J. Salatiel Arroyo Zamora
Terrorismo en México
Los actos de terrorismo en el México contemporáneo iniciaron en Uruapan, Michoacán, el 6 de septiembre del 2006, siendo gobernador del estado Lázaro Cárdenas Batel, hoy coordinador de asesores de la presidencia de la república y durante los últimos días como presidente de México de Vicente Fox Quezada. El acto se consumó cuando un grupo de hombres armados irrumpieron en un bar y dejaron cinco cabezas humanas en la pista de baile, con un mensaje de advertencia.
El segundo acto de violencia realizado para infundir terror en la población, se ejecutó en Morelia, la capital del estado de Michoacán, el 15 de septiembre del 2008, siendo gobernador del estado el hoy diputado federal de Morena, Leonel Godoy Rangel; cuyo hermano, Julio César Godoy Toscano (prófugo de la ley), mantenía relación de compadrazgo con un cabecilla del crimen organizado.
La serie de actos terroristas en contra de la población civil en Morelia, se llevaron a cabo durante la ceremonia del “Grito de Independencia”, mientras el mandatario Leonel Godoy emitía el discurso alusivo, detonaron granadas de fragmentación en tres puntos del centro de la ciudad: a un costado de la catedral y frente a palacio de gobierno, abarrotados por asistentes a la ceremonia, y a un costado de la iglesia de la Merced. Este fue el primer atentado en su tipo en nuestro país, gobernado entonces por Felipe Calderón Hinojosa.
El saldo de dicho ataque terrorista, fue de tres fallecidos al instante, horas después cuatro más perderían la vida, en tanto el número oficial de heridos ascendió a 132. Muchos de ellos perdieron sus extremidades.
A diferencia del suceso de Uruapan, el de Morelia fue el único considerado primer atentado terrorista contra la población civil en la historia de México. Hasta que se suscitó el segundo ataque terrorista en el país, el pasado 19 de septiembre, en Salamanca, Guanajuato, donde una bomba explotó, asesinando a dos empresarios restauranteros e hirió a cuatro personas más, incluido el empleado de mensajería que entregó el artefacto explosivo.
No es la primera vez que el crimen organizado utiliza ese tipo de tácticas para crear miedo, el 8 de marzo del 2020 un coche bomba explotó en Celaya, frente a un campamento de la Guardia Nacional. Con excepción de los “granadazos” en Michoacán, ningún ataque de este tipo había tenido como blanco a la población civil. Pero, en el “bombazo” de Salamanca, de acuerdo a la versión oficial, no es el crimen organizado el autor del atentado. Las autoridades atribuyen la explosión y asesinato a ex socios comerciales de una de las víctimas, con quien tuvieron diferencias financieras.
Lo que sí es cierto, es que las organizaciones criminales en México hace tiempo ejercen terrorismo sobre la población civil, conductas que inicialmente ejercían en contra de sus adversarios, en la disputa de territorios y la supremacía. Pero, con la sociedad en general, han rebasado o superando el propósito de lucro económico, para incursionar en los objetivos políticos, adquiriendo tal poderío que pueden confrontar directamente a las instituciones del estado, incluso someterlas, como sucede en la actualidad en diversas regiones del país, convirtiéndose los grupos delictivos en actores políticos y sociales en los territorios que dominan.
Además, en México, existen expresiones políticas afines a determinados grupos del crimen organizado, basadas en redes de corrupción e impunidad, auspiciadas por el vacío de autoridad de los gobiernos. Logrando los “jefes de plaza” dominio regional en materia política, económica, armamentista, incluso de labor social, debilitando y controlando la autoridad de los representantes populares, democrática o Constitucionalmente electos.
Cuando, antaño, la relación era a la inversa, las reglas de control las ejercían los gobiernos. Hoy, la directriz la marcan las organizaciones que dominan al margen de la ley. A las que, además, se les rinde tributo: financiero y social.
AMLO PRO IMPERIALISTA
Para nadie es secreto que la omisión e indolencia en el combate a la inseguridad y violencia fortalecen el crecimiento y expansión de las organizaciones delictivas, que en México operan con absoluta libertad. ´Pues, cuando mucho, se les amenaza “con abrazos y no balazos”.
