Jorge Hidalgo Lugo
El ultimátum que pusieron a Andrés Manuel López Obrador en su accidentada y tragicómica visita a la Casa Blanca, obligó a la detención de Rafael Caro Quintero, en un operativo que el errático y complaciente gobierno federal, quiso presumir como un logro de altura luego del operativo que le escamoteó a la DEA y se auto adjudicó como de autoría propia del Estado mexicano.
Las versiones que circularon respecto a la serie de filtros impuestos antes de llegar a la Sala Oval y saludar al anfitrión, Joe Biden, quedaron confirmadas a las pocas horas con el “impresionante” despliegue de efectivos de Marina, para dar con el narcotraficante venido a menos y a quien se le responsabiliza por la ejecución del agente Enrique Camarena Salazar, en el sexenio de Miguel de la Madrid, cuya culpabilidad se le endosa por igual al entonces Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, hoy intocable funcionario del gabinete de López Obrador.
El apretón entre las ingles que de manera escalonada le dieron al invitado en la sede del Presidente de los Estados Unidos, incluyó la demostración de evidencias que dicen tener y que demuestran la complicidad del actual Gobierno de México con el crimen organizado y la advertencia de ir a fondo, sobre todo por la relación fraternal que sostiene con el Cartel de Sinaloa, de acuerdo a los trascendidos.
Se habla de un despliegue documentado de evidencias escritas, audios, videos, fotografías y decenas de testimonios levantados a testigos protegidos, que tendrían contra la pared a quien ha insistido en su estrategia de abrazos y no balazos, para dejar hacer y dejar pasar las actividades ilícitas de los aliados con que se han dedicado a ganar elecciones, como fue el caso de Michoacán, Guerrero, Colima, Baja California, Sonora, Zacatecas entre otras obtenidas en narco comicios, así como Tamaulipas en tiempos más recientes.
Las versiones no atajadas, sospechosamente, en el patíbulo mañanero, ubican a López Obrador en entrevistas con los encargados de la CIA, la DEA, el FBI, y con el encargado de servicios migratorios de los estados Unidos, antes de ser recibido por la vicepresidenta Kamala Harris, donde habría sido advertido de las pruebas que se mencionan, con la advertencia que se darían a conocer paulatinamente conforme lo determine el gobierno estadunidense.
Previo recibimiento lastimoso e inusual para una visita de Estado, por parte de un empleado en calidad de mayordomo, y satisfecho por el cobro de afrentas como se ha considerado el desplante al hasta ese momento, inalterable López Obrador, el presidente Joe Biden lo recibió en privado antes de salir a los medios que darían cobertura al encuentro.
Entendible en ese contexto la actitud timorata, acobardada, pusilánime del que se auto erigió como paladín de los gobiernos populistas con tendencias tiránicas, sobre quien pesaba en el ánimo el cúmulo de amagues que se presume le exhibieron y que involucran no sólo a jefes militares, sino funcionarios cercanos y hasta familiares en actividades inconfesables a favor del crimen organizado.
No debiera así sorprender que ya en la oficina oval de la Casa Blanca, hecho un nudo y con nerviosismo ostensible, López Obrador dedicara media hora en dar lectura a una serie de planteamientos insustanciales, plagados de lugares comunes y propuestas fantasiosas, tontería al fin que obligó al bostezo y aburrimiento de su convocante.
Risas burlistas de Biden cuando escuchó el ofrecimiento para que los americanos que viven cerca de la frontera con México adquieran gasolina barata, subsidiada por los sufridos habitantes de México, pues olvidó recordar que 70% de ese combustible se importa de los Estados Unidos, lo que significaría comprar más cara y revenderla barata a los gringos, con lo que el subsidio de ese estropicio correría a cargo de los ya de por sí maltrechos mexicanos.
No se diga cuando quiso dar clases de historia americana a los fatuos americanos, cuyo presidente literalmente no sabía si ponerse a reír o bostezar.
Y como no hubo ninguna atención igual a otros jefes de Estado que en el pasado les ofrecían comidas, cenas y hasta reuniones con senadores o congresistas, al apaleado López Obrador no le quedó más remedio que echar mano de su ilusionista de lujo para mal montar expresiones de júbilo por parte de paisanos que se encontraron en su visita a los monumentos que hay en Washington, imponiendo así la moda de “acarreados internacionales” con cargo al erario público.
Pero eso sí, la orden-sugerencia-recomendación- que fuera la Marina la encargada del operativo para detener a Caro Quintero, se ejecutó al pie de la letra, dejando en evidencia la animadversión y desprecio que despierta al poderoso del norte la actuación del Ejército mexicano en las tareas de combate a capos del narco.
Por la eficacia y agilidad para cumplir con el primer ordenamiento recibido, López Obrador demostró eso sí que si quisiera y fuera libre de ejercer su mandato sin los lastres de las complicidades que se le adjudican, sería posible la ubicación y detención de otras figuras notables del crimen organizado.
Claro, si es que como lo presumió, en el operativo Caro Quintero, sólo México participó y no le pusieron la presa a modo los agentes de la DEA como se especula que realmente fue, para que se luciera ante quien parece resuelto a seguir jugando con estas cartas y así apaciguar al abigarrado defensor de regímenes tiránicos como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Por lo pronto las primeras filtraciones que presuntamente lo involucran en acciones ilícitas, ya corren en las redes sociales https://www.facebook.com/PortalHidalgoOficial/videos/530744238806175 como es el caso del audio donde una voz, supuestamente la de López Obrador, acepta haber recibido más de 956 millones de pesos para garantizar mayoría en el Congreso federal en los comicios del año pasado y burlarse de hospitales saturados por enfermos de Covid que a su consideración no le preocupaban en ese momento.
Vale…