J. Salatiel Arroyo Zamora
Como ya se está haciendo costumbre, el martes la ciudad de Zitácuaro nuevamente amaneció convulsionada, secuestrada. Esta vez no fue por el miedo que ocasionan los enfrentamientos y asesinatos, pero si por la ocurrencia de los transportistas, que para presionar a las autoridades y exigir respuesta a sus demandas tomaron como rehenes a los pobladores de la ciudad y sus principales proveedores, a quienes están obligados a prestar un servicio eficiente y de calidad; pero que en lugar de ello, les impidieron transitar con libertad, asistir a sus trabajos, citas médicas, a las escuelas (que se vieron obligadas a suspender clases), etcétera.
A todos nos consta que los principales generadores del caos en el centro de la ciudad y la zona de la central camionera son precisamente los transportistas “concesionados” y comerciantes informales, además que los primeros contratan choferes en su mayoría pésimos conductores, descorteses con los pasajeros, groseros con otros automovilistas e irrespetuosos de las normas de tránsito y vialidad.
Además, se debe aclarar que fueron favorecidos con una “concesión”, con un permiso, licencia o autorización para prestar un servicio que es obligación del gobierno brindar, pero que les concede esa oportunidad a los particulares para que lo hagan con pulcritud, eficacia, amabilidad y respeto irrestricto a la ley de tránsito y vialidad, de lo contario en cualquier momento se les puede revocar o cancelar dicho beneficio o ellos mismos, los concesionarios, pueden dimitir si dicha concesión no les resulta conveniente.
Contrario a lo acostumbrado, en esta ocasión sí se ejerció el estado de fuerza del gobierno para retirar los bloqueos. Lo que en un principio fue ovacionado por los ciudadanos, pero después los vítores se volvieron reproches, críticas y ofensa contra la autoridad por intentar hacer cumplir la ley y someter a los infractores al estado de derecho, para evitar las obstrucciones a las vías de comunicación.
Esa oposición de algunos a la aplicación de la ley, es una prueba más de que el ser humano es insatisfecho por naturaleza. Si alguien transgrede las normas y en dicha violación nos genera alguna incomodidad, exigimos respeto y se nos restituya en nuestro derecho. Pero si el perjudicado es un tercero, no nos interesa. Sin embargo, reaccionamos con indignación si la autoridad pretende imponer orden, lo que significa que también padecemos confusión en la identidad de valores: lo bueno lo consideramos malo y lo malo a veces bueno.
De por sí la autoridad difícilmente intenta someter sus actos al marco jurídico y moral por cuenta propia (menos habiendo dinero de por medio) y si la población todavía le reclama por intentar cumplir su deber, es más que una incitación al desorden y a la anarquía. Se pretende pues pasar por alto que, todo aquél que desacata la ley debe ser sancionado de manera estricta, sin importar las causas, razones, pretextos y justificaciones que se tengan para intentar vulnerar el estado de derecho, ocasionando incluso daños y perjuicios a terceros.
AUTORIDADES INDOLENTES EN MATERIA DE TRANSPORTE PÚBLICO Y COMERCIO INFORMAL
Pero, no nada más de la inseguridad, de la violencia y de políticos sin escrúpulos somos esclavos, también hemos permitido ser rehenes de transportistas y comerciantes informales. Los primeros, ya señalamos que son, en su inmensa mayoría, los principales transgresores de las leyes de tránsito y las autoridades toleran o conscientes dichos ultrajes, porque seguramente algún beneficio se recibe, a cambio de hacerse de la “vista gorda”.
Es verdad que la concesión para prestar el servicio de transporte público de pasajeros la emite el gobierno del estado, pero los vehículos circulan en jurisdicción municipal, pero ni estas, ni las otras autoridades los obligan a respetar los derechos de los ciudadanos del municipio, hacen base donde se les antoja, circulan por las calles que quieren, a la velocidad que se “les hincha”, provocan aglomeraciones (son más las unidades que transitan por el centro que los vehículos particulares) y tráfico pesado en el primer cuadro de la ciudad y nadie es capaz de poner orden.
Lo mismo sucede con el comercio informal, que se ha apoderado de calles, banquetas y de la plaza cívica, robando el espacio público utilizado para el transitar de los peatones y lugares de esparcimiento familiar, viéndose obligados los ciudadanos a invadir el arroyo vehicular. Además de proyectar una pésima imagen de la ciudad, que pretende convertirse en atractivo turístico; pero que no pasa de ser un pueblo grande, con un centro feo y desordenado.
Sin que exista autoridad capaz de ordenar el transporte, que ahora cada vez que se les antoja bloquean calles, nos convierten en rehenes y paralizan la actividad económica de la ciudad; y reubicar el comercio, que cada vez más se extiende e invade más espacios públicos.
