son la
inmensa mayoría, y ahora, gracias a su gobierno, se han sumado cinco millones más de pobres, en
condiciones extremas. Todos dispuestos a jugarse con él y por él.
Andrés Manuel López Obrador puede decir y hacer lo que quiera, agredir, censurar, lastimar y
burlarse de quien le plazca, y nada pasará. Pues como bien lo ha dicho él mismo: “a este gallo no le
han arrancado ni una pluma”.
El control político que tiene es total y absoluto, para lograrlo a repartido dinero en cantidades
desmedidas al 30% de la población aproximadamente. En nuestro país, el 12% son adultos
mayores, alrededor de 14 millones de personas de 60 años y más, 3 millones de “ninis” de acuerdo
al INEGI, un millón de madres solteras y 15 millones de estudiantes, hacen un total de 33 millones
de votos cautivos para AMLO, pero esa clientela electoral cuesta a los contribuyentes alrededor de
66 mil millones de pesos mensuales de nuestros impuestos, sin incluir la enorme estructura que
representan los funcionarios que operan dichos programas sociales.
Mantener esa erogación, ese enorme gasto, no será fácil para los mexicanos. Así que el gobierno
en el futuro inmediato deberá recurrir a nuevas tácticas recaudadoras, como incrementar la deuda
externa, aumentar los impuestos o crear nuevos, incremento a servicios, gasolina, gas, energía
eléctrica, reducir las pensiones de jubilados, aumento de las tenencias, predial, entre otros.
Lo ideal, sería una diplomática llamada de atención al señor presidente, recordándole que lo más
valioso para el ser humano es la vida y es obligación del gobierno proteger la integridad de los
gobernados y que no se está de acuerdo con los miles de asesinatos, con la creciente inseguridad y
violencia que mantiene aterrorizada a la población nacional. Decirle que su política de “abrazos y
no balazos” no está funcionando, que usar el poder para dañar, como lo hace su Fiscal General de
República, no es honroso ni causa de confianza.
Una forma de revelarse, es no asistiendo a las urnas el domingo 10 de abril, acción que debería ser
impulsada por los verdaderos dueños de morena: la militancia, que debe asumir la obligación de
convertirse en celoso guardián de los postulados de democracia, libertad y justicia.
Los funcionarios del gobierno y del partido dudo que reaccionen ante la desgracia del país, ellos
están cómodos y felices engordando sus bolsillos y cuentas bancarias, mientras culpan al pasado
(en el que se formaron), condenan al “prianismo y perredismo” de dónde vienen y también
abrevaron y censuran la crítica, revirando que antes se guardó silencio, cuando gracias a los
reproches que en el pasado se hacían ahora son gobierno