Del mercado a la manipulación: Cuando el poder se reparte como limosna

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Marco Aguilar

Lo que ocurre con el nuevo mercado de Pátzcuaro no es un caso aislado ni un simple problema técnico. Es parte de una estrategia sistemática de control político, basada en el uso arbitrario de los recursos públicos. Y eso debería alarmarnos a todos.

Los ejemplos abundan:

* Hace casi un año, durante la campaña por la reelección del actual presidente municipal, se insinuó que, si no ganaba, el mercado no se terminaría.

* A varios comerciantes se les negó la asignación de locales por atreverse a alzar la voz, cuestionar el proceso o simplemente no alinearse con los operadores del poder.

* Hace un mes, se anunciaron apoyos económicos para facilitar la reubicación. Hoy, esa información ha desaparecido de los canales oficiales.

* Y ahora, a días de la jornada electoral, circula el rumor de que esos apoyos sí llegarán… pero sólo después de las elecciones.

El mensaje es claro: obedece, guarda silencio, vota “correctamente”… y entonces, tal vez, recibirás lo que te corresponde por derecho.

Así es como se perpetúa el control de este grupo: con amenazas veladas, favores condicionados y una manipulación sistemática de la necesidad. No gobiernan: administran la escasez como método de sometimiento.

Mientras tanto, muchos comerciantes sobreviven con ventas mínimas, en un mercado que no funciona, en un espacio que fue más promesa que solución. Y una parte de la ciudadanía sigue sin ver —o sin querer ver— cómo se le manipula.

Porque no es sólo el mercado: es el país el que avanza, paso a paso, hacia un autoritarismo maquillado de democracia popular.