José Cadalso y Martín Garatuza
Tiempos violentos azotan a la Señorial Valladolid. Ejecuciones a plena luz del día, asaltos, secuestros y demás hechos delictivos que, para su Eminencia, el Inquisidor Alejandro, era una situación “natural” que se presentaría en los primeros meses del mandato del Virrey Poncho “el Sabio”, quien por su parte se encuentra rumbo a la Madre Patria, dejando el territorio a merced de la delincuencia.
Estimados lectores, ¿no se les hace ridículo y, a la vez, preocupante que el Señor Inquisidor, desde el inicio del presente virreinato, haya prospectado que habría muertos?, ¿no se supone que la premisa del ahora Virrey era la seguridad de sus futuros gobernados? Al parecer, a todos nos vieron la cara de… ingenuos, otra vez. ¿Y la seguridad?, se quedó en promesa.
Hasta el momento, van 30 ejecuciones (y contando) en lo que va del año, más los muertos del último cuatrimestre del año pasado, empero, de acuerdo a las infortunadas declaraciones del Inquisidor después de lo ocurrido en la conocida taberna vigésimo quinta, de esta ciudad, el evitar estas muertes no es su responsabilidad y, que los Serenos, no están para cuidar ciudadanos ebrios. En fin, esas muertes no aparecen en su “caja de cristal”, en otras palabras, Inquisidor que no ve, Inquisidor que no siente (ni actúa).
En otros menesteres, el atender las recomendaciones en materia de derechos humanos es imprescindible, derivado de la naturaleza de las actuaciones en seguridad que tienen los Serenos dentro de su formación como vigilantes del orden. Desde el primer día, se le informó a su Ilustrísima que debía atender una de esas recomendaciones, ésta versaba sobre una desventurada actuación de algunos Serenos en el Virreinato pasado. El punto es que, esas recomendaciones, el Inquisidor se las ha pasado por el “arco del Santo Oficio” y ha hecho caso omiso de ellas. ¡Qué rebelde nos salió!, ¿no que el orden genera orden? Sólo son sermones para ocultar su falta de conocimiento, ¿acaso no le han servido las asesorías del Virreinato de la Nueva Granada? Como sea, esta rebeldía le puede costar caro al cuerpo de Serenos.
En otro tema, pero no menos importante, se ha suscitado una dicotomía en el cuerpo de Serenos: los buenos y los malos. Están los que cumplen con los requerimientos pasa ser parte de dicha corporación y realizan cabalmente sus actuaciones y, por otra parte, están los serenos que se han dedicado a ensuciar la profesión, que diariamente molestan a los vallisoletanos hostigándolos en las rúas del territorio (como si esa fuese su consigna) y, por si fuera poco, algunos de ellos son personajes con cierta jerarquía dentro del grupo e incumplen con los requisitos para formar parte de él, usurpando insignias que de ningún modo les pertenecen. Como es el caso del Alguacilillo Menor, favorito del Inquisidor, quien no sabe portar con gallardía el uniforme de los Serenos, entre el sobrepeso (qué cómodo es el sedentarismo), la mala facha y la gran falacia de creer que tiene las capacidades de mando necesarias para tomar las decisiones operativas de la vigilancia de Valladolid. ¿Acaso este individuo no cursó su formación para sereno en una institución acreditada?, ¿será uno más de los egresados de los planteles de Santo Domingo? Habrá que exigirle que muestre su pergamino de control y confianza.
Para finalizar este pregón, podemos decir que no todo es diabólico en el Inquisidor Alejandro. Podrá ser intolerante, abusivo, voluble, inestable, caprichoso, pernicioso, misógino, clasista, incongruente, autoritario, ególatra, pero nunca un buen mando.