Jorge Hidalgo Lugo
Al finalizar febrero, los estropicios legados por el crimen organizado son de un cruento subido y sólo el principal responsable que esto suceda, sigue desperdiciando recursos y tiempo en pelear contra enemigos imaginarios, deshonrando adversarios y utilizar el manido argumento de responsabilizar al de antes de los yerros que se cometen en el presente.
Andrés Manuel López Obrador no asume su responsabilidad, ni lo va a hacer al final del sexenio fallido que representa, por las 146 mil 891 ejecuciones que contabilizaban hasta este lunes 20 de febrero, gracias a su pasividad siniestra de poner en manos de los narco aliados, el dejar hacer, dejar pasar en territorio mexicano.
Los abrazos y no balazos, pretexto con que quiso ocultar su siniestra complicidad con quienes le siguen ayudando a ganar elecciones contra la voluntad popular, como aconteció este fin de semana en Tamaulipas, es en realidad la única responsable que ahora México aporte al menos 17 de las ciudades más peligrosas al mundo, que se acaban de dar a conocer fueron medidas en el 2022.
Las cifras que esta macabra marcha del narcoestado en que han convertido a México, Morena y sus aliados, no son para presumir mucho menos motivo de ocultamiento y aun cuando los recursos de distracción que maneja el manipulador de Palacio Nacional son infinitos, el baño de sangre va dejando su mancha indeleble al extremo que podremos ya hablar de los Muertos de López Obrador, como estigma que le deberán perseguir en cuanto abandone su apoltronada vida lujosa y desahogada de preocupaciones en el México que ha destruido a conciencia.
Porque la numeralia debe ser testimonio irrefutable, aun por sus más feroces defensores a sueldo, y demostrar que López Obrador ya rebasó las muertes de Felipe Calderón quien en su sexenio intentó combatir a las bandas criminales y dejó una estela de 120 mil 463 homicidios dolosos.
El no menos despreciable régimen del corrupto y frívolo Enrique Peña Nieto no fue capaz de hacer mejor papel y dejó como herencia maldita 156 mil 066 ejecutados, en esos años de corruptelas y malos manejos de los recursos, latrocinios que cínicamente se han ocultado en esta administración morenista, como pago de favores a los 10 millones de votos que desde su extinto poder, le proporcionó el priista mexiquense a su sucesor quien hasta la fecha le da trato amistoso, de respeto y rara vez lo sataniza.
De ese tamaño la presunta componenda que le permitió llegar a Palacio Nacional y comenzar su labor depredadora al tirano de Macuspana.
Pero lo lacerante del país que vive sumido en el rezago más nefasto de las últimas décadas en renglones de inversión privada, seguridad pública, salud, desarrollo tecnológico, crecimiento democrático y combate a la corrupción, son temas que realmente nos deben ocupar y preocupar.
Por tanto, encontrar que México se ubica en el concierto internacional como uno de los países que más levantan rechazo por los niveles de violencia que se viven, es materia de obligado análisis y reclamo a quien prefiere repartir abrazos a criminales en vez de perseguirlos y llevarlos a tribunales.
En cambio es implacable en su persecución contra instituciones como el Instituto Nacional Electoral, periodistas incómodos a quienes ha quitado tribunas por presión-chantaje de Estado y hace escarnio de sus trayectorias, achacando vidas plagadas de deshonestidad y presunta corrupción, cuando en su entorno no resiste el análisis, ni pasan la prueba de ácido, comenzando por su familia, hijos, hermanos, primos y parentela enquistada en altas esferas del obradorismo, gozando de las miles que da el “pinshi” poder a manos llenas, sin que nadie los fustigue o señale con el índice flamígero que se erige inclemente desde el patíbulo mañanero.
Así mientras los enemigos de López Obrador sean los neoliberales, los conservadores, los que critican la transformación que sólo él concibe en sus sueños fantasiosos, el país se derrumba en manos de los cárteles criminales a quienes el respeto por la vida humana y patrimonios ajenos, les importa tanto como al aprendiz de dictador.
De ahí que en el perverso juego mediático que ejecuta el opresor, la realidad lacerante de masacres, acribillamientos y ejecutados, es tema intrascendente, no así irse a la yugular con todo el peso del aparato de Estado contra académicos, intelectuales, artistas, investigadores, grupos feministas, padres de hijos con cáncer y demás sectores que intenten alzar la voz para criticar su errático proceder.
Mientras tanto, no es de extrañar que los narco aliados sigan su paso inexorable, bañen de sangre al país y dejen en calidad de aterrorizados a los habitantes de las ciudades más peligrosas del mundo que hay en México, sino también de aquellas que sin estar en ese ranking, sufren la zozobra de ver cómo se ciegan vidas con total impunidad por quienes, son, encima de gobernadores y presidentes municipales, los que realmente detentan el poder y actúan en consecuencia.
No es de extrañar entonces que México sea estigmatizado en el mundo y se diga con total asertiva que no existe antecedente alguno, en ninguna parte del planeta, donde se haya dado el caso que un presidente hubiera adoptado como política de seguridad pública desentenderse de los abusos que cometen los grupos criminales y por el contrario, tácitamente dejar que a manos libres ejerzan su poder y siembren violencia, aterroricen a la población sin nadie quien les impida su macabro accionar.
Incluso países con mayor retraso donde se pensaba era imposible ganar la partida al crimen organizado, han avanzado más que México y ahí están a la mano los ejemplos de Guatemala, El Salvador, Brasil y hasta Honduras, donde no hay gobiernos que pacten con criminales y nos superen ahora ya dentro del ejecutómetro con menor incidencia.
Bajo este contexto no debe sorprender que Michoacán en los 16 meses que lleva el morenista Alfredo Ramírez Bedolla al frente, se contabilicen hasta este febrero, 96 masacres con 404 víctimas, donde hay hombres, adolescentes, policías y figuran 41 mujeres, como bien lo documentó Sergio Cortés Eslava, director de Artículo 7 y colaborador, analista de portalhidalgo.com.
Por eso es que también, el baño de sangre que se registra en Michoacán dejó como saldo, apenas el pasado fin de semana, una racha violenta en al menos 9 municipios donde se registraron 14 aejecutados, entre ellos dos mujeres, también reportado por Cortés Eslava.
Vivimos entonces las consecuencias de un gobierno entreguista que combate a la sociedad civil por atreverse a criticarlo, pero da total amplitud y facultades al narco crimen para estar en condiciones de cobrar facturas en los comicios por venir y hagan lo que hicieron en Tamaulipas, apenas el domingo anterior en favor de Morena y sus candidatos.
Nada más, pero nada menos…
Vale…