Presidenta, ¿por qué no le dice a Trump que pida perdón por la apropiación del 60 % de México en 1848? O le tiene mello

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Salvador Hurtado

Desde hace bastante  tiempo me parece que numerosísimos como su servidor se preguntan, señora presidenta de origen Judío, por qué siempre, desde que asumieron tan alta magistratura primero el licenciado AMLO y enseguida su  “merce”, han  venido exigiendo al Rey de España que pida perdón por «las tropelías» que los españoles –nuestros antepasados comunes– llevaron a cabo en México, llamada  La Nueva España durante 300 años.

También las interrogantes  del por qué nunca, jamás, ni el licenciado ni usted  mencionan la invasión del territorio Mexicano, en mil 846, por las tropas estadounidenses, cuyas tropelías están históricamente documentadas. Tropelías que desembocaron en la apropiación por las armas del 60 por ciento del territorio nacional en 1848. Un territorio, le recuerdo  señora Claudia Sheinbaum Pardo , que fue el resultado de la exploración y conquista, en gran medida, de Hernán Cortes, ese a quien usted y todos los que han comprado la leyenda negra que ingleses y holandeses gestaron en lo que fue una de las primeras publicaciones de la 4T, haciéndose los graciosos  con la intención de engañar, confundir y desinformar a las personas, con el propósito de implantar inquietud por promover conductas incorrectas. de la historia.

Lo lógico sería que lo lógico es que, ahora, también le exigiera a su homólogo estadounidense, , Donald Trump que también pidiera perdón por haberle declarado su país la guerra a México, sin ninguna provocación. Una guerra cruenta. De las peores que recuerda la historia. En la que los mexicanos fueron masacrados, y que culminó con la apropiación –robo le llaman algunos– de lo que entonces era más de la mitad de México. Por si no lo recuerda –que seguro que sí– de los actuales estados de Texas, Nuevo México, Colorado, Arizona, Utah, Nevada, California y parte de Oklahoma, Kansas y Wyoming.

México había dejado de ser parte de España 27 años atrás, como bien recordará usted doña Claudia. Fue una guerra malvada, o perversa; expreso Ulysses. Grant, quien calificó como  “LA GUERRA INJUSTA” , el m ismo Grant  participó en esa invasión como joven teniente recién salido de la Academia Militar de West Point y también  se convertiría después en el décimo octavo presidente de los Estados Unidos (1870-1880) : “No creo que haya habido nunca una guerra más perversa que la que los Estados Unidos libraron contra México. Lo pensé en su momento, cuando era un jovenzuelo, sólo que no tuve el valor moral suficiente para renunciar”, reitero.

Esas mismas palabras fueron las que dieron título al libro ”A wicked war  (Una guerra malvada), escrito por la autora estadounidense Amy S. Greenberg, el  cual  recomendaban los profesores de los 70s  en el nivel  de secundaria, insistentemente nos  obligaban su lectura, para que bajáramos del pedestal  a la música rocanrolera del vecino país del norte.¡ Qué tiempos aquellos tan bellos!. Parte del contenido, asegura que el mismísimo Abraham Lincoln, que entonces comenzaba su carrera política, reprochó al entonces presidente James K. Polk haber lanzado una guerra sin provocación contra su vecino del sur con el fin alevoso de apropiarse de gran parte de su territorio. Las tropas voluntarias estadounidenses robaron, violaron y asesinaron con impunidad, según la autora.

En el libro aparece que el ejército estadounidense, al mando del general Zachary Taylor quemó innumerables pueblos; dejó devastado el noreste y el centro de México. “Lo han dejado hecho un páramo y lo llaman paz”, asevero, disgustado, uno de sus oficiales.

Aun en nuestros tiempos, es difícil de prever el número de muertos mexicanos, pero se calcula que, fueron alrededor de 25 mil personas, la mayor parte de ellos civiles; más del 10 por ciento de los 75 mil soldados estadounidenses perdieron la vida, la mayor parte de ellos debido a las enfermedades. Las tropas gringas finalmente ocuparon México capital, desembarcando en el puerto de Veracruz y siguiendo la misma ruta que cubrió Hernán Cortés en  1519, cuando se dirigió, con sus aliados locales indígenas, principalmente tlaxcaltecas y totonacas, hacia Tenochtitlan, hoy la ciudad de México.

