Isidro Galicia
Los 30 millones de votos del 2018 ya son parte de la historia electoral de México. Hoy Morena en el poder tiene ventajas e instrumentos políticos que le permiten jugar en su arena política, bajo sus condiciones y hasta fijar los tiempos del relevo gubernamental, aunque sean en un marco de violación a la ley.
No obstante, las elecciones son distintas. Ninguna es igual que otra. La oposición (PRI, PAN y PRD) ya establecieron un método electivo para nombrar a quien será el candidato (a) a la presidencia de la República. Podría asegurarse que los esfuerzos del bloque opositor serán infructuosos. Pero, aunque aún la suma de segmentos ciudadanos aglutinados en el ONGS y la llamada Sociedad Civil al polo opositor no garantizan votos mayoritarios, sí es un ingrediente que puede modificar el nivel de competitividad electoral.
Es decir, la oposición y sus partidos debe provocar el interés de la población sin partido (indecisos) y de aquella que vota eventualmente (volátil) por aquel candidato que les provoque compromiso, confiabilidad y respuesta a los múltiples desafíos que afronta la población de México en la orfandad gubernamental.
Ante un partido mayoritario y dominante en el territorio nacional en términos electorales como lo es Morena, la oposición debe acudir a la gente a la ciudadanía con un proyecto alternativo y que antagonise la agenda presidencial.
Sinuoso y complejo, y quizá predecible será el resultado del 2024, sin embargo, la oposición partidista tiene en sus manos la posibilidad de competir cuerpo a cuerpo por los votos de los mexicanos, sí y solo sí, la propuesta política garantice un nuevo estadio democrático, un proyecto de amplia inclusión y de reducir al máximo la endémica corrupción de sus cúpulas partidarias. Ahora el desafío será para la ciudadanía.