Salatiel Arroyo
El fascismo es un movimiento político y social que, cuando llega al poder, se convierte en un
gobierno de carácter totalitario, ultranacionalista y de extrema derecha. Entre sus rasgos
distintivos se encuentra la exaltación de valores, como el patriotismo, nacionalismo, la raza
(pueblo), con el propósito de mantener en movimiento a las masas, oprimiendo u hostigando a las
minorías, haciendo incluso uso de la militarización. El fascismo se ha caracterizado por ser un
régimen dictatorial, con marcada oposición y liquidación de los enemigos políticos, así como la
exaltación del estado sobre los intereses individuales: “Todo en el Estado, todo por el Estado, nada
fuera del Estado, nada contra el Estado”.
No seré yo quien califique si México tiene o no un gobierno fascista, mi contribución nada más se constriñe en aportar los elementos de dicho movimiento o régimen, para que el lector sea quien profundice en la investigación y se haga llegar elementos de juicio. Lo cierto, es que gobierno de izquierda tampoco es; sin embargo, esa es la idea que se ha tratado de imponer a los mexicanos.
Miren ustedes, el gobierno con sus programas clientelares y electoreros, particularmente el de Los “Jóvenes Construyendo el Futuro”, está creando individuos dependientes, sin iniciativa, sin ideas, ni aspiraciones. Hemos afirmado que la necesidad es el motor de desarrollo de las personas y los pueblos, pues nos obliga a ser creativos y trabajar en lograr los satisfactores para superar las
exigencias colectivas e individuales.
Pero, si tus necesidades son cubiertas sin mérito, ni esfuerzo alguno, te estarían quitando la inquietud de superación, el anhelo de crecer y trascender, para entrar a una zona de confort parasitaria, convirtiéndote en un mantenido de los impuestos de quienes sí son productivos. Y eso que hace el gobierno, de mantener a las masas en dependencia del régimen, no es de izquierda.
Tampoco lo es intentar esclavizar el pensamiento, pretender someter a los individuos a que piensen y actúen de acuerdo a las indicaciones que emiten quienes operan los programas gubernamentales, o condicionan sumisión (“lealtad”) a cambio de cargos en la burocracia, para que el rumbo electoral (como en el pasado) lo siga marcando la clase gobernante, que en la actualidad se ha concentrado en un solo sujeto… y para evitar críticas y disidencias, se mantiene al “pueblo bueno y sabio” en total dependencia, porque el gobierno es el “protector y salvador” de todos los pobres de México y hasta de Latinoamérica.
En México muchos son pobres; sí, pero de espíritu. Otros son haraganes. Sin embargo, les hacen creer que se encuentran en la pobreza, y a algunos efectivamente se les ha despojado de bienes materiales. Pero a todos intentan infiltrar en el cerebro que son pobres y que solamente el gobierno es capaz de apoyarlos, o bien, tienen la opción de reclutarse con los “malos”, el otro brazo armado del régimen actual. Por eso han creado los programas asistencialistas, para evitar rebeliones en contra de quien “les da de comer”.
En nuestro país hay múltiples constancias de que estamos padeciendo un mal gobierno, que a su vez es producto de un sistema que no ha cambiado, ni de programa, ni estrategia… ni siquiera de personajes, son los mismos, con diferente membresía. Este sistema es regido por reglas creadas para fortalecer y proteger intereses y objetivos totalmente ajenos a la población que se representa y que es vista como mercancía electoral. Desafortunadamente el sistema y sus intereses se
sostienen incluso con derramamiento de sangre, amenazas, hostigamiento y represión en contra de quienes representan peligro para el monopolio del poder, se elimina a quienes luchan por ideales de libertad, justicia y honestidad. Valores que se contraponen a la concentración de dinero y poder.
Si el dinero y el poder no fuese suficiente para dominar a la población y arrancarles el sufragio, se emplea el miedo, no sólo a vivir sin la ayuda del gobierno, expulsado de su nómina y sin el apoyo de los programas sociales, sino miedo al terror que infunden los grupos criminales tolerados por el régimen.
