Jorge Hidalgo Lugo
Pese a que el embaucador de incautos escenificó el teatrito guiñol con su corcholata preferida apenas el pasado 7 de septiembre al entregar de manera simbólica el bastón de mando a quien ungió por su dedo mesiánico, tres meses después #EsClaudia recibió un duro golpe para hacerla entender que quien ordena, manda y dispone en el espectro político morenista es él y solamente él, por sentirse dueño de México, sus habitantes y su destino.
Escasos dos meses debieron transcurrir para que el manotazo en la mesa que dio Andrés Manuel López Obrador, regresara a su realidad a la ex jefa de gobierno y entienda de una vez por todas, que no puede ir por la vida sin obedecer los designios de su amo y hacedor.
Poco más de 60 días en que seguramente creyó tener libertad para diseñar su campaña y formar su propio equipo, bastaron para que el opresor de Macuspana dejara en claro a su atribulada y anticlimática corcholata por él ungida, que no está en su ánimo ni remotamente piensa cumplir la palabra de irse a La Chingada y dejar la conducción del destrozado país que heredará a quien no dejará de manipular como vil marioneta, incluso desde ese reducto localizado en Palenque, Chiapas.
Porque el que se dice ser un “hombre de palabra” faltó nuevamente a la misma, que en esa aún no lejana noche septembrina empeñara en la farsa montada donde se estableciera que la ex jefa del gobierno capitalino, era la indicada para garantizar la continuidad de la llamada “Cuarta Transformación” y ensalzar en la conferencia mañanera de rigor, que este acto simbólico lo hacía sentirse tranquilo dado que consideraba a Claudia Sheinbaum una mujer “de principios y honesta”.
Por su parte, exaltada hasta el tuétano, la corcholata preferida de su profesor, habría correspondido al extremo de prometer ser garante y resguardar los valores de la izquierda, la lucha contra la corrupción y el combate a la pobreza, algunos de los mandamientos de su mesías tropical.
Rodeados de oportunistas y no pocos mercenarios que al amparo del poder recibido pretenden seguir abrevando de la generosa ubre presupuestal morenista, la fiesta esa noche siguió su curso y la ex alcaldesa de la Ciudad de México salió investida como la nueva cabeza del cartel morenista, creyendo así que ahora era su turno para comenzar a tomar decisiones.
Pero vino entonces el amargo despertar para quien ahora no sólo enfrenta la desconfianza de sus seguidores y compañeros de este movimiento por la pobreza discursiva, la nula propuesta personal, incapaz de emocionar a los acarreados y vivir plegada al guion que le marcan desde las catacumbas de Palacio Nacional.
Ahora además se suma sufrir el escarnio que significa ser una víctima más del atropello del poder tiránico que ejerce y seguirá ejerciendo el opresor tabasqueño.
Porque salirse del guacal en busca de imponer la candidatura de su delfín Omar Hamid García Harfuch, sin la venia del dueño de Morena, fue un craso error elevado a escándalo político y lejos de quedar en el ámbito doméstico, traspasó las paredes del castillo de la pureza que ha pretendido edificar en su incipiente paso rumbo a la presidencia, la hoy maltrecha corcholata con todo y bastón de mando, convertido en palo de escoba.
Las señales que le enviara de manera previa no fueron entendidas o tal vez, se minimizaron en el cuarto de guerra de #EsClaudia, por lo que el salvajismo del tirano tuvo que aparecer y asestar la bofetada insultante que cruzó el rostro de la atribulada doncella para despertar del cuento fantasioso que quiso tejer en su ilusa mente.
Primero fue la del pasado 24 de octubre con el desdén de las “bases” morenistas en la Ciudad de México, considerado su bastión, que obligó a suspender un acto “masivo” en el Estadio Azul, bajo la excusa de falta de organización por parte de los encargados del acarreo para llenar el recinto que lució más vacío que un partido de veteranos entre el Atlético San Pancho contra los Chacaneros de Tlatelolco.
“Como lo dijo Mario (Delgado), tenemos que organizarnos mejor. Y vamos a tener un evento con más gente, hoy pues nos falta todavía trabajar más y organizarnos más”, se justificaría atribulado Sebastián Ramírez Mendoza, presidente de Morena en la Ciudad de México ante el vacío insultante que fue registrado y difundido en redes sociales.
Con la cola entre las patas, el frustrado dirigente morenista trataría de componer lo inusitado del caso al consignar que ya le habían comentado a la estrella del espectáculo que no tuvo público:
“Le ofrecimos una disculpa a la doctora y le dijimos no nos gusta que vengas a un evento donde todavía no está lleno, queremos que esté lleno y reprogramarlo”… lo que ya nunca ocurrió.
Sin embargo, la que aspira a ser cabeza de la hoy mafia en el poder, no entendió el mensaje y se mantuvo en la línea mediática donde derrochó recursos y ofrecimientos de mejor trato en el futuro con medios desdeñados y perseguidos por el obradorato, para posicionar con mayor fortaleza al tránsfuga del priismo quien ofrecía sentar a la izquierda radical con policías y militares.
En ese empeño logró el objetivo, triplicó la diferencia en la encuesta interna realizada por Morena, pero antes de cantar victoria, vino el golpe de realidad y al fiel estilo de López Obrador, el dictador invicto e intocable del sexenio y los que vienen, dispuso que aun cuando García Harfuch era el ganador indiscutible del sondeo, sería Clara Brugada la candidata al gobierno de la Ciudad de México y entonces el bastón de mando con control remoto manipulado desde Palacio Nacional volvió a vibrar en las manos de su depositaria.
Terminó así un primer episodio de la tragicomedia donde hay una marioneta que compite y da la cara, pero prevalece su titiritero quien así demuestra que en su carpa, en su reinado, en su ensangrentado país, no hay más voluntad que la suya y pobre de aquél que ose desobedecerlo, si no quiere ser quemado en la pira con leña verde con que suele pulverizar a los descarriados quienes ya saben que en el suyo, no harán reino ni tendrán cabida.
Bajo esas circunstancias no queda más que decirle, parodiando a Jesús Pérez Gaona, mejor conocido como Pito Pérez:
¡Pobrecita de #EsClaudia, qué lástima le tengo!
Vale…