Rueda de Molino/Narco terrorismo y militarizar la policía, argucias de AMLO para conservar el poder

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Jorge Hidalgo Lugo

En grado insostenible y avanzada descomposición por la permisividad que se ha dado en este sexenio a la narcoviolencia, como acto desesperado Andrés Manuel López Obrador pretende ahora responsabilizar de los incendios provocados que se propagan en el país a sus fantasmas de siempre, a esos seres imaginarios que ha conformado en su retórica manipuladora, para usarlos como salvavidas cuando literalmente le llega la lumbre a los aparejos.

Por eso cada vez menos credibilidad tiene su tendencia a trastocar la realidad y exponer en un actitud de suma perversidad política, que los ataques terroristas son maquinados por los “conservadores”, los “neoliberales”, los “enemigos del régimen” y con ello se pretenda ignorar que dichos ilícitos se dan en el contexto de un decretazo con que de nueva cuenta, López Obrador pisotea las leyes y quiere dar carta de naturalización a los militares para que extiendan su presencia en todas las esferas de la vida pública.

De esta manera, la estratagema es evidente y, por tanto, quienes buscan confundir a los mexicanos de bien, no sólo a sus fanáticos, saben perfectamente el terreno que pisan pues la militarización de la policía que están por lograr, va de la mano con las tropelías electorales que harán a través de los narcoaliados, sin temor alguno a detenciones o impedimentos que empañen el atropello que fraguan para mantener el poder.

Así lo que se pretende ahora vender cómo “montajes” de los conservadores para hacer ver mal al gobierno federal, como si no fuera suficiente la evidencia del Estado fallido en que se debate el país y su “estrategia” de seguridad basada en los abrazos y no balazos, ante el avance inexorable de su alianza criminal para pavimentar la dictadura perfecta con que sueña y vive obsesionado el vecino del zócalo capitalino.

El Estado y sus aliados son quienes buscan sembrar terror entre la población como se pudo apreciar en al menos seis estados de la República: Jalisco, Guanajuato, Chihuahua, Michoacán, Estado de México y Baja California.

Actos que sólo merecieron un mustio “ojalá no se repitan” desde el patíbulo mañanero pero nunca mencionó que el saldo oficial de estas acciones enmarcada en el narco terrorismo fue de 260 muertos, incluidos los que hubo por enfrentamientos entre criminales y las fuerzas del orden, sin descontar civiles blanco de los sicarios.

Por eso el trasfondo de la serie de incendios provocados a gasolineras y tiendas de conveniencia, refuerzan la discursiva oficial de aterrizar por encima de los poderes Legislativo y Judicial, ambos enmudecidos vergonzosamente, la urgencia que estén bajo la férula del Ejército las policías estatales y municipales.

Con la salvedad que como Guardia Nacional y ahora también Guardia Civil, los patrullajes y acciones de quienes las comandan e integran haya dado resultado alguno en favor de los mexicanos a merced de extorsionadores, secuestradores, amenazas y ejecuciones por no pagar el derecho de piso, amén de otras atrocidades que hoy día conforman el absurdo cotidiano en que se desenvuelven lo atribulados habitantes de un país en estado de descomposición como pocas veces en su historia post revolucionaria.

Así, sin ningún mérito que acredite la efectividad de su funcionamiento en favor de los mexicanos, las fuerzas del orden bajo el mando de militares es un simple formulismo para que se aglutinen criminales y “guardianes del orden” para formar el trabuco de atracadores electorales con que el partido de Estado, buscará atropellar la voluntad popular y sofocar cualquier intento democrático que pudiera poner en riesgo su permanencia en el poder.

Ya se han vivido experiencias en el pasado reciente, Michoacán incluido, donde los narco-aliados salen el día de la elección y culminan el plan diseñado para inhibir la presencia en las urnas de quienes pudieran alterar su malhadado proyecto.

Democracia simulada le llaman algunos, pero el hecho real es que el dueño de Morena no quiere dejar un solo cabo suelto, teje su alianza con la cúpula castrense y busca que sirva al propósito, por lo que ha sido en extremo generoso al entregarles recursos y acciones que antes del 2018, eran inherentes únicamente a civiles.

Dar tanta manga ancha a los militares, según expertos analistas, obedece a que en un momento dado se pudiera estar preparando el terreno para una intervención castrense en la vida democrática y dejarlos detentar el poder a cambio de no haber persecución a los saqueadores del país en que se ha convertido Morena y sus principales actores, incluidos los familiares y amigos cercanos de López Obrador.

En tanto eso acontece, lo que menos le importa al que juega a incendiar México, es la opinión pública o que su imagen nacional e internacional vaya en declive, pese a inversiones millonarias e intimidación para alinear a medios informativos.

Lo suyo, lo que le roba la tranquilidad y le hace cometer atropellos es conservar el poder a costa de lo que sea y para ello cuenta hasta ahora con la colaboración siniestra de una oposición desdibujada y anodina, amén de una sociedad incapaz de alzar la voz ante tantas agresiones de la que es víctima y lo que viene, porque finalmente los narco-aliados seguirán haciendo de las suyas y no hay, ni habrá, autoridad legal que le cierre el paso.

Ante este panorama lo que se vislumbra, la única posibilidad de sacar a los millones de mexicanos sumidos en la cobardía y el letargo insultante, es que fuerzas del exterior hagan su papel e impidan termine por imponerse un narco gobierno, que no sólo incendie el patio propio, sino extienda sus llamaradas hacia la frontera norte y entonces sí, se arme la de Dios es padre…

En todo caso, lo peor, está por venir y no por nada se presume que el crimen está tan bien organizado en México, que ya hasta partido político tiene con qué competir…

Vale…