Arturo Hernández Gutiérrez
Eventos como los ocurridos ayer en Zitácuaro causan incertidumbre, zozobra y hasta expresiones de pánico.
Sólo las mentes insanas festinaron los incidentes, protagonizados por una célula criminal.
Utilizaron perfiles falsos para esparcir y amplificar, incluso, rumores vía algunos medios digitales que no aplicaron reglas básicas de periodismo de verificación de datos antes de publicarlos.
Zitácuaro, al igual que en muchos otros lugares del país, afronta problemas de inseguridad cuya solución cruza -indefectiblemente- por el concurso serio, responsable y sin partidismo de los tres niveles de gobierno.
Ni magnificar o sobrevalorar el clima de violencia es fundamental para articular estrategias eficientes y eficaces, antes de que la descomposición social alcance la etapa de metástasis.
Si en verdad los gobiernos estatal y federal están comprometidos con la recuperación de la paz y la tranquilidad en Michoacán, deben probar con hechos que los abrazos y no balazos ante las agrupaciones criminales son la ruta adecuada.
Por el momento, no hay elementos para aprobar su estrategia y en Zitácuaro, ayer, la población sufrió emocional y económicamente los embates de un grupo criminal cuyo móvil era desestabilizar, causar caos vía un atentado armado contra un par de personas con presencia reconocida en el municipio.
Llama la atención que hasta el cierre de este comentario ninguna autoridad de gobierno que preside Alfredo Ramírez Bedolla haya emitido posicionamiento alguno sobre el evento ocurrido al filo del mediodía del 4 de mayo. Ese es el interés, la preocupación de la administración bedollista por la seguridad en esa demarcación del oriente de Michoacán, de manera tal que un día antes de la incursión de la célula delincuencial decidió asumir el control total de las tareas en esa asignatura?