Jorge Hidalgo Lugo
Lo acontecido en los comicios del Estado de México, dejó en claro el desinterés, desprecio y hasta cobardía, con que millones de votantes ven el destrozo que se hace del país por parte de una clase gobernante que basa en el atropello, destrucción de instituciones y conculcación de derechos, su forma de exterminar cualquier viso de democracia que pudimos haber tenido hasta antes de su arribo al poder.
Una elección de Estado previsible, cantada, sufragada con dinero de todos los contribuyentes, donde el principal instructor del atropello fue Andrés Manuel López Obrador, quien contó por igual con la complicidad y traición de Alfredo del Mazo, un mandatario más que entregó la plaza desde hace tiempo a cambio de impunidad y tal vez, un cargo diplomático como otros surgidos del extinto PRI, que han sabido vender sus favores a la tiranía de mediocres.
Pero además el insufrible actuar de una “alianza opositora” cuyos dirigentes sólo buscan para sí rescatar algún mendrugo del pastel que ahora devoran los adversarios, indigentes de la política que creen llegado el momento por igual de vender la causa a cambio de no ser perseguidos por el poder de horca y cuchillo que, a semejanza del PRI hegemónico, hoy ejerce Morena.
Los análisis que se realizan a raíz de esta debacle anunciada deben dejar en claro que la ignorancia y la pobreza volvieron a ser asideras de quienes a billetazos y amagues de retirar apoyos del “bienestar” lograron inclinar la balanza a su favor.
Una elección, sin duda, que no debe presumirse ganó Morena, sino lamentar que perdió México.
Porque el camino al absolutismo se ensancha y no hay en el horizonte quien salga al paso de los abusos que se cometen y seguirán cometiendo al colocar como gobernadores a delincuentes electorales confesos de robar dinero a trabajadores bajo la figura de “cuotas voluntarias,” como en el Estado de México y hasta solapar que ya en el ejercicio del poder, persigan y violenten derechos, como Cuitláhuac García, de Veracruz, quien por consigna mandó detener y encarcelar a Angélica Sánchez Hernández, jueza en Cosamaloapan.
Este siniestro personaje, ejemplo de lo que es para Morena el ejercicio del “pinshi” poder al frente de un gobierno, donde la libertad de expresión es acotada y se cobra con la vida de quienes quieren ejercerla como los periodistas ejecutados impunemente, y quien en su papel de tonto útil, manda su canallesco mensaje de lo que puede suceder a magistrados y jueces que no se plieguen al obradorismo en el momento y circunstancias que lo necesite.
El mismo primate que encabezó una marcha que llamó simbólica, paseando ataúdes con la figura de la ministra Norma Alicia Piña, en el plantón que López Obrador mantiene bajo su patrocinio, fuera de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Se podrá tratar de justificar que esta elección que hoy tiene desatado el ánimo opresor de Palacio Nacional, obedece a que “el pueblo bueno y sabio” está del lado de quienes destruyen México y no les faltará razón.
Lo que cuesta trabajo es tratar de entender dónde se esconden, por qué se acobardan, qué les sucede a esos millones de mexicanos que prefieren quedarse en el confort sin salir a votar.
Millones de apáticos que como nunca son responsables del México en colapso que permiten con su apatía y desinterés el derrumbe en que estamos. Como si el miedo y el paternalismo fueran la única fórmula válida del autócrata para imponer su paso depredador.
No creo que haya una explicación sociológica que justifique se hayan quedado en el abstencionismo más de 4 y medio millones de personas que esta vez prefirieron disfrutar del domingo social o en familia, reduciendo su participación de 52 a 45 por ciento en comparación del 2021, donde su voto puso a temblar al proyecto del opresor que hoy se relame los bigotes desde su trono frente al zócalo capitalino.
Y no, por supuesto que no se debe dar como premisa válida, decir que Morena y sus consortes, promiscuos aliados del Partido del Trabajo y Verde Ecologista, avanzan solos en la depredación del país.
La culpa principal que esto avance recae en la clase media que esas 4 millones 500 mil personas, en edades de 18 a 32 años, se hayan quedado pasmados e indiferentes en sus domicilios del Estado de México.
El desmantelamiento de instituciones, los agravios para la población vulnerable como son los enfermos a quienes se les acaba de cancelar la posibilidad de mejor atención a su precaria salud con la desaparición de 34 normas oficiales que al menos en el papel, permitían a miles de mujeres y niños tener acceso a los mejores tratamientos disponibles y una esperanza de vida mayor durante y después del cáncer. No se diga otros millones de afectados por males derivados de la diabetes y diversas patologías letales.
Nadie parece reparar qué pasará con estos enfermos, nuestros enfermos y sus familias que enfrentan esta terrible realidad, mientras hay quienes aplauden con indignidad recibir limosnas clientelares del bienestar, cada dos meses y con ello se dan por bien servidos.
Por eso es necesario y triste reconocer, frustrante quizá, que Morena no es quien destruye al país y avanza inexorable en esa tarea, sino los millones de personas que siguen sin preocuparse, ni participar, ni salir en defensa del México que se nos va.
Nada justifica la apatía y el vale madrismo, ni el recurso de acusar a la clase política podrida y corrupta que se dice estar en la “oposición” de ser actores complacientes y medrosos, que voltean hacia otro lado para no ver cómo se acaban al país.
Porque en todo esto sólo hay un auténtico responsable que el México democrático se desmorone, que las libertades se vayan por la cañería de Palacio Nacional y se acabe con el estado de Derecho que hasta hace 4 años y medio se tenía, antes de la llegada de quien pavimenta a sus anchas la dictadura perfecta.
Sí, sin duda, esos responsables son y deben reconocerlo, aceptarlo, aquellos adoradores de la apatía, soberanos de la abstención.
Ellos, sólo ellos, deberán responder a sus presentes y futuras generaciones de por qué pudiendo impedirlo, dejaron que Morena, sus alianzas promiscuas y advenedizos traidores a la patria, dejaron que la dictadura llegara a esta nación.
Y sí, sin duda, en los comicios del Estado de México no ganó Morena y sus lactantes sin destetar.
En esos comicios el único perdedor es México y ahí, aunque no lo vean, aunque no lo crean, vamos todos en el mismo barco y sus consecuencias por igual, caerán en todos, como espada de Damocles.
Vale…