Otra vez lo mismo: Pátzcuaro, bajo el asfalto del autoritarismo

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Marco Aguilar

Con la anunciada “rehabilitación” de la Plaza Gertrudis Bocanegra —nuestra Plaza Chica— se consuma una nueva etapa del proceso de destrucción paulatina del carácter patrimonial de Pátzcuaro. Los mismos vicios de siempre: opacidad, manipulación, mentira e imposición. Los protagoniza nuevamente el Gobierno del Estado, con un Ayuntamiento reducido a instrumento de ejecución, sin pensamiento propio, actuando por reflejo ante la voluntad del gobernador.

La secretaria Gladyz Butanda presume una inversión de 30 millones de pesos para “mejorar” la plaza. Pero detrás de ese discurso técnico hay una historia más turbia: el Ayuntamiento ya había gastado —según sus propias palabras— 15 millones en la reubicación de comerciantes en ese mismo sitio, cifra que mágicamente subió a 20 millones en cuestión de días. Lo que no dicen es que ese gasto fue para ocupar y destruir la plaza, invadirla con una estructura improvisada que rompió su traza histórica, fracturó el paisaje y alteró su uso tradicional.

Y lo más grave: esa intervención previa fue completamente ilegal. No hubo autorización del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para ocupar y transformar el espacio como lo hicieron. Aun así, avanzaron sin permiso, sin proyecto validado, sin diagnóstico, violando toda norma que rige los centros históricos. ¿Dónde está la sanción? ¿Dónde la defensa del patrimonio? El silencio del Centro INAH Michoacán es cómplice. O peor aún: demuestra una profunda ignorancia de su rol institucional.

Ahora nos presentan otro proyecto más de “imagen urbana”, ese concepto vetusto y limitado que la propia UNESCO ha superado desde hace años. El mundo hoy piensa los centros históricos como paisajes culturales, complejos, vivos, tejidos de memoria y uso. Aquí no. Aquí se insiste en poner pisos, lámparas, rampas y bancas, como si se tratara de un centro comercial. No entienden que no están “rehabilitando” nada: están desfigurando el alma del lugar.

El proyecto no incluye innovación, ni investigación, ni respeto real. Las rampas y tramos peatonales proyectados están llenos de errores técnicos. No hay sensibilidad ni escucha. No hay voluntad de aprender ni de dialogar. Y quienes alzamos la voz —sobre todo si no somos “de aquí”— somos sistemáticamente ignorados. Mientras tanto, los verdaderos foráneos, los que ni viven en Pátzcuaro, toman decisiones sin tener idea de lo que destruyen.

Pátzcuaro se desdibuja con cada proyecto impuesto. Las autoridades locales actúan como operadores políticos de nivel básico, no como servidores públicos. La subordinación es absoluta, el criterio nulo. Si su superior dice “esto es modernidad”, lo repiten sin pestañear. Y lo aplauden, como si fuera genio quien sólo detenta poder.

La rehabilitación de la Plaza Chica no es una mejora. Es un nuevo episodio en la pérdida de identidad de Pátzcuaro. Y el saldo, una vez más, será profundamente negativo para nuestro patrimonio cultural.