J. Salatiel Arroyo Zamora
En la entrega pasada se afirmó que todos los partidos políticos involucrados en la jornada electoral del 5 de junio habían perdido y que ganó la reflexión, la rebeldía y el abstencionismo, que Morena, aun cuando obtuvo cuatro gubernaturas: dos con candidatos priistas y en las dos restantes se impuso de manera demoledora el abstencionismo, como muestra de la decepción y rechazo a la imparable corrupción, creciente inseguridad y violencia, incumplimiento de promesas y expectativas creadas de “transformación” positiva de la vida pública del país a través del régimen obradorista y la 4T. Así mismo se aclaró que los que más perdieron, son los partidos integrantes de la “oposición”, que no han sabido serlo, a pesar de los innumerables elementos, argumentos, motivos y razones.
Para resumir, lo que se pretende, es demostrar que el sistema de partidos en México está putrefacto. Aunque, no más que los gobiernos surgidos de sus entrañas, y el que actualmente tiene en sus manos el destino del país, está resultando peor que todos. Pero ejerce una dominación, control y manipulación excesiva, que a muchos conviene mejor no darse cuenta.
Hace unos días escuché un debate entre los periodistas Ciro Gómez Leyva y Epigmenio Ibarra, resultando decepcionante que un hombre con la experiencia de Ibarra Almada se encuentre tan confundido y desinformado de la realidad del país. Pero, sobre todo, que se insista en culpar al pasado de lo que sucede (después de cuatro años en el poder) y estar causando la muerte, todos los días, de decenas de mexicanos.
Ibarra insistía que la guerra que Felipe Calderón nos impuso se está corrigiendo “sin violencia y atendiendo a las causas” e invitó a Ciro Gómez a caminar por el país, para que corrobore los avances, los que además se demuestran con los resultados que se han obtenido de las elecciones, donde se manifiesta el respaldo al presidente de la república por “parte de la gente que sufre la violencia y saben perfectamente que, para combatir la violencia, la violencia no es el camino y lo saben, porque lo sufrieron en carne propia”.
Es decir, que para el asesor del presidente López Obrador, además de estúpido, el pueblo bueno y sabio es masoquista, disfruta de la violencia y agradece que se ataque con abrazos a los criminales, aun cuando se ha demostrado que eso no funciona. Después, hurgando en la trayectoria de Ibarra, como dueño de la empresa “Argos”, encontré que fue beneficiado, por orden presidencial, con la condonación de impuestos, por la cantidad de más de 7 millones de pesos.
Entonces entendí la apasionada defensa a su benefactor, lo cual es válido “auto engañarse”, pero no se vale mentir a los demás. Menos que los demás reciban las mentiras como verdad, sin someterlas a la duda.
Hago un paréntesis para explicar porque en últimas fechas he estado abordando temas nacionales, que resultan de poco interés local, que es dónde reside la mayor parte de los lectores de El Despertar, pero lo hago porque es a nivel nacional donde se encuentra la solución a los problemas que están exterminando a miles de mexicanos y hundiendo en el terror a todos, siendo precisamente la inseguridad y violencia el peor verdugo que padecemos en la actualidad en todo el territorio nacional.
Los grupos del crimen organizado se multiplican y expanden por todo el país, sin obstáculo legal alguno, secuestran, extorsionan y asesinan, provocando zozobra y terror en la población, que indefensa espera que la autoridad actúe, no con violencia, nada más aplicando la ley. Pues para eso pagan impuestos, para que se les devuelvan en seguridad, paz y desarrollo. No obstante, todavía tienen que pagar también cuotas a los criminales por “derecho de piso”; es decir, doble
tributación: al gobierno formal, legal o Constitucional y a los que en realidad mandan. Pero ni así se logra vivir en paz, con seguridad y certeza.
Y las víctimas, son en su mayoría integrantes de ese “pueblo bueno y sabio” que tanto dice amar el presidente de la república, ellos son los que por falta de oportunidades de empleo se enrolan de vendedores de droga, de “halcones” y pistoleros, tampoco disponen de capital para atender sus dependencias o adicciones en “Oceánica” y si son pequeños agricultores, comerciantes,
emprendedores o prestadores de servicios deben que pagar cuota por trabajar, pues no tienen dinero para contratar ejércitos de escoltas para protegerse ¿Y los del gobierno? Ya quisieran protegerse a sí mismos.
A la par del fortalecimiento, proliferación y expansión de los grupos criminales, las tragedias y escándalos se multiplican. Mientras el presidente se obsesiona en su fracasada estrategia de “abrazos y no balazos”, para justificar su negligencia en la persecución de los delitos que a la federación competen, como es el combate y exterminio del crimen organizado. Esa omisión genera paranoia colectiva y en algunos casos incita a la población a permanecer alerta y hacer “justicia” por propia mano, como sucedió en Huachinango, Puebla, donde un joven profesionista, asesor de la Cámara de diputados y Senadores murió linchado, incinerado vivo, al ser confundido con supuesto roba chicos.