RECORDADOS POR SUS OBRAS
Considero que el rescate del centro histórico, la reubicación del comercio informal, instalando a los vendedores en los mercados (que para eso fueron construidos), no con el propósito de perjudicarlos, al contario, para además de garantizar sus ventas, tengan certeza jurídica sobre el espacio en el que ofertan sus mercancías. El ordenamiento tiene que ser en toda la ciudad: el centro, el área de la central camionera (la que también debe ser reubicada fuera de la mancha urbana), así como el reordenamiento del transporte público, debe ser algunas de las prioridades del gobierno municipal, como una forma de sumarnos todos al respeto de las normas, convivir en la legalidad, embellecer la ciudad y convertir el municipio en atractivo turístico.
Es cierto que el presidente municipal es joven activo, que gestiona y realiza diversas obras, pero hasta ahorita no se percibe alguna que marque positivamente a su gobierno, una acción u obra relevante, de impacto social, que le de identidad y en el futuro, al verla, relacionemos inmediatamente la edificación o acción con su autor.
Por ejemplo, a Aldo Emilio Tello Carrillo se le atribuye la fundación del Instituto Tecnológico de Zitácuaro, el Hospital Regional, la central camionera, la construcción de los mercados Solidaridad y Revolución, reubicación de comerciantes de la calle Hidalgo (que administraciones subsecuentes permitieron que se volviera a ocupar dicha vialidad), la clínica del ISSSTE, entre otras obras de impacto regional; a Carlos Zepeda se le relaciona con la remodelación de la plaza cívica; Armando Ruíz Santana: instalaciones de la feria, la plaza de toros, edificio del DIF municipal, Unidad Deportiva Siglo XXI, planta tratadora de aguas residuales; Leopoldo Martínez Ruíz, ampliación del libramiento Francisco J. Múgica; Silvano Aureoles Conejo las salidas a Morelia y Toluca; Juan Carlos
Campos Ponce, el Teatro Juárez (obra iniciada y terminada con recursos gestionados por Aureoles Conejo); Carlos Herrera Tello, iluminación de la ciudad, unidades deportivas de Coatepec, Macho de Agua y Carpinteros, remodelación de los jardines o plazas cívicas de Coatepec y Crescencio Morales, remodelación de la Avenida Revolución y pavimentación de la calle Degollado.
Es cierto que el “populismo” fanatiza a los ignorantes y con buena retórica se adormece a los idiotas, pero en Zitácuaro, aunque abundan los ignorantes y débiles cerebrales, todavía no son mayoría. Luego entonces, un buen político, si pretende permanecer y trascender en la memoria de su pueblo, más que discursos floridos, cargados de emoción y promesas, necesita realizar acciones y obras relevantes, aunque sean pocas, pero que transciendan más allá del periodo de gobierno.
Pero como el dinero es poco y la relación entre el presidente municipal y el gobernador del estado parece se ha enfriado… los sucesos recientes indicarían que el mandatario estatal nada más utilizó a nuestro munícipe para legitimarse, ganándose la simpatía y los favores del gobernante del pueblo nativo de su más fuerte adversario político, a quien le arrebató la gubernatura aliándose en ciertas regiones con grupos del crimen organizado; pero una vez cumplido el capricho, desaíra al mandatario municipal, de quién desiste hacerse acompañar en visitas oficiales en su propia jurisdicción… como ocurrió en la reciente gira de Ramírez Bedolla a las comunidades indígenas de Zitácuaro.
Por ello la importancia de realizar acciones o actos de gobierno que no resulten gravosos para los contribuyentes, pero que permitan resaltar la imagen del gobierno municipal y favorezcan a embellecer la ciudad (o al menos que no continué siendo degradad), como pudiese ser el ordenamiento del transporte público y la reubicación del comercio informal. Así como detener la tala indiscriminada de nuestros bosques y evitar el cambio ilegal de uso de suelo, convirtiendo las huertas ilícitas en áreas reforestadas y presentar al congreso una iniciativa de ley para regular las plantaciones de aguacate.
Empezando por prohibir a los transportistas circular en el primer cuadro de la ciudad (5 de Mayo, Lerdo de Tejada, Dr Emilio García, Hidalgo y Morelos), que dejen de usar la vía pública como sitio de taxis y bases de combis, que renten espacios privados para sus estacionamientos y las calles sean liberadas, no para ser ocupadas por unidades particulares, sino disfrutadas por todos.
También los ciudadanos deben hacer el hábito de caminar, en su caso utilizar el servicio público o si quieren comodidad que paguen por ella, haciendo uso de pensiones o estacionamientos, pero contribuir en la liberación de las calles todos.
Los comerciantes deben ocupar espacios en los mercados, no en las calles. Por eso deben ser reubicados. En tanto establecer un mercado de abastos para los productores y mayoristas, que pudiera ser en los terrenos de la feria o bien sacar la terminal de autobuses de la zona urbana y en ese espacio ubicar el mercado de abastos, ya que el establecido en la salida a Toluca se presume está gravado por una empresa cementera, con la que los presuntos dueños están endeudados.
Para realizar dichas acciones no se requieren fuertes inversiones en infraestructura, lo que se necesita principalmente es voluntad y capacidad de operación política, y ambas cualidades están escasas en el gabinete gobernante.