Arturo Hernández Gutiérrez
Este miércoles, en Zitácuaro, Morena hizo una demostración de convocatoria, pero a la vez de conflictos internos que pueden debilitar al partido fundado por Amlo en la ruta hacia la crucial elección de 2024.
Dos eventos, con telón de fondo la firma de importante acuerdo hídrico Cdmx-Edomex-Michoacán, permitieron ver las fisuras en la agrupación guinda.
Una -concurrida y organizada por uno de los principales colaboradores del Alfredo Ramírez Bedolla-, y otra – menos nutrida y convocada por el fallido candidato al Solio de Ocampo, Raúl Morón- fueron ventanas abiertas para observar las pugnas intramorenistas.
Aunque en ambas la protagonista fue Claudia Sheinbaum, el olor a división es fuerte.
Las ausencias de Ramírez Bedolla y otros cuadros estatales morenistas en la reunión organizada por Morón, sólo tienen una lectura y la duda es hasta qué punto Sheinbaum puede ser el puente que una a actores políticos guindas en Michoacán que hasta hoy no pueden procesar sus divergencias. El desgaste del poder presidencial empieza a plasmarse en las encuestas, más allá de la inédita aceptación ciudadana al personaje y animal político que hoy habita Palacio Nacional.
Si la 4T aspira a repetir en el máximo poder político del país tras un polémico sexenio, ocupará, será determinante superar los faccionalismos propios de gran parte de la llamada izquierda tradicional.
Ahondar en el sectarismo, el fundamentalismo, en los pensamientos únicos, sólo funciona en circunstancias excepcionales y en 2024 puede ser determinante en la derrota en una elección en la que el fundador y guía de la 4T no estará en la boleta y ante una oposición que irá por la revancha.