Blanca Piña
Durante la presentación del informe mensual del Grupo Interinstitucional de la Estrategia Nacional de Protección Integral para las Mujeres, Niñas, Niños, Adolescentes y Adultas Mayores que viven violencias basadas en el Género, la titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), Rosa Icela Rodríguez, señaló que uno de los retos que enfrentamos para atender la violencia contra las mujeres en el país, es desnaturalizar la violencia.
Desnaturalizar implica cuestionar la forma en que fuimos educadas, ya que muchas de nosotras crecimos en hogares y entornos cotidianos violentos y se nos enseñó a ser tolerantes, incluso a callar. No es casual que 4 de cada 10 feminicidios son cometidos en el hogar por la pareja o un cercano.
Se debe derrotar al silencio, por eso hablar es necesario si queremos generar una conciencia colectiva de que el amor no debe doler, y que las relaciones de pareja no tienen por qué ser un espacio de sufrimiento. Hablar y visibilizar es la base para generar herramientas desde la sociedad, las escuelas, las familias y medios de comunicación.
Pero es verdad que no se solucionará solo con acciones individuales. Para desnaturalizar la violencia, se requiere no omitir la responsabilidad de las instituciones de impartición de justicia, ya que en muchos casos los trámites burocráticos revictimizan e inhiben las denuncias. Mientras esto no se resuelva y las víctimas no accedan a la justicia, las mujeres no sentirán la confianza en las instituciones para iniciar los procesos contra sus agresores.
Se ha documentado como a partir del 2006 con la implementación de la estrategia contra el narco, la violencia, los homicidios y feminicidios que ocurren en el espacio público se incrementaron de maneta alarmante. Lo que ocasionó que las agresiones y asesinatos de mujeres con arma de fuego fueran una realidad en México que no puede ser negada. Más aún, la crisis sanitaria causada por la pandemia del COVID-19 nos mostró como el hogar se convierte en uno de los espacios más inseguros para las mujeres.
También las mujeres indígenas o afromexicanas que enfrentan mayores obstáculos para encontrar espacios dignos de trabajo y el reconocimiento de sus derechos son más propensas a encontrar dificultades para afrontar la violencia machista y patriarcal. Es aquí cuando la violencia feminicida se cruza con temas de clase y raza, porque las mujeres precarizadas o que realizan trabajo en el hogar y no cuentan con recursos para salir de situaciones de violencia son más vulnerables.
Si bien como lo señaló la secretaria de Seguridad Pública hay avances, con respecto al año anterior, es necesario reconocer que existe mucho camino por recorrer para acabar con la violencia que nos afecta a las mujeres.
Un paso imprescindible en ese camino es acabar con la impunidad y profundizar el diálogo sobre este tema que ya se ha abierto gracias a la lucha y movilización masiva de generaciones de mujeres que ya no estamos dispuestas a soportar más violencia en nuestra contra.
Es un hecho, mientras exista impunidad, no se podrá conquistar una vida libre de violencia para las mujeres de México, y una de las formas para combatir la impunidad es la denuncia pública, por eso hablar en todos los espacios públicos y privados, y visibilizar la violencia en cualquiera de sus formas es una tarea necesaria, urgente e imprescindible.