Jorge Hidalgo Lugo
El incesante ataque mediático y amenazas legales que Andrés Manuel López Obrador dirigió desde que el PRI no apoyó su reforma eléctrica, al fin da frutos y tiene en la lona a Alejandro Moreno Cárdenas, con lo que se apresta a conseguir los votos suficientes para dar visos de constitucionalidad al atropello que significa militarizar la policía en el país.
Pero no sólo es doblegar a esta parte de la alianza opositora en el Congreso de la Unión, sino además pavimentar el terreno para una eventual reforma política que tiene como objetivo principal desparecer al Instituto Nacional Electoral y los organismos similares que hay en todas las entidades del país y sea así el gobierno a su cargo, el que diga cómo, cuándo y dónde se van a realizar comicios y también el que determine quién gana los mismos.
En una palabra, el autoritarismo marcha viento en popa para acomodar las piezas que permitan una continuidad aterciopelada en el poder presidencial, con la corcholata que finalmente decida su dedo elector y cumplir así con otra ambición anti democrática y totalitarista que alberga en la mente del mesías de Macuspana.
La oposición que se durmió en sus laureles y anduvo inmersa en sus sueños de opio creyendo que por méritos propios cada una de las menguadas fuerzas que la integran tendría el privilegio de ser “mano” en la partida a jugar en los comicios del año entrante, hoy tiene un lúgubre despertar porque la persecución del presidencialismo imperial, no termina con la claudicación del “rebelde” Amlito Moreno.
La fórmula da resultado y no será nada aventurado suponer que ahora los objetivos, el blanco de los nuevos obuses, tendrá otros nombres y rostros de entre quienes pretendan salir al paso del atropello obradorista, que no sólo incluye a la clase política, sino también a los medios de comunicación, académicos, empresarios y todos aquellos líderes de opinión que osen cruzarse en el trayecto de quien se afana en imponer la dictadura perfecta en México.
La marcha que congregó a más de 250 mil personas en la ciudad de México y que fue invisible para los medios informativos, es una demostración más que tangible, de cómo se está operando para silenciar por las buenas o por las malas, a los medios en esta etapa de consolidación del autócrata a contra pelo del deterioro nacional que se vive en todos los rubros medibles como son seguridad, economía, inversión, creación de empleos, salud y desarrollo, por citar solo algunos.
Con la fuerza del Estado a su disposición, los militares comiendo de su mano, protegidos y como nunca, privilegiados con acceso a miles de millones de pesos por los servicios prestados para traicionar a la patria, López Obrador pareciera ya no tener nada que temer y por el contrario, parece solazarse de sus logros con los lances sarcásticos y burlistas como el de invocar “divorcios” cuando ya no hay “entendimiento entre las partes” según festinó lo que está por venir entre PRI, PAN y PRD.
La parte débil de la “resistencia” opositora ha mostrado el resquebrajamiento desde la “renuncia” a la bancada del PRI que hace unas semanas anunciaron los vendidos diputados federales Samhir Fernández y Carlos Miguel Aysa Damas.
Ambos se fueron a Morena bajo el pretexto del rechazo a los actos de corrupción en que han pillado a Amlito Moreno, del que se dijeron avergonzados, pero que han cobrado en alta cotización su traición como ha sido con todos los trapecistas y chapulines que han visto en el partido de Estado, la ventana para continuar succionando la ubre presupuestal con insaciable voracidad.
Las señales que no quisieron ver los líderes opositores hoy planchan la ruta trazada desde Palacio Nacional y salvo un viraje milagroso que sólo la sociedad civil pudiera dar, no habrá futuro para México en manos de los partidos políticos opositores, minados, abatidos y en retirada, víctimas de sus propios excesos, condenados por su nebuloso pasado y bajo amenaza de mayor persecución o destierro, por parte de quien hoy goza su anticipada victoria.
López Obrador, conocedor como pocos de las entrañas del PRI, del que surgió y aprendió todas las trapacerías que hoy utiliza, no iba a dejarse amedrentar por la moratoria constitucional que anunciaran los desechos del tricolor junto con el PAN y PRD.
Por ello echó mano de la impresentable Layda Sansores, instrumento de su vendetta política, para administrar los ataques que fueron de menos a más y acabaron con el dirigente nacional del PRI hasta poner al borde de la tumba, cualquier intento opositor de dinamitar sus patológicas ambiciones de poder transexenal.
El propio Marko Cortés, dirigente nacional del PAN, tuvo una tibia aparición para señalar su rechazo a la propuesta, presentada por la diputada priista Yolanda de la Torre, que abre la ruta a la militarización del país, pero sobre todo puso en jaque el compromiso que con antelación habían asumido como bancadas opositoras de no permitir que se modificara la Constitución con reformas de este tipo.
Como es cosa de esperar los tiempos que corren y no hay en el horizonte nada que detenga el paso depredador del obradorismo, bajo este tenor el paso sugiente es acabar literalmente con lo que queda de instituciones democráticas y legar a las futuras generaciones un México avasallado, bajo la bota militar, un imperio del crimen organizado y una ridícula minoría gozando por tiempo limitado de las dádivas que le alcance a repartir, al tirano que se cree eterno y podrá gozar de su hazaña socialistoide.
Lo único que puede hacer contrapeso ahora, está en manos de la sociedad civil, de esos millones de apáticos y timoratos mexicanos que siguen creyendo que del cielo vendrá el remedio, por lo que hasta ahora prefieren esconder la cabeza y conformarse con vivir con lo poco que les queda, porque los ricos, los millonarios, los fifís, saldrán huyendo con sus capitales en cuanto vean en riesgo sus riquezas bien o mal habidas.
Al tiempo.