Blanca Piña
Senadora de la República
El pasado 28 de junio nos estremeció la terrible noticia de la localización de un remolque de tráiler con decenas de migrantes sin vida. De las 53 personas, 27 eran connacionales y 26 eran procedentes de diversos países de Centroamérica. Mediáticamente, se propagó la idea de que la causa de las muertes fue debido a las altas temperaturas, más de 40 grados centígrados, y la falta de agua y ventilación. Pero esto no es preciso.
Los hechos en San Antonio, Texas, se suma a la crisis humanitaria que viven miles de migrantes en su paso por México, pero también de los connacionales que se ven obligados a abandonar sus hogares por la pobreza y la marginación.
Basta recordar el camión encontrado en 2003 en Victoria, Texas, con 73 migrantes en su interior, quienes viajaban soportando altas temperaturas sin alimento y agua. Este hecho tuvo como consecuencia el asesinato de 19 personas, entre las que se encontró al menos un infante de cinco años. En 2010, en San Fernando, Tamaulipas, se encontraron los restos de 72 migrantes secuestrados, torturados y asesinados por grupos de la delincuencia organizada. Podríamos escribir una lista interminable.
Los asesinatos de migrantes no son una excepción, son un fenómeno recurrente provocado por la falta de oportunidades, la violencia y la necesidad de explotar mano de obra barata y sin derechos. Pero también porque los crímenes cometidos en su contra, en la mayoría de los casos, quedan impunes, debido a que su origen humilde los hace invisibles ante las instituciones de justicia tanto de México como de Estados Unidos.
La crisis humanitaria que padecen los migrantes se agrava por la propagación de los discursos discriminantes y de odio, que se fomentan en ambos lados de la frontera, promovidos desde posiciones de poder en medios de comunicación, gobiernos y organismos privados. Estos discursos tienen por objetivo criminalizar a las y los migrantes y crear un ambiente perfecto para la inacción ante la vulnerabilidad a la que día a día se enfrentan en su larga huida de la pobreza.
La crisis humanitaria migrante es una realidad que se abre paso ante la falta de acciones contundentes que permitan el tránsito libre y seguro de personas, que salen de sus lugares de origen por la desesperada búsqueda de mejores condiciones de vida, huir de la violencia o salir de contextos de falta de oportunidades. No es una migración libre, sino un verdadero fenómeno de desplazamiento forzado.
Cuando la criminalización de la comunidad migrante ha sido una estrategia política históricamente usada por los grupos conservadores y de derecha, es necesario que la izquierda y los grupos progresistas asuman dos principios básicos: la idea de que ningún ser humano es ilegal. Y luchar por asegurar mejores condiciones de vida para todos y todas, pero en especial para quienes viven mayores condiciones de vulnerabilidad.
Durante la reciente reunión de los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador, y de Estados Unidos, Joe Biden, para tratar, entre otros, el tema migratorio, se habló de la necesidad de ver a la migración como un reto regional, atendiendo la falta de oportunidades que impulsan a muchas personas a buscar mejores condiciones de vida.
Es de destacar que, la postura que impulsó el presidente López Obrador estuvo enfocada en superar los discursos criminalizantes y las políticas restrictivas. Urgió a poner sobre la mesa caminos reales para atender el tema migratorio, desde una perspectiva de impulso de oportunidades a través de la generación de empleos en la región y de la creación de mecanismos legales para el tránsito de personas.
De lo que se trata, lo señaló bien el presidente, es de cambiar la política migratoria para no dejar vacíos de los que se puedan aprovechar los traficantes de personas. También se trata de acabar con las violaciones a los derechos laborales de la mano de obra migrante.
Desde este lado de la frontera, en México, es nuestro deber hacer frente a lo que nos toca, recuperar los derechos laborales que permitan generar condiciones de vida dignas para que nadie deba dejar su tierra por falta de oportunidades, así como, cerrarle el paso a los discursos de odio contra las y los migrantes que transitan por nuestro país. Recordemos siempre que ¡ningún ser humano es ilegal!