Salvador Hurtado
“A una persona desagradecida ya no le busquen más defectos”, es una expresión que se utiliza con alguna frecuencia —a partir de que la escuché en el café es que la conozco—, por lo que cada que nos damos cuenta de “conocidos políticos” que han vivido del erario (y muy bien) durante o cerca de los 10, 20, 30 años, medio siglo o más en algunos de los casos, protagonistas de la vida pública, algunos ya chocheando a punto de jubilarse que decidieron heredar la estirpe a sus hijos y estos para no ser el hazme reír de sus cuates, están dando seguimiento de forma corregida y aumentada con más ambición y efectividad según ellos a la usada por sus progenitores, presumen de hacer mejor negocio que los chachareros del auditorio en un domingo cualquiera, con singular alegría y eso si mucha apetencia pues dicen de alguno que hasta franquicia de partido político tiene, hay por ahí otros politólogos menos prestigiosos sin genealogías en la realeza, pero con ganas de hacer su ronchita y a diferencia de los júnior, tienen excelentes predominios que los mantenga ahí donde las arañas hacen sus nidos. Y porque no, repetir con la misma silla, pues han demostrado sus habilidades siempre quedando bien con los perdurables dueños del balón, zancadilleando, jugando no limpio siempre bien enganchados de la ubre; todo gracias a la madre de todas las ciencias, la polaca… vuelvo a pensar que no se vale ser tan desagradecido y cambiar sin el menor recato por conservar algo de honor.
Pero dicen que en el amor, la guerra y la política todo se vale, en ocasiones da pena ajena ver cómo la capacidad creativa es aprovechada para lograr, de manera poco ética, sin pundonor y sin importar lo que opinen quienes les tendieron la mano, mucho menos a sus seguidores que los pudieran cuestionar con cualquier argumento válido, mas sin embargo, “el que se mete al lodazal es porque le gusta la maléfica vida” o bien la coincidencia que tienen con los cuchis la traen a flor de piel, el pueblo de Michoacán y el de todo México no debería de ser la arena para alcanzarlos.
En una entidad en donde ciertamente la injusticia social y el crimen es “el pan de cada día” y en donde un gran número de políticos con doctorado en dispositivo electoral se dedican a sombríos acuerdos aunque destruyan a quien les dio notoriedad, poderío y caudal —y los chanceros arribistas encargados de la chamba lúgubre de los que siempre se hacen acompañar también— transbordados en los hombros de sus séquitos y viven también como altezas, luego de que nacieron en la preclara cuna de una familia modesta con bastantes carencias, pareciera inexplicable cómo es que éstos “le dan de topes al pesebre” y se expresan tan mal de quien solamente cometió el “error” de haberlos parido y/o haberlos formado para que fueran hombres de bien y no verlos convertidos en padrotes en las tiendas adyacentes.
Si éstos hubiesen nacido ideológica o partidistamente en la izquierda, derecha, centro “u lo que sea”, y estuvieran denostando al sistema y/o los resultados de éste, podríamos o no estar de acuerdo con ellos, pero quienes nacieron en el sistema y de él se aprovecharon —hasta la flecha diría el indio—, ahora resulta que con todo y ello se dicen inconformes y buscan permanecer en una posición que les permita seguir viviendo de la nómina o bien de los tan llamados moches que pagan todos los ciudadanos, a base de denostar lo que algún día ponderaron, pues la mera verdad “es que quién sabe”, o que demuestren lo contrario.
A otro circo con ese teatro
No se vale que pretendan ofender la inteligencia de la ciudadanía, con circo, maromas y teatro, para continuar con privilegios (han recibido educación, vivido del presupuesto, disfrutado de apetitosas “dietas” y reciben millonarias franquicias, todo ello con cargo al erario), y todavía se dicen defensores de los que menos tienen.
Sería interesante revisar los orígenes de cada cual de los políticos —de todos los colores— para identificar la procedencia de sus fortunas, porque queda claro el “¿de donde se hiso mulas pedro?”. En otras palabras, para poder decirles a quienes hoy se lamentan de las injusticias de la vida: dime de qué presumes y te diré de qué careces. Es más a quien le quede el saco que se lo ponga.
Una más de nuestra funesta burocracia.
Cualquier persona que haya tenido que tratar con instituciones gubernamentales se ha visto sumergida, en algún instante de su existencia, en una pesadilla burocrática. Los spots por radio y televisión alentando a la ciudadanía a que cumpla con sus obligaciones al pago de impuestos, anuales y otros impuestos sacados de la manga como es el trámite del canje de placas y engomados asegurando que existe una simplificación administrativa real. ¡¡MENTIRA!!
La relación entre ciudadanos y gobierno puede llegar a ser muy compleja. Cuando surge un apremio, los ciudadanos pueden verse abocados a un interminable trance reglamentario que puede derivar en tirabuzones burocráticos, citas, llamadas telefónicas, filas eternas y requisitos que se repiten hasta el hartazgo.
Una amiga vivió ese martirio y lejos de agradecer por un buen trato y ¡QUE LE RECONOZCAN! por pagar la tributación sacada de la manga con la confabulación de los que despachan a ratos en el congreso local, pues al contrario mi querida amiga, fue contrariada como muchas otras gentes y prácticamente al salir para relajarse un poco, pareciera mentalmente dedicar una mentada de madre a ciertos autócratas atesorados del erario, ¿dónde se ha visto que un empleado trate mal a sus patrones?.