TRATADO DE GUADALUPE HIDALGO

La guerra se terminó con el tratado de Guadalupe Hidalgo, el 2 de febrero de 1848, como usted bien conoce, señora  presidenta. La elección del lugar fue muy pensada, diseñada para humillar. Porque para, los mexicanos, el santuario de Guadalupe era  y es considerado el lugar más sagrado. La firma solemne se realizó en el corazón de la catedral. Momentos antes de firmar la rendición uno de los componentes de la delegación mexicana se volvió hacia Nicholas Trist, que encabezaba la estadounidense, y le dijo: «Este debe ser un momento de orgullo; no menos orgullo para usted que humillante para nosotros».

Los gringos les pagaron a nuestros antepasados 15 millones de dólares por un millón, 359 mil 743.76 kilómetros cuadrados de  territorio, de la herencia que habían dejado los españoles a, nuestros ascendencias comunes. Los Estados Unidos acordaron que reconocerían los derechos de propiedad de los mexicanos que quedaron al otro lado de la frontera y que facilitarían la adopción de su ciudadanía de esos ciudadanos mexicanos, cosa que no cumplirían, como relata la autora y los hechos que constan.

La guerra contra México marcó una ruptura dramática en la historia de Estados Unidos. El presidente de los Estados Unidos de aquel tiempo, invocó una excusa dudosa para invadir una república vecina y llevó a cabo una guerra por territorio a pesar de las objeciones de una parte significante de los estadounidenses. Todo el territorio arrebatado a México, reconocen ahora los historiadores, podría haberse adquirido pacíficamente a través de la diplomacia y la negociación deliberada por una recompensa económica», escribió Gutenberg.

Aquella guerra de invasión de México presentó uno de los niveles más altos de deserción de cualquier guerra que después libraría. Algunos de los desertores –mayormente de origen irlandés y católicos–escogieron pasarse al enemigo, formando el Batallón de San Patricio. El resto de la historia debo creer ya la conoce usted señoraLos territorios que arrebataron los gringos al país fueron de gran valor, desde entonces, para la economía estadounidense. No voy a contarle presidenta lo de la fiebre de oro en California, poco tiempo después, ni el valor del petróleo encontrado en Texas.

Usted conoce todo esto, señora  Claudia Sheinbaum Pardo y no dice nada. Los intereses económicos son los que mandan. Esta economía está fuertemente ligada a la del vecino del norte. Entiendo que por ello prefiere insistir al exigir al Rey Felipe VI que pida perdón por lo que nuestros antepasados comunes hicieron, que, por encima de todo, fue acabar con un imperio cruento y traer la civilización al país, mezclando su sangre con los indígenas locales y creando un gran país.  El país. Lo que no hicieron los anglosajones.

Por ello, ¿no cree que sería más justo también hacer un llamamiento público a Donald Trump, en la misma línea?. Exíjale que pida perdón al pueblo de México por aquella invasión ilegal y provocada. Sabemos  que no lo va a hacer. Es más fácil hacer demagogia sobre los españoles.

“Pobrecito México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos», dijo nuestro connacional Nemesio García Naranjo”. Nunca una frase tuvo más sentido que ahora. A las pruebas me remito. O  ¿en serio le tiene miedo al tal Donald Trump?.

Pero como publico la analista Rosario Guerra en el financiero del pasado jueves 13:   “¿Quién puede tomar en serio a un país que por tómbola elige a los candidatos a jueces, magistrados y ministros?”  Nadie en la comunidad internacional. Hemos caído tan bajo que los hechos que se cuentan de México hacen reír a los ciudadanos de otros países. La desgracia es que nuestra realidad es terrible. Ya de por sí elegir a los integrantes del Poder Judicial es una maniobra para acabar con su independencia y partidarizarlo, lo que acaba con la separación de poderes y el funcionamiento del Estado de derecho. De todas las perversiones de la 4T la peor ha sido, sin duda, el desmantelamiento del Poder Judicial..

Más adelante la periodista del Financiero Rosario Guerra asegura. “La cultura del esfuerzo está fuera de moda. No se requiere ni estudiar, ni trabajar, ni capacitarse para mejorar habilidades, porque no se requieren. Estamos pues en una sociedad que día a día pierde su capacidad productiva y de innovación”.