Lo tiznado de José Vasconcelos

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Salvador Hurtado

En la ciudad de México, Renato Leduc, fue poeta involuntario y bohemio irreverente, se convirtió en una figura que lograba mezclarse entre el pueblo y la clase alta. Sin más, él inventó un estilo insólito que reflejaba las consecuencias de la revolución, pues aun adolecente fue telegrafista con los dorados de Pancho Villa, los viajes, las guerras, el contacto con pintores, intelectuales y escritores surrealistas. Era agresivo y elegante, lúcido y enjundioso, esto es solo una pincelada de nuestro personaje.

Por ejemplo en el libro Renato por Leduc, publicado por la editorial Océano en 1982, sin dobleces narra las impresiones solo una parte de lo que al parecer otros omiten, sobre José Vasconcelos su complicada y siniestra vida difiriendo a los historiadores que pintan a Vasconcelos como un ilustre personaje de nuestra historia, certifica el periodista lo sucedido con una de las mujeres que fue sorprendida por el tal Vasconcelos hasta destruirla.

Comenta Leduc en su libro Conocí a Antonieta Rivas Mercado: porque era amiga y protectora de Andrés Henestrosa quien había llegado a México con el cuento que no sabía hablar el español. Aun cuando la traté superficialmente pues la vi dos o tres veces que fui junto con Andrés a tomar café a su casa, pude darme cuenta que a pesar de no ser muy guapa, era una mujer muy inteligente y atractiva porque como tenía dinero- su padre fue el arquitecto que construyo la columna del Ángel de la Independencia-, sabia arreglarse muy bien.

“Debido a su fortuna y su afición por las cuestiones intelectuales, Antonieta gustaba de proteger a hombres como Carlos Chávez y como Lozano, aquel maricón que fue director de la Academia de San Carlos y a quien metieron a la penitenciaria porque parece ser que robo unos cuadros pertenecientes a la Academia para regalárselos a uno de sus queridos”, decía el poeta autor de “Sabia Virtud de Conocer el Tiempo”.

El encuentro con Vasconcelos, en 1929, arroja a Antonieta al torbellino de la política. Él creyó que podría llegar a la presidencia de la República. Al no encontrar respaldo de los grandes generales sonorenses, decidió lanzarse a la empresa, atenido a sus propias fuerzas. En él, pensó Antonieta, había todo lo que deseaba: pasión y ambiciones colmadas. Surgió un romance y un intenso compañerismo. Ella puso su fortuna y sus relaciones al servicio del sueño político de Vasconcelos y creyó que podía ser realidad. No le importó que la alta sociedad mexicana, a la que ella pertenecía, la rechazara al hacer público y notorio su romance con el político oaxaqueño.

“Así mismo, la Rivas Mercado protegió también a José Vasconcelos, quien huyó a los Estados Unidos según él, encabronado porque luego de las elecciones de 1929, el pueblo mexicano lo respaldó en su revolución, cuando la verdad es que el llamado “Maestro de las Juventudes de América” dejó abandonados a sus correligionarios y por su culpa chingaron a gente muy valiosa”, señala Renato Leduc en su libro.

“Pero cuando Vasconcelos viajó de Estados Unidos a Francia, en París se dedicó a publicar una revista la cual era financiada por Antonieta Rivas Mercado. Sin embargo, como la revista versaba únicamente sobre los desahogos vasconcelistas y a los franceses obviamente les interesaban una chingada las elecciones mexicanas del 29, resulta que la revistilla de marras apenas si era leída por los propios editores”, comenta irónico el escritor.  

“No obstante como publicar la revista costaba un dineral, Antonia Rivas Mercado se quedó arruinada y se suicidó en el interior de la catedral de Notre Dame. La historia de la estancia de esta mujer en París y sus amores con Vasconcelos yo lo supe por un tipo que se llamaba Horacio Rega Molina, el cual era un argentino que vivía en la capital de Francia y que trabajaba como secretario de don José”, declara Leduc.

“Al decir de mi amigo, cuando Antonieta de suicido dejándole una carta a Vasconcelos, este en lugar de reclamar el cadáver, prefirió ir al departamento de ella para ver qué cosas de valor encontraba”. De ese tamaño era el llamado “Maestro de las Juventudes de América” continúa cifrando el poeta mexicano.

Para finalizar, Don Renato Leduc, comenta: “Un día estudiantes de Chihuahua mandaron a la federación estudiantil de México una carta diciendo; “es una vergüenza para el país que el maestro de las Juventudes de América estuviera desterrado en los Estados unidos a causa del fraude electoral”.

“Después de entregar la misiva al Presidente, y que Abelardo Rodriguez explicara que no existía tal destierro, que era autoexilio y que podía regresar a México Vasconcelos cuando él quisiera, dicha información la Federación extendió a los molestos jóvenes, a la vez estos escribieron a Vasconcelos, pidiéndole que regresara. Éste, en respuesta agradeció el gesto y les manifestó que no quería regresar por buen tiempo a México, agregando además, que no le llamaran maestro porque el sólo tuvo un discípulo y ese era José León Toral, el victimario de Álvaro Obregón. Es decir, olímpicamente mandó a la chingada a aquellos pobres estudiantes de Chihuahua”. 

Así se las gastaba don José, aseguro su contemporáneo el periodista, escritor y poeta Renato Leduc. Debo haber tenido 15 o 16 años cuando tuve el privilegio de conocerlo en el restaurant legendario “El Tragadero”, su presencia fue para asistir a una corrida de toros de un 2 de noviembre en la monumental de Morelia, recuerdo que fue invitado por los periodistas, el Chey, su hermano Baltazar Z. Herrera; Arturo Bravo; Efraín Vargas; Rodolfo Ramírez; otro que olvide su nombre le decían el Matador, el maestro Zepeda y tres o cuatro más que de momento no recuerdo sus nombres, aclaro que mi presencia en el lugar, obedece a que era el de los mandados del Maestro Rodolfo Ramírez de tan gratos recuerdos, a todos ellos un saludo hasta el final del arcoíris.