Mientras tanto, el representante del poder ejecutivo subyuga no sólo al legislativo, también al judicial y desmantela instituciones fiscalizadoras, ciudadanizadas y todas aquellas que generen contrapeso a la concentración del poder en un solo individuo, que al mismo tiempo somete al partido que lo apoyó como candidato y lo llevó al poder, controlando las decisiones internas, impidiendo el debate e imponiendo criterios homogéneos respecto al gobierno, para cancelar de facto la posibilidad de generar observaciones, análisis, críticas y equilibrios, ante los excesos, desde dentro del partido político que lo ayudó a conquistar la representación popular. En lugar de promover estudios y reflexiones para conocer la percepción ciudadana respecto a la administración pública, saber si el rumbo es el correcto o existe algo que deba corregirse.
La intromisión y autoritarismo se traslada incluso a las decisiones de los partidos políticos que se asumen opositores, imponiendo la agenda de los mismos e influyendo en la designación de candidatos, eliminando a unos e impulsando a otros (caso Xóchilt Gálvez).
Con este gobierno de “izquierda” se esperaba fomentar las libertades (no el libertinaje), impulsar el debate, la reflexión política y social, el pensamiento libre y actitud crítica, así como el desarrollo a través de la organización y el esfuerzo de los habitantes de los pueblos, comunidades y colonias populares. Lejos de ello, la conciencia de comunidad y de organización popular están desapareciendo.
Paralelo a la población físicamente dominada y mentalmente esclavizada, se encuentra un sector inconforme y rebelde. Algunos por conveniencia personal y pretensiones electoreras manifiestan su malestar, otros lo hacen por convicción. Pero los más han permanecido expectantes o electoralmente apáticos, incrédulos del sistema de partidos. Sin embargo, son los fanáticos (ciudadanos poco informados), así como los pro gobiernistas, por ser favorecidos de algún programa social, estar en la nómina del gobierno o del partido, o aspiran a estar en una de ellas, los que siguen siendo mayoría activa. La base que sostiene al régimen.
El fascismo es un movimiento político y social que, cuando llega al poder, se convierte en un gobierno de carácter totalitario, ultranacionalista y de extrema derecha. Entre sus rasgos distintivos se encuentra la exaltación de valores, como el patriotismo, nacionalismo, la raza (pueblo), con el propósito de mantener en movimiento a las masas, oprimiendo u hostigando a las minorías, haciendo incluso uso de la militarización. El fascismo se ha caracterizado por ser un régimen dictatorial, con marcada oposición y liquidación de los enemigos políticos, así como la exaltación del estado sobre los intereses individuales: “Todo en el Estado, todo por el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”.
No seré yo quien califique si México tiene o no un gobierno fascista, mi contribución nada más se constriñe en aportar los elementos de dicho movimiento o régimen, para que el lector sea quien profundice en la investigación y se haga llegar elementos de juicio. Lo cierto, es que gobierno de izquierda tampoco es; sin embargo, esa es la idea que se ha tratado de imponer a los mexicanos.
Miren ustedes, el gobierno con sus programas clientelares y electoreros, particularmente el de Los “Jóvenes Construyendo el Futuro”, está creando individuos dependientes, sin iniciativa, sin ideas, ni aspiraciones. Hemos afirmado que la necesidad es el motor de desarrollo de las personas y los pueblos, pues nos obliga a ser creativos y trabajar en lograr los satisfactores para superar las
exigencias colectivas e individuales.
Pero, si tus necesidades son cubiertas sin mérito, ni esfuerzo alguno, te estarían quitando la inquietud de superación, el anhelo de crecer y trascender, para entrar a una zona de confort parasitaria, convirtiéndote en un mantenido de los impuestos de quienes sí son productivos. Y eso que hace el gobierno, de mantener a las masas en dependencia del régimen, no es de izquierda.
