Isidro Galicia Ramos
En las mayores crisis sociales de los pueblos y de las naciones, la desesperanza ha sido un instrumento demoledor de las democracias. La historia nos educó y el pasado nos alertó de los graves riesgos que significa el desaliento esparcido en el pensamiento popular. Guardando las proporciones históricas el nazismo es un claro ejemplo.
A 5 años y a 2 años que Morena llegó al poder en el país y en Michoacán, respectivamente, se confirma la reflexión: La trampa perversa de la desesperanza. Hoy, el contexto de violencia, del poder criminal y la gradual pérdida de las libertades elementales del pueblo, imponen un régimen de impunidad y nuevamente aparece un territorio fértil para la desesperanza.
Mientras la autoridad y el gobernador, Ramírez Bedolla desestiman y pretenden aminorar los estragos sociales ocasionados por la brutal criminalidad. Sin respuestas, ni razonamientos y sentido común el mandatario michoacano se ufana de la estrategia de seguridad, construida con un basamento malicioso de propaganda política y de la ideologización del movimiento “transformador” como estrategia electoral.
Reconocer la fallida estrategia, es aceptar el fracaso. En tiempos facciosos y de cólera política, Ramírez Bedolla ni se inmuta, conmueve o se resigna a reconocer que al día de hoy Michoacán se encuentra en la orfandad legal y de gobierno. Miles de michoacanos y michoacanas deben someterse a la voluntad de grupos delictivos, dueños y amos de las vidas ajenas.
A dos años del gobierno de Morena en Michoacán se paga un alto costo social y político. Aunque los tiempos nunca fueron mejores en el pasado inmediato, hoy a un gobernador y un partido responsable de actuar y preservar los más valioso para un pueblo y un ser humano: La vida. Hasta hoy el fracaso está consumado. Mientras tanto, Michoacán y su pueblo deben aceptar con resignación su suerte.