Jorge Hidalgo Lugo
Hacer público el contenido de archivos que se mantenían en secreto y cuyo contenido pone en evidencia actos de corrupción y latrocinio de un gobierno, en cualquier parte del mundo provocaría una ola de indignación social que reclamaría la renuncia inmediata, el abandono de funciones de los involucrados. Pero en México, para fortuna de quienes detentan el poder presidencial, esto es cosa de juego y nada parece interrumpir ni alterar su paso depredador.
Lo acontecido con el hackeo que se hizo a la Secretaría de la Defensa Nacional, no sólo demuestra la vulnerabilidad de una instancia a la que se le está por entregar el total manejo del país, acabando con la endeble democracia minada por la deformación de cuarta, sino además deja al descubierto, desnuda la manera en que se han coludido gobierno y fuerzas castrenses para espiar a sectores y personas, en evidente violación a sus derechos humanos.
No se trata sólo de perder de sopetón el ropaje, el disfraz de un régimen dedicado a acabar con la corrupción y hacer un imperio de honestidad con el ejemplo de la principal figura, engatusando a sus feligreses y desperdiciando criminalmente miles de millones de pesos para cumplir con caprichos personales, obsesiones de poder con las que imaginó pasar a la posteridad como prohombre, un estadista inconmensurable y que no logrará.
Prácticas de tortura, abusos sexuales, 42 jefes militares involucrados en esos expedientes secretos que atesoraban información de Estado, por parte del tirano quien les ha entregado el país a cambio de impunidad, llegado el momento de ser perseguido para responder por las atrocidades cometidas, pero no contra un sector en particular, sino por destruir un país con sus obsesiones patológicas.
La proliferación de datos reservados que se presume alcanzaría los 4 millones en documentos de todo tipo, más de 6 Terabytes que equivalen a 40 millones de páginas o 3 mil horas de video de alta definición, donde se encuentra una parte de la escoria del poder presidencial y que en vez de asustar al involucrado, lo ha hecho optar por su salida recurrente, la victimización e invocar a su feligresía, ese pueblo que dice, lo arropa y protege contra cualquier “calumnia” de sus enemigos los conservadores, los fifís, Felipe Calderón, Loret, etc., etc., etc..
Espionaje para controlar y hacer del chantaje político la divisa con qué extender el poder y sentirse dueño de un país que se debate en la inmundicia generada por el crimen organizado, con el apoyo de las fuerzas castrenses y el presidencialismo imperial, convergentes en una triada imbatible, temible y además, sin nadie que la pueda o quiera combatir, no se diga destruir.
Así la siniestra complicidad que tiene Andrés López Obrador no sólo con la verdadera mafia criminal, sino con la que prevalece y aumenta entre militares, permite que en México no trastabille el presidencialismo imperial, sino por el contrario, ahora se dé el lujo de alardear con alto grado de cinismo siniestro, que el próximo año hasta línea aérea tendrán los violadores de derechos humanos, con aeronaves alquiladas y el nunca sorteado, Avión Presidencial.
Lance que denota el alcance que tendrán en los años por venir los que hace tiempo fueron calificados por muchos de los que ahora veneran a López Obrador, como integrantes del “gorilato” que manchó con sangre episodios de la historia reciento como el 2 de Octubre, que ahora sí, ya no podrán gritar “¡no se olvida!”.
En el México pusilánime y cobarde que hoy es escenario ideal para las atrocidades del autócrata enfermo y desquiciado, sólo es concebible que todo lo que hay por conocer aún de esos archivos obtenidos de manera ilícita por “Guacamaya”, como se autodenomina un colectivo de hacktivistas anónimos, no suceda aparentemente nada.
El trabajo de esos hackers cuya principal motivación es promover una causa política mediante la vulneración de los sistemas de gobiernos y empresas, comienza a circular de manera intensa en redes sociales.
Nadie sabe aún los alcances del contenido que falta por conocerse, pero es un hecho que ahora la estrategia es apretar el paso y culminar la entrega pactada del poder a la milicia y por ello fue fundamental consumar la traición en el Senado de la República por legisladores del PRI y PRD, que avivaron el horno y así garantizar su permanencia en el poder más allá del 2028 si las fuerzas castrenses así lo deciden. Cómplices de la creación de ese régimen narco militar que está por venir.
Tiempo suficiente que consideran tendrán para limpiar su cochinero, poner a salvaguarda al enfermo de Palacio Nacional y acabar finalmente con el Estado de Derecho que hubo alguna vez en el México que se puso en manos de Morena y sus depredadores y que destruyeron de manera perversa y desquiciante.
Todo esto mientras amagan, persiguen, acosan y tienen a salto de mata a editores y autora del libro “El rey del Cash”, cuyo contenido exhibe en su mísera dimensión a López Obrador, con datos precisos y testimonios que lo acusan de corrupción, traición política y cómo hizo una fortuna de millones de pesos, bajo la falacia de no tener ingresos, sólo las regalías de sus libelos infumables que nunca alcanzaron a ser éxito de ventas.
Pero por desgracia, con todas las pruebas en la mano, México y su gente parece extraviado, han perdido valor, están resignados y hasta dispuestos a ser sometidos a la bota militar, a los caprichos de poder con el cobarde argumento que al fin y al cabo “el PRI y el PAN robaron más y nunca hicieron nada”.
Pobre México, un país que se consume en las garras de un enfermo de poder y tirano región Macuspana…