Jorge Hidalgo Lugo
Para desgracia e infortunio de millones de habitantes de este país, el crimen organizado ha visto crecer sus dominios y poderío ante un gobierno desordenado, cómplice silencioso y por demás pusilánime, que por toda actitud retadora se remite a las gracejadas de acusarlos con sus mamás o bien, remitir culpas, repartir responsabilidades a fantasmas del pasado.
Todos son culpables de lo que hoy pasa en el México ensangrentado, menos Andrés Manuel López Obrador y lo único que se adivina es que hay una rebelión de sus narco aliados quienes han optado ir por la libre y con ello el nuevo golpe del tabasqueño contra México.
Así podría resumirse este periodo de ignominia en que la nación mexicana ha visto desmoronarse como castillos de naipes, la paz social y tranquilidad con que algunas veces gozó y creció, pero que hoy sólo forma parte del recuerdo, es la nostalgia de un pasado que cada vez se ve más lejano poder disfrutar.
En apariencia, lo que hoy sucede y se acentúa cada vez con mayor peligro para todos los mexicanos, -no sólo los que se dedican a estas ilícitas actividades-, crece a niveles insostenibles sin nadie que pueda poner un coto a los daños que dejan quienes hoy mantienen el control de 81 por ciento del territorio nacional, según estudios recientes.
Pero aún más detestable es que el gobierno se haya desentendido de su obligación y en la complicidad siniestra, les haya entregado el poder de dañar a extremos que ahora mismo, desde su circo mañanero, busca institucionalizar, dar visos de normalidad, con una insultante discursiva mientras el México de hoy sufre la epidemia del cobro de piso, la extorsión, la entrega de patrimonios formados en años de trabajo, a cambio de ganar meses de vida, antes de pasar a ser parte de la estadística macabra de ejecutados.
Esta cifra que al cierre de este despacho superaba ya los 160 mil infortunados que han sido acribillados o víctimas de acciones violentas, incluyendo el narco terrorismo que por igual ahora permea como parte del absurdo cotidiano, el mismo con que López Obrador obliga a sus gobernados a sufrir, ante la insistencia de mantener como estrategia los abrazos y no balazos, al respetar a los criminales porque ellos también tienen derechos humanos como el que más.
Bajo estas circunstancias que son criticadas en el mundo entero pero que tropicalizadas en modo mascupano, no deben inquietar mayormente a sus mascotas, salvo que se quiera correr el riesgo de ser estigmatizado como aspiracionista, neoliberal orgánico, oligarca, añorante de los privilegios perdidos o formen parte de la mafia del poder.
Esa que según sus delirios, busca regresar al paraíso que invoca López Obrador, él que según sus mascotas descerebradas ha hecho de nuestro México, pero que vive destrozado por sus abusos, desquiciamiento y en ruinas por esa enfermedad de poder incurable y que lo ha orillado a perder cualquier vestigio de razón.
Así, a unos meses de cumplir cinco años de estar al frente del país, lo que se registra es por igual desolador y no menos inquietante para que la gente de bien -que pese a su desquiciamiento existe, pero no ve porque está lejos de militar en la feligresía estulta que lo venera-, invocan a seres superiores que se apiaden de México y lo liberen del yugo de un gobierno que mata y lo hace a la perfección.
Porque la violencia desatada con la anuencia de Palacio Nacional ya no sólo está en territorios lejanos, no visibles, ajenos a las mayorías. Hoy toca a la puerta y se cuela por los resquicios de ventanas en cualquier domicilio, centro laboral, sitio de reunión o festejo social.
La disputa que libran las bandas criminales en busca de ensanchar territorios de dominio, para el desalmado de Palacio Nacional son culpa de los fantasmas del pasado y desde el patíbulo mañanero se les endosa la factura para lavarse las manos cada vez que necesita erigirse de vetusto tabasqueño a falso remedo de Poncio Pilatos.
Y mientras transcurre el lapso que falta para que culmine la pesadilla que representa López Obrador al frente del gobierno federal, los antes narco aliados parecieran ya no estar dispuestos a cuidar a su socio, por lo que hoy se dan el lujo de ir por la libre y actuar a su criminal antojo.
Esto al extremo de amenazar con difundir expedientes documentados, exhibir videos o testimonios grabados de acuerdos entre autoridades y cabecillas de células delincuenciales, en caso de no cumplir en los hechos, con los acuerdos convenidos de común acuerdo, para ganar elecciones fraudulentas.
Así lo vive ahora Guerrero con su gobernadora Evelyn Salgado y los adversarios de “Los Ardillos”, quienes se dan vuelo en redes sociales difundiendo amenazas serias y certeras.
También lo encontramos en el Estado de México, en donde antes de iniciar el mandato de Delfina Gómez, ya hizo su presentación en sociedad el cártel oriundo de Jalisco, quemando mercados, calcinando comerciantes y lanzar el aviso, que ahora ese territorio por igual estará bajo su dominio.
Pero igual podemos ver escenas que se repiten en Michoacán, Colima, Quintana Roo, Chiapas, Veracruz, Sinaloa, Tamaulipas, Zacatecas, Sonora, Baja California y un largo etcétera de entidades más en poder de Morena cuyas autoridades están obligadas a dejar hacer, dejar pasar a sus aliados si no quieren formar parte de la estadística de víctimas masacradas, porque a la hora de cobrar lo que sienten les pertenece, no ven pelos ni tamaños, mucho menos afinidades políticas o colores partidistas.
Para infortunio también de quienes viven directa o indirectamente las consecuencias del narco país en que López Obrador tiene convertido a México, ahora la ferocidad de los delincuentes es mayor y su poderío económico, les permite incursionar en tácticas paramilitares cada vez más frecuentes como el uso de armas destructivas de alta letalidad.
Drones, misiles, carros bomba, caminos minados con granadas de alto poder, rifles Barrett y demás, al alcance de quienes dejaron de respetar al señor de las canas y ahora, hay marcada sospecha y evidencias, irán por la libre en contra de lo población inerme y abandonada por un gobierno que fue cómplice silencioso sin pensar que podría llegar el momento de ser una víctima más de sus narco socios como apunta la señal en el radar, al cierre de sexenio.
Panorama incierto, de terror, pero es el que deberemos reprochar a Morena, su dueño y quienes entregaron a México a los grupos criminales. Incluyendo a los fantasmas del pasado, quienes gracias a la incapacidad del opreso, gozan de cabal salud y disfrutando de lo mal habido, ¿o no, Peña Nieto?
Sólo la unidad y fortaleza nacional que puede tomar forma en los comicios del 24, podrían dar aliciente y detener el avance inexorable que hoy, gracias Morena y López Obrador, tienen los antes dóciles aliados hoy convertido es peligrosos enemigos del país y del mundo.
Porque en el otoño del payaso, le crecieron los enanos y se le van del circo…
Ya no les inspira ni le guardan respeto. Las bandas criminales se van por la libre y los que sufrirán las consecuencias, como siempre, son los vulnerables habitantes del narco país, pobres o ricos, altos o chaparros, blancos o de piel apiñonada.
No hay distingos, porque todos son parte del pueblo bueno y sabio que ha sido entregado en bandeja de plata a las bandas criminales.
Nada más, pero nada menos…