Ultimátum que resulta literal, pues los dispendiosos cuerpos de seguridad del Estado Mexicano, a quiénes se les ha dotado de armamento caro, de la más alta tecnología, construido cuarteles en cada región del territorio patrio, se han convertido en todo, desde costosos edecanes, turistas del amor, empresarios de la construcción… de todo, menos defensores de la paz, veladores de la patria, protectores de la integridad, recuperadores de la soberanía e instauradores del estado de derecho.
Al respecto, resulta pertinente aclarar que, traidor a la patria es aquél gobernante que permite que su pueblo (bueno y sabio) sea masacrado impunemente, extorsionado, mutilado y asesinado, y a los verdugos se les agradezca y felicite por “portarse bien” durante el proceso electoral. Ése, es quien traiciona a los mexicanos, no los que acuden a organismos internacionales en busca de ayuda para detener las mortandades que se practican, auspiciadas a través de la injerencia de las organizaciones delictivas en la vida política del país.
Lengua suelta, como es el presidente de México, que, por tratarse del depositario de la soberanía nacional considera que la sabiduría le ha llegado por generación espontánea y se cree experto en todo, desde politólogo, sociólogo, psicólogo, perito en salud, contabilidad, arquitectura, ingeniero hidrológico, especialista en suelos, economista, hasta historiador, tuvo la osadía de criticar el trabajo académico de un hombre de letras, a quien acusó de ser escritor pro- monárquico, representante del pensamiento colonialista (imperialista), por haber escrito que España no conquistó América, sino que España liberó a América, pues Hernán Cortés aglutinó a 110 naciones que vivían oprimidas por la tiranía antropófaga de los aztecas, quienes eran aficionados al sacrificio humano.
De acuerdo al historiador argentino, los Aztecas ofrendaban a sus deidades sacrificios humanos, que provenían de los pueblos subyugados por ellos, para lo cual formaban filas de miles de seres humanos destinados a la expiación, cuyos cuerpos posteriormente serían devorados por los verdugos, que practicaban el canibalismo. De los datos, heredados por historiadores de la época, se calcula que el número de sacrificios llegó a alcanzar los 150 mil por año.
Algo similar sucede en el México contemporáneo, donde gran parte de la población ha sido dominada y permanece sometida por los grupos del crimen organizado, que destazan a sus víctimas para intimidar a los adversarios e infundir terror en la población. Se han conocido incluso casos de antropofagia de algunos cabecillas criminales, que han abierto el tórax de sus victimas para extraerles el corazón (aun latiendo), para tragarlo.
El salvajismo que se padece no conoce límites, niños, mujeres y ancianos han muerto de manera despiadada a manos de los criminales que dominan el territorio nacional, mientras que el gobierno federal se dedica a infamar periodistas, perseguir a sus críticos e intentar encarcelar a científicos e investigadores. Sin que haya quien acuda al rescate, liberación o “conquista”, eliminando o encarcelando a los verdugos y “emperadores” que los alcahuetean. Ni siquiera organismos internaciones, supuestamente defensores de derechos humanos y persecutores de delitos de lesa humanidad se atreven a intervenir.
Hay quienes tienen la hipótesis de que, la omisión del presidente Andrés Manuel López Obrador para combatir a los grupos criminales es intencional, pues lejos de ser un liberal, realmente se trata de un cachorro del imperialismo yanqui, un empleado de la CIA, cuya misión es la de permitir que los grupos del crimen organizado se fortalezcan y extiendan su poderío, hasta convertirse en grupos que practiquen tácticas terroristas en contra de sus adversarios y de la población civil, como ya está sucediendo en la región de Tierra Caliente, donde se utilizan drones para transportar granadas y bombas que son arrojadas contra la población.
Nada más faltaría la explosión de coches bomba contra núcleos poblacionales, para que la policía mundial, representada por Estados Unidos, meta sus narices en territorio nacional, violentando nuestra soberanía, o que los mexicanos hartos de la violencia, imploremos su intervención. Todo, porque nuestro gobierno no ha intentado siquiera iniciar el cumplimiento de sus obligaciones constitucionales.