Jorge Hidalgo Lugo
En medio de una creciente crisis de credibilidad, el gobierno federal no atina a convencer a la población que el deterioro en la salud que acusa Andrés Manuel López Obrador, se constriñe a un simple contagio de Covid-19 y que pronto saldrá de la convalecencia a seguir con su ritmo de trabajo.
La versión oficial no convence ni a sus más fieles seguidores y ahí radica el principal fundamento para que la especulación crezca a dimensiones insospechadas y, sobre todo, se tenga más confianza en la versión periodística que da cuenta de un desvanecimiento del dueño de Morena, cuando apenas iban a comenzar el desayuno previsto en la base militar de Mérida, antes del recorrido para supervisar los avances del tren Maya.
En el debate que se registra y donde las benditas redes sociales han tomado, como ya es costumbre, un papel preponderante, la sospecha de algo más grave en la salud del tabasqueño se cimenta en el grado de hostigamiento y ataque sistemático, denostación e insultos, con que se pretende defender la versión oficial de un mal menor y de pronta solución para que lo veamos pronto otra vez en la brega.
Esto es, ante el relato informativo con detalles que se ha difundido por la fuente periodística y otras filtradas en las redes sociales dando cuenta de presuntos accidentes cardiovasculares, infartos, parálisis facial, paraplejías y demás, el círculo rojo del obradorismo que encabeza Adán Augusto López, sólo se ha limitado a calificar de “mentiroso” al Diario de Yucatán y estigmatizar como “infodemias” a las versiones periodísticas publicadas.
En el análisis de la situación que obliga a la frialdad, ni millones de malquerientes que han tomado por asalta las redes sociales y mucho menos los feligreses, incluyendo cuadros distinguidos de Morena, han reparado en algo que podría dar por terminado el debate mediático y acabar de tajo con la morbosidad despertada.
Si como aconteció en las dos anteriores ocasiones que se dijo López Obrador había sido contagiado por Covid-19 y horas después se mostraran fotos y hasta videos en donde aparecía recuperándose, lo hicieran de nueva cuenta tenemos por seguro que ya no habría paso a ninguna especulación y el tema tendría que ir al archivo de lo intrascendente.
Pero en esta ocasión, a más de 72 horas del incidente, no hay parte médico, tampoco un testimonio convincente que podría obtenerse, si a la distancia y debidamente protegido, alguien del área de comunicación social -el propio Epigmenio Ibarra, incluso-, hicieran esas tomas para difundir copiosamente, como acostumbran, del convaleciente desde Palacio Nacional.
Así las cosas, la versión que adquiere mayor fortaleza es la del directivo del diario yucateco quien habiendo tenido la oportunidad de publicar un desmentido, dar marcha atrás a la versión del desvanecimiento, movilización de militares para llevar en vilo a una ambulancia y su inmediato traslado aéreo a la ciudad de México, no lo ha hecho.
Y este elemento es algo que prevalece en el rastreo informativo porque el rotativo, dueños y directivos, han recibido toda clase de presiones oficiales e insultos generosamente dedicados desde la granja de bots a cargo de Presidencia, sin lograr hasta el momento tal desmentido y mucho menos, variar una sola coma al contenido del relato por demás ilustrativo.
A falta de un parte médico confiable, por igual se ha abierto la puerta a toda clase de rumores que en su inmensa mayoría, son adversas a la discursiva obradorista que por única argumentación, invocan a la publicación en Twitter desde la cuenta personal del desvanecido, da cuenta del resultado positivo que a su decir, arrojó estar afectado otra vez por Covid.
Ni el intento de la no primera dama por dar un mensaje tranquilizador con la certeza que ya estará pronto de regreso a sus actividades el papá de su hijo, lo logró.
El tiempo transcurre y al parecer en el cuarto de guerra o área de control de daños de Palacio Nacional, no atinan aún qué decir o cómo atajar especulaciones que para la salud política, social, económica y de gobernabilidad del país, comienza a ser urgente.
Porque si en una eventualidad el enfermo no evoluciona satisfactoriamente, se agrava o hay una complicación mayor, con los antecedentes de cardiopatía, hipertensión y otras que se dice, tiene López Obrador, entonces la responsabilidad mayor recaerá en el séquito de especialistas que lo atienden en estos momentos.
Acusaciones incluso que puedan hacer por un tratamiento no acorde a las condiciones físicas que presenta, pese a la atención inmejorable que le dedican ese ejército de especialistas con el respaldo de la más alta tecnología de aparatos médicos con que cuentan.
El sospechosismo lo fortalece la noticia poco difundida de la iniciativa presentada en el Senado de la República por los petistas Geovanna Bañuelos, Cora Cecilia Pinedo y Joel Padilla, en busca se apruebe que sea por voto de los ciudadanos “nombrar un Presidente de la República sustituto en caso de la falta absoluta del mandatario en turno en primeros cuatro años de la Administración”.
El documento que ya se turnó a comisiones busca reformar el artículo 84 de la Constitución, donde se establece que ante la falta absoluta del presidente de la República, el sustituto es designado por el Congreso de la Unión y con la reforma se pretende ampliar por dos años más el periodo en el que se puede elegir de forma democrática al presidente sustituto
Y también, para quienes afirman sin fundamento pero con insistencia notoria, que esta presunta recaída en la salud de López Obrador es sólo un ardid para desviar la atención sobre los problemas serios que se viven en la conducción del país y la invocación a la desobediencia civil para doblegar al Poder Judicial como ya se da con la toma inescrupulosa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, deben medir el riesgo que una situación así tendría para la minada credibilidad que acusa quien pretende la instauración de un Maximato versión Macuspana.
Evadirse, tirar bolas de humo ante la creciente presión de los Estados Unidos por una respuesta convincente y certera para la colaboración requerida -permiso especial si se pretende- a efecto que la DEA continúe con la detección y aseguramiento de los hijos del señor Joaquín Guzmán Loera a quienes tiene probado y comprobado, han inundado de fentanilo a esa nación, no serviría de mayor cosa porque esa decisión de Estado no tiene vuelta de hoja y lo harán con o sin el apoyo del gobierno de México.
Por donde se le busque, la apuesta por una presunta victimización bajo la falacia de una enfermedad inventada, es un riesgo mayúsculo y lo mejor sería, en todo caso como un mal menor, que sí esté afectado por el coronavirus y goce de esa atención médica y suministro de fármacos a granel, que por su posición tiene.
Gozar de esa suerte y privilegio que por desgracia en este país no tienen millones de pobres y mucho menos alcanzaron más de 333 mil mexicanos que han muerto por falta de atención oportuna, suministros médicos o mala atención recibida en las instituciones de salud pública, víctimas del Estado fallido en que vivimos y que ya no podrán ver cuando alcancemos un servicio de salud mejor que en Dinamarca.
Vale…