Tampoco lo es intentar esclavizar el pensamiento, pretender someter a los individuos a que piensen y actúen de acuerdo a las indicaciones que emiten quienes operan los programas gubernamentales, o condicionan sumisión (“lealtad”) a cambio de cargos en la burocracia, para que el rumbo electoral (como en el pasado) lo siga marcando la clase gobernante, que en la actualidad se ha concentrado en un solo sujeto… y para evitar críticas y disidencias, se mantiene al “pueblo bueno y sabio” en total dependencia, porque el gobierno es el “protector y salvador” de todos los pobres de México y hasta de Latinoamérica.
En México muchos son pobres; sí, pero de espíritu. Otros son haraganes. Sin embargo, les hacen creer que se encuentran en la pobreza, y a algunos efectivamente se les ha despojado de bienes materiales. Pero a todos intentan infiltrar en el cerebro que son pobres y que solamente el gobierno es capaz de apoyarlos, o bien, tienen la opción de reclutarse con los “malos”, el otro brazo armado del régimen actual. Por eso han creado los programas asistencialistas, para evitar rebeliones en contra de quien “les da de comer”.
En nuestro país hay múltiples constancias de que estamos padeciendo un mal gobierno, que a su vez es producto de un sistema que no ha cambiado, ni de programa, ni estrategia… ni siquiera de personajes, son los mismos, con diferente membresía. Este sistema es regido por reglas creadas para fortalecer y proteger intereses y objetivos totalmente ajenos a la población que se representa y que es vista como mercancía electoral. Desafortunadamente el sistema y sus intereses se
sostienen incluso con derramamiento de sangre, amenazas, hostigamiento y represión en contra de quienes representan peligro para el monopolio del poder, se elimina a quienes luchan por ideales de libertad, justicia y honestidad. Valores que se contraponen a la concentración de dinero y poder.
Si el dinero y el poder no fuese suficiente para dominar a la población y arrancarles el sufragio, se emplea el miedo, no sólo a vivir sin la ayuda del gobierno, expulsado de su nómina y sin el apoyo de los programas sociales, sino miedo al terror que infunden los grupos criminales tolerados por el régimen.
Mientras tanto, el representante del poder ejecutivo subyuga no sólo al legislativo, también al judicial y desmantela instituciones fiscalizadoras, ciudadanizadas y todas aquellas que generen contrapeso a la concentración del poder en un solo individuo, que al mismo tiempo somete al partido que lo apoyó como candidato y lo llevó al poder, controlando las decisiones internas, impidiendo el debate e imponiendo criterios homogéneos respecto al gobierno, para cancelar de facto la posibilidad de generar observaciones, análisis, críticas y equilibrios, ante los excesos, desde dentro del partido político que lo ayudó a conquistar la representación popular. En lugar de promover estudios y reflexiones para conocer la percepción ciudadana respecto a la administración pública, saber si el rumbo es el correcto o existe algo que deba corregirse.
La intromisión y autoritarismo se traslada incluso a las decisiones de los partidos políticos que se asumen opositores, imponiendo la agenda de los mismos e influyendo en la designación de candidatos, eliminando a unos e impulsando a otros (caso Xóchilt Gálvez).
Con este gobierno de “izquierda” se esperaba fomentar las libertades (no el libertinaje), impulsar el debate, la reflexión política y social, el pensamiento libre y actitud crítica, así como el desarrollo a través de la organización y el esfuerzo de los habitantes de los pueblos, comunidades y colonias populares. Lejos de ello, la conciencia de comunidad y de organización popular están desapareciendo.
Paralelo a la población físicamente dominada y mentalmente esclavizada, se encuentra un sector inconforme y rebelde. Algunos por conveniencia personal y pretensiones electoreras manifiestan su malestar, otros lo hacen por convicción. Pero los más han permanecido expectantes o electoralmente apáticos, incrédulos del sistema de partidos. Sin embargo, son los fanáticos (ciudadanos poco informados), así como los pro gobiernistas, por ser favorecidos de algún programa social, estar en la nómina del gobierno o del partido, o aspiran a estar en una de ellas, los que siguen siendo mayoría activa. La base que sostiene al régimen.