Salvador Hurtado
Soy de la generación de los 70s y 80s y de todos los círculos de diferentes ambientes que acostumbro, a poquísimas personas que trato, me he percatado que les guste el reggaetón, trap, o ritmos similares. A muchos nos parecen estilos de música realmente desagradable, y sin ningún valor musical destacable. Cada una es igual a la anterior, no innovan en nada salvo en las torpes metáforas de drogas y sexuales que hacen. A mí me preocupa sin embargo respeto lo que escuche la gente, cada uno es libre de contaminarse el oído como le dé la gana.
Todo viene a colación por el certamen de los premios Grammy que han bajado de calidad desde hace algún tiempo y ahora se ha dedicado a utilizar como cereza del pastel al trap o reggaetón que carecen de valor real como expresión. No dice, no reclama, no embellece ni provoca. Balbucea. Lo único que hace, es proporcionar a la industria de la grabación de música una excusa para cobrar por algo. Y de paso, niega la oportunidad de gente con auténtico talento para crear música, que «ya no se vende». Solo falta que le den el premio nobel de literatura al que escribe el horóscopo.
Pero, ¿por qué pésima?, ¿cómo trasladamos su definición al arte? Algunos expertos expresan algo así como “un producto artístico que no aporta ningún elemento de innovación, o en su defecto ninguna redistribución de elementos artísticos anteriores que pueda resultar interesante a un oyente inexperto, o a un crítico especializado, o a otros artistas, o a estudiosos…”. Sin embargo se reconoce claro el que los oyentes inexpertos siguen consumiendo tanta música -o incluso más- que hace algunos años. Por lo tanto, y a pesar de su estancamiento, se sigue vendiendo cantidades enormes de ese pavoroso producto,… ¿somos una sociedad de timoratos?
Lo realmente trascendental, es que de alguna manera han impuesto esta música de forma que sea inevitable no escucharla. En el transporte, en la calle, en redes sociales, en la radio, en fiestas, en restaurantes, en comercios… Está en absolutamente todos los lugares, es un auténtico virus que no para de expandirse. Y como se comentó, es muy desagradable escucharla, tanto la música como sus letras. ¿Y saben qué es lo peor de todo esto? Que también es inevitable para los chicos.
En este México lindo y querido, existen multitud de variedades musicales maravillosas que están social y tendenciosamente ocultas por este tipo de géneros, lo peor de la música actual es el cómo se ha simplificado el inmenso abanico de posibilidades musicales a tan sólo dos o tres estilos totalmente contaminados y sin ningún valor artístico. Y que nuestros niños estén creciendo mientras escuchan esta porquería.
Es burda y abundante comprobación, «música» redundante y producida por maquinas, falta de creatividad y falsa «espontaneidad». La desaforada industria de la música ha inundado los mercados con la mala calidad de canciones, ruidos a altos decibelios y producción serial permanente. Sin embargo, por fortuna todavía hay músicos verdaderos, autores verdaderos y buena música de alta calidad, llena de sentimientos y mensajes, compuesta por humanos. Como, justamente, dicen algunos amigos, hay que buscar… «el que busca encuentra» Algunos seudo músicos confunden ruido con música. La música tiene reglas y estás reglas tienen forzosamente que hacer que un escucha pueda sentir y entender lo que el compositor expresa, si no lo hace, es sólo un molesto ruido.
Estamos conscientes de que estamos enfrentando una gran crisis, y ya no solo del arte, sino del componente social, político y económico que preocupa a las mayorías. Se requiere del regeneracionismo más denso que se ha dado en toda la historia de nuestro país; nuestra cultura y nuestra sociedad llevan hundiéndose unos años. ¡Pero basta de lamentos! esta no es más que una crisis sin precedentes en una civilización con personajes siniestros sin precedentes y que a toda costa pretenden destruir de un borrón con todo lo bueno que se ha construido en nuestra patria; hacer de lado la civilización más fructífera que ha existido nunca. Ahora nos toca ser proactivos y salir del bache, reprogramándonos para enfrentar a estos perversos más malos que cualquier plaga.