Se escenifican también obras teatrales, como la puesta en escena en Michoacán, donde se simuló un operativo en San Juan Nuevo Parangaricutiro, para recuperar dicha población de “las garras del crimen organizado”, pero en lugar de ello se realizó una pasarela o desfile de las fuerzas armadas, para lucir sus uniformes y “tirar rostro” ante las cámaras, con un saldo de 12 detenidos, de los cientos de infractores que operan en esa zona. Al final los detenidos, seguramente convertidos en carga para los cabecillas, pronto recuperarán la libertad, una vez pasando la euforia del “éxito” obtenido.
Lo cierto, es que la autoridad cada vez empequeñece más ante el poderío de los cárteles, que cuando quieren no se dejan ver, aunque movilicen dos decenas de contenedores, como sucedió en Colima; pero cuando se les antoja, con absoluta impunidad toman por asalto ciudades enteras, como en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Frente a tales acontecimientos, que demuestran quienes mandan en el país, imponiendo un imperio de saqueo, terror y muerte, el mandatario nacional emite declaraciones demenciales para justificar tragedias y escándalos, pero en la semana fueron dos afirmaciones fuera de lugar y carentes de cualquier asomo de cordura:
Primero, afirmó que no atacará la violencia con violencia… cuando nadie desea eso, que sea violento. Nada más se le exige que permita a las instituciones del estado aplicar las leyes, que para esos se crearon, para lograr sana convivencia entre los individuos y si en la colectividad alguien comete conductas antisociales, debe ser sancionado. Para el presidente de nada sirvió que el Constituyente entregará su esfuerzo y creatividad legislativa, él por ocurrencia desprecia el trabajo de siglos del poder legislativo… y eso que se dice admirador de Benito Juárez, Melchor Ocampo y otros tantos constructores de nuestro régimen jurídico, de los mejores del planeta.
Otra inaceptable propuesta presidencial, es permitir que el crimen organizado se haga responsable de la seguridad pública en el país, admitiendo que, “donde predomina una banda del crimen, las tasas de homicidios son menores, como es el caso de Sinaloa y Durango”, afirmó AMLO, refiriéndose a las entidades dominadas por sus presuntos aliados. Lo que refleja la estupidez más grande de un hombre de estado.
Aunque se debe aclarar que es cierto que donde existe un solo grupo no hay guerra, ni muertes, pues no hay competencia por la opresión a la población, el secuestro y la extorsión, el mercado criminal es dominado por uno solo, en lo que llega la competencia a disputar el predominio.
El señor presidente trata de pasar por alto que la seguridad pública es obligación exclusiva de las fuerzas armadas al servicio del estado, no de grupos criminales, por poderosos que estos sean. Es verdad que los grupos del crimen organizado han operado en el país desde hace décadas, pero siempre en una relación de coordinación y respeto con el gobierno y dejando al margen a la población ajena a sus actividades delincuenciales. Pero en la actualidad la relación del gobierno
con ellos es de sometimiento y por consecuencia natural la sociedad en general está esclavizada también.
Algunos son desplazados, huyen de sus lugares de origen, para escapar del sometimiento, de la incertidumbre y conservar sus bienes, sobre todo el más preciado: la vida. Pero a la región del país que vayan, se encontrarán con lo mismo. Al menos que se establezcan en “Sinaloa o Durango”.
Mientras los ciudadanos son secuestrados, extorsionados y exterminados con la complacencia y complicidad del gobierno federal, los partidos opositores están ocupados en satisfacer sus ansias particulares de poder o intentando “quedar bien” con el jefe del poder ejecutivo para que no los investigue, ni les quite lo que se han robado, sin que nadie se atreva a reivindicarse con la sociedad, intentando liberarla… no por la vía armada, sino por la legal, apelando la verdad, la razón y la justicia, promoviendo juicios políticos contra el presidente, para que sea destituido e inhabilitado como tal. Incluso acudir a tribunales internacionales, como el de La Haya, a denunciar por crímenes de Lesa Humanidad.
He citado el problema de la inseguridad por su gravedad, su impacto generalizado en la colectividad y amenaza a la soberanía de los poderes del estado, pero no es la única asignatura en la que ha fracasado la 4T, se ha retrocedido en la creación de empleos e inversión, se han tomado decisiones equivocadas, como la cancelación del NAIM, para crear un inútil AIFA, se han realizado obras innecesarias y dañinas, como el Tren Maya, así como el apoyo financiero y “diplomático” a dictaduras Latinoamericanas, priorizando el uso de combustibles fósiles y despreciando a las energías limpias, incumplimiento tratados internacionales y profiriendo ofensas al Parlamento Europeo. También se ha destruido el sistema de salud y se han ufanado de un supuesto combate a
la corrupción, donde sólo la familia del presidente y sus cercanos se están enriqueciendo, precisamente de la corrupción.
Y nadie, ninguna fuerza política ni social, se atreve a impulsar la creación de equilibrios ante los excesos.