J. Jesús Reyna García
Decía de la gran molestia que causó a Alfredo Castillo, que el Gobierno de Michoacán designara por su parte un comisionado para la región de la tierra caliente; de inmediato, con todo el apoyo que tenía, le dieron acceso a un programa de noticias de televisión, en cadena nacional y visiblemente molesto y con su habitual prepotencia, enfadado y enfático, dijo: “yo soy el único comisionado y nadie más”, nuestro comisionado Rubén Pérez Gallardo, que iba en camino a Apatzingán, para iniciar su encomienda, lo escuchó y me llamó para preguntarme que si se regresaba, sólo contesté: “me llamas cuando estés en Apatzingán”.
Con Pérez Gallardo, que permaneció en la tarea, nosotros hicimos nuestro trabajo, apoyamos en reparación de escuelas, etc., y tuvimos un canal directo de comunicación con autoridades, ciudadanía en general y también con los autodefensas.
Hubo una segunda reunión con mandos militares, de Marina, Policía Federal y CISEN, entre otros; para entonces, el Comisionado ya se había reunido con autodefensas en Tepalcatepec, supuestamente en sigilo que no fue tal, pues se hizo público y los autodefensas se sentían ya fortalecidos y apoyados, queriendo salir de la zona a donde estaban reducidos. El Comisionado planteó entonces la conveniencia de registrar las armas de los autodefensas, que eran de calibre reservado al Ejército (cuernos de chivo, AR15, pistolas de calibres 38, 9mm y 45).
Aunque nadie de los asistentes dijo estar de acuerdo, ninguno se opuso; la fuerza real del Comisionado no estaba en el Decreto que dio vida a la Comisión a su cargo, sino en las instrucciones presidenciales al Gabinete. Mantuve mi postura, me opuse señalando que era una forma de legalizar armas, posesión y traslado de las mismas y finalicé diciendo que aquellos que lo hicieran, aunque pertenecieran al Ejército, cometerían un delito, como lo cometieron. Y esas son muchas de las armas que hoy circulan por todo el Estado.
En las reuniones, sin cuidado alguno, ni respeto mínimo, el Comisionado asumía decisiones que correspondían al Gobernador o Gobierno de Michoacán. Le pedí hablar con él. Después de dejar a un Secretario de Estado en el cuartel de la XXI Zona Militar, nos trasladamos a Casa de Gobierno, el Comisionado manejando y el que escribe, entonces le dije: Alfredo, nosotros tenemos la intención de que salgas bien en tu comisión, en tu encargo, por que eso sería para bien de Michoacán y todos tenemos la decisión y el empeño de apoyarte, pero nos incomoda tu trato hacia el Gobernador, todos nos sentimos molestos, pues él es quien representa al Estado de Michoacán y es el Jefe de todos nosotros, trátalo con respeto, con atención, eso mejorará en mucho la disposición de todos. Me dijo, no es intencional, soy descuidado en eso, fíjate que una vez, estando yo de Procurador en el Estado México, me buscó el exgobernador Emilio Chuayffet, no le pude contestar, ni me reporté, por lo que éste llamó al Gobernador Peña Nieto y fue entonces cuando me comuniqué con él. Le comenté: “ojalá hagas un esfuerzo”, ya no hubo respuesta y no creo equivocarme si digo que su rostro denotó su molestia. Tampoco hubo cambio alguno en su actitud, pues siguió conduciéndose de la misma manera.
Castillo dijo al Gobernador que quería tener una oficina en Palacio de Gobierno y otra en Casa de Gobierno, mi comentario al Gobernador fue: no estamos para obstaculizar su tarea, pero el Gobierno Federal es una cosa y el Estatal otra, si no mantenemos esa distancia, luego va a estar tomando decisiones de la única competencia del Gobierno del Estado; él puede ubicarse en cualquiera de las oficinas que la federación tiene aquí. El gobernador decidió entregarle el área que estaba destinada a su Secretaría Técnica en Casa de Gobierno, no le gustó y finalmente se ubicó en una oficina en Tres Marías, acorde al tamaño de su ego.
Erróneamente, el Comisionado estimó que tenía en mí a un enemigo, en realidad no era así, lo que yo pretendía era apoyar de una manera plena y decidida.
Pronto supe las consecuencias de mi postura: él decidió realizar reuniones con “su” Procurador Martín Godoy, “su” Secretario de Seguridad Pública Carlos Hugo Castellanos Becerra, con “su” Secretario del Consejo Estatal de Seguridad, Bernardo Trelles y con sus cercanos como Mariana Sosa que nunca faltó: en el área del Despacho del Gobernador en Casa de Gobierno, participaban algunos funcionarios estatales, yo no fui convidado pero de todo estuve enterado.
En una de esas reuniones se comentó que se había detenido a “El Americano” (autodefensa de Buenavista) y que había sido puesto en libertad por instrucciones del Comisionado. Después, con el tiempo, una persona imprudentemente preguntó en esa mesa, ¿cuándo van a detener a “El Americano”? Y el Procurador Martin Godoy contestó: “cuando me desobedezca”.
Un chasquarrillo de esas reuniones. El Gobernador tenía en el acceso a su despacho, un sanitario privado para su uso exclusivo, el cual usaba el Comisionado, lo que causaba molestia al Jefe de la Casa.
Separadamente, para ver cuestiones financieras y políticas, el Comisionado se reunía con Oscar Juárez Davis, a quien obligadamente el Gobernador había nombrado subsecretario de Finanzas, José Carlos Rodríguez Pueblita, Eduardo Orihuela ocasionalmente, Jesús Alcántara, funcionario de SEDATU y algún otro michoacano invitado especial del Comisionado.
Por otra parte, en una reunión que tuve con el Subsecretario de Gobernación Luis Miranda Nava, éste me comentó que Castillo estaba planteando, allá en la Ciudad de México, mi salida del Gobierno de Michoacán. Lo entendí, pues algunos de los que encabezaban a los autodefensas decían abierta y públicamente que no tardaba yo mucho en salir del Gobierno, que el Comisionado había hecho el compromiso con ellos, esto fue noticia en varios medios de comunicación locales.