“La que quiera romper que rompa y la que no, que no nos estorbe”

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Bety Barrientos

Esta frase que se viralizó ante el desgarrador discurso de una madre cuya hija había sido víctima de feminicidio, Yesenia Zamudio, pudo hacernos sentir a las que no somos madres, el terrible dolor de quien ha perdido una hija en manos de un hombre.

De enero a junio de 2020 se registraron 489 feminicidios en el país, que representa un aumento de 9.2% a los feminicidios registrados en los primeros seis meses de 2019, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). 

De 2017 a 2020 los feminicidios en el país incrementaron de 7 al día a 10.5  y ahora con el confinamiento derivado de la pandemia del coronavirus llevó a que los registros de violencia contra la mujer en el hogar aumentaran 60% en México, de acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Estas son cifras que lamentablemente quedan en números, desde las desaparecidas en Juárez, el Estado Mexicano no ha encontrado una eficaz política que dé resultados verdaderos de justicia y atención contra la violencia contra la mujer, se tiene una deuda infinita ante los millones de muertes y desapariciones forzadas de mujeres que crece como la mala plaga en el campo, parece ser que se ha vuelto de moda la palabra feminicidio, la simple muerte por ser mujer, en manos de un varón, que casi siempre termina siendo la pareja de la víctima.

Vivimos en una realidad social donde terriblemente, se piensa que si el amor no duele no es amor verdadero, que si no me cela no me quiere, esa búsqueda del amor romántico, del padre ausente y hasta los factores económicos han sido una contaminante para muchas mujeres que han caído en las manos de su terrible agresor, sin embargo esos factores sistémicos también se han convertido en un pretexto social, para jóvenes desaparecidas que simplemente estuvieron en el lugar y momento equivocado, donde un hombre las ultrajo o les arrebató la libertad y su vida, por ser bellas, por ser jóvenes o simplemente por ser mujeres.

Y es que así como el embarazo adolescente crece en México, crece de la mano la violencia en el noviazgo. Vivimos en una cruda violencia cada día, que nace desde los senos familiares.

Ciertamente queremos igualdad en la sociedad, la paridad que nos corresponde, pero en sobremanera, ocupamos la seguridad de caminar en nuestra ciudad. Las autoridades tienen una gran responsabilidad en sus manos, lo cierto es que el tema nos rebasa social y culturalmente, cuando escuchamos de marchas, de romper puertas o quemar calles, nos asusta el movimiento feminista, que grita fuertemente la pérdida de una de sus hermanas, mi reconocimiento a las mujeres valientes que encabezan búsquedas; hoy es tiempo de unirnos hombres y mujeres por una sociedad donde impere la paz, la igualdad y la justicia.

El respeto nos llama a todos los ciudadanos, hombres y mujeres, respeto a quienes salen a las calles a protestar, al discurso libre aunque incomode, a quien actúa verazmente, quien escribe en contribución, pero sobre todo a quien atiende este terrible mal desde las entrañas de sus hogares, que valientemente denuncia a su agresor, a quien no presencia ni participa de la violencia contra una mujer, a quien educa en perspectiva de género. Hombres y mujeres actuantes, ante una realidad jurídica, social y cultural que necesitamos acabar.

No más días naranjas de luto, es tiempo de hablar en nombre de quienes no tienen voz, de estrechar la mano a quien nos necesita, a bajar la crítica hueca y ser empáticos con los movimientos sociales que nos invitan a la reflexión personal, es momento de ver a nuestra familia y nuestro entorno libre de violencia. Despertemos sociedad. Basta ya!!

Oliver Kemper decía que, “los cimientos de la libertad son la unidad”, porque de la conducta de cada uno depende el destino de tod@s, tod@s somos uno, un mismo mundo.