Isidro Galicia
Un gobernador que logró el cargo a la fortuna política y a la lealtad sumisa al presidente López Obrador, hoy desgobierna en Michoacán.
Con trascendidos que, en las reuniones de seguridad con mandos militares y civiles, es relegado en temas de opinión y sugerencias, que puedan contribuir a la articulación de una estrategia de seguridad. Su participación es testimonial.
Su incapacidad y desconocimiento del tema está probado. O su cobardía para asumir la responsabilidad conferida por el pueblo; ese pueblo castigado por la violencia.
Hoy, el estado vuelve a vivir un periodo de impunidad marcado por asesinatos, asedio a la población civil y a la exponencial violencia.
Mientras Bedolla Ramírez se mueve complacido por el cargo y ufano por el poder, mantiene su puntual contribución a la degradación social de Michoacán.
Si bien es cierto, su trayecto para ser gobernador viene precedido por el infortunio legalista en contra del profesor Raúl Morón, no justifica su notable ausencia como autoridad y el claudicante ejercicio del poder.
Sí la violencia propicia autoridad y poder, hoy son los grupos facticos quienes mandan, ordenan y gobiernan en Michoacán.
Como nunca en la historia del estado, la población civil está sujeta a un día de mala suerte o el estar en el lugar equivocado. Rehenes del miedo y de la amenaza.
También desde el poder se inestabiliza, se desgobierna y se deslegitima la autoridad. y Bedolla va en la ruta correcta. Su cargo solo está sostenido por la voluntad de la elite que lo impuso.
El pueblo y los muertos empiezan a construir su legado mortal.