Salvador Hurtado
“Si no tenemos policías, jueces, abogados, fiscales, honestos, valerosos y eficientes; si se rinden al crimen y a la corrupción, están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz.”
Si hay algo que a uno le estruje hasta la última gota de su hígado son los policías. El solo verlos ya le hace funcionar las glándulas que producen los jugos gástricos que al entrar a un estomago vacío producen tanto daño como el ácido sulfúrico al fierro.
Todo Moreliano es un forajido en potencia, no uno común y corriente, sino refinado brutal y feroz. La tortura china quedaría como un juego de niños si fuera posible dejarle sueltas las manos a un nativo de estas tierras de Dios y María Santísima.
Pero no se piense que tener manos libres es un deseo pecaminoso de los caballeros, sino también las damas, sean o no de Vela Perpetua y demás cofradías o archicofradías, porque frente a estos especímenes nadie se acuerda de la caridad cristiana.
Un “pitido como el de arbitro marcando penal” o un “Carro de placas tal número deténgase”, le echa a perder el día al más templado; con mayor razón después de un día difícil en el que se escuchó que alguien escandalizo cerca del lugar y al momento, la prensa le dio vuelos al a paradón de Ochoa y puso feliz a todo mundo al momento del tiro fallido de Lewandowski. Bueno el caso es que el “representante de la autoridad” detiene su patrulla o su apantalladora motocicleta con calma se dirige hacia su víctima.
Se para junto a la ventanilla del chofer, y si está de buen humor, se pronuncia esas palabras que ponen la carne de gallina: “Sus papeles”. Como es natural, sabiendo el conductor que no todo está en regla, recibe a su verdugo con una cara de yo no fui; y lo ve y lo saluda con una leve sonrisa de oreja a oreja como para ponerle a tiro y lograr lo mismo que los ablandadores con las carnes.
Desde luego ya tienen a la mano el de a cincuenta o el de a cien, ese ábrete sésamo que compone tantos males que ni todas las medicinas de México compondrían. La primera frase al poli es:
-Pero mi comandante (apenas sargento) ¿Qué he hecho de malo?
-Deme su licencia y los documentos de su carro.
El bacinico ve que el sujeto con el fin de calcular que pudiera estar chueco y mentalmente tasa a su víctima. Pero no se descara, ya que en nuestra ciudad el disimulo y el tantear a la gente es obligado antes de dar el sablazo. “Su licencia esta vencida mi jovenazo”. Con esta frase se arranca en primera, manteniendo el chofer su billullo en la mano, pero aun sin soltarlo en espera del resultado de la puja: en seguida el lloriqueo, la estira y afloja hasta que, ¡por fin!, se cierra el trato, rodeándose el acto de gran solemnidad
Uno entrega la lana al momento del apretón de manos y el otro recibe sus papeles milagrosamente “en orden”. Él se va en su moto o patulla para continuar con su labor de completar su cuota y el otro sigue su camino rezándole a la mamacita del mordelón; tan cristiano el hombre quién lo diría.
Otros mordelones hay en nuestro medio que no son poquiteros. Eso de chacharear “el cien”, los “doscientos” cuando mucho “el quinientón”, es cosa para gente de baja estofa, para personas pobres de espíritu que no tienen deseos de aspirar. Los miran por debajo del hombro conmiserándolos subdesarrollados porque no tienen una técnica de la alta escuela y se conforman con poco. Ellos van tras las diez, veinte o más decenas de talegas; por algo gordo que justifiquen sus desvelos y sinsabores de su labor en bien de la sociedad.
Son, además muy cultos, ya que son egresados de las mejores academias del país; y como tales se jactan de hacer “cantar” a quien se les ponga enfrente. Una “quebradora” obliga a un “si sostenido”, que hacen plasmar en una hoja en blanco, la cual llenan con una declaración más completa y funesta que la de Romeo y Julieta.
Lo lamentable del caso y a pesar de que la gente no les confía ni el vendito, dentro de este gremio, sus miembros no han escarmentado; antes, al contrario, han intensificado sus afanes en pro de su patrimonio, clavando la uña peor que antes. Ahora detienen a supuestos infractores y a fuerza tienen que encontrar algo que este mal. Revisan y vuelven a revisar con el afán de fregar. Con esto solo están echando más leña a la hoguera y aumentando la alegría que siente el ciudadano cuando se entera de que se madrearon a algún servidor de la sociedad.