La maternidad digna: una deuda pendiente con las mujeres mexicanas

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Andrea Serna Hernández

Política michoacana

La maternidad debe sentirse acompañada. Hoy, en el Día de las Madres, muchas reflexiones emergen sobre lo que significa ser madre en un mundo que aún es hostil con la maternidad. México necesita políticas públicas que aseguren que las madres puedan vivir esta experiencia de manera digna y acompañada.

Según datos del INEGI, en México, más de 38.2 millones de mujeres de 15 años y más son madres, lo que representa aproximadamente el 68.7% de este grupo poblacional. Estas mujeres sostienen la vida y la sociedad, muchas veces en soledad y sin el respaldo necesario. Tres de cada diez madres también son jefas de hogar, lo que equivale a 11.5 millones de mujeres que lideran sus familias (INEGI, 2024). Esta cifra es una clara muestra de que las madres no solo crían, también mantienen a sus familias y participan activamente en el ámbito laboral.

Sin embargo, el contexto en el que ejercen su maternidad sigue siendo adverso. El trabajo de cuidados sigue recayendo desproporcionadamente en las mujeres, y la violencia contra las madres es una realidad persistente. En 2024, aproximadamente 24 mil mujeres y sus hijos vivían en refugios para escapar de la violencia doméstica, un aumento significativo respecto al año anterior (El País, 2024). Esto muestra que el sistema sigue fallando en garantizar entornos seguros y de apoyo para las madres.

El llamado urgente es claro: garantizar una maternidad digna, donde las mujeres puedan decidir sobre su cuerpo y su vida, sin renunciar a su integridad o autonomía. Es fundamental contar con servicios de salud sexual y reproductiva accesibles, políticas laborales que permitan la conciliación con la lactancia materna y un sistema de cuidados que no recaiga exclusivamente en las mujeres.

No se trata solo de celebrar a las madres, sino de ser conscientes de que el amor y la humanidad con que ejercen su rol son fundamentales para la cohesión social. Sin embargo, el principal problema de abandono sigue siendo la falta de apoyo. No hay maternidad digna sin políticas públicas que respalden el derecho a criar en condiciones de seguridad y bienestar.

Las mujeres siempre hemos estado a la altura. No somos nuevas en la historia, hemos sido protagonistas, aunque muchas veces invisibilizadas. Es tiempo de mujeres, pero siempre lo ha sido. Nuestra contribución a los procesos históricos es innegable. El desafío ahora es que las políticas públicas reconozcan esta realidad y construyan un país donde ser madre no signifique un acto de resistencia constante.

Reconocer la importancia de la maternidad y el trabajo de cuidados es también reconocer el amor como un acto político. Las madres son trabajadoras esenciales, no solo en sus hogares, sino también en el ámbito laboral, donde aún enfrentan desafíos para compatibilizar su trabajo con la crianza. La maternidad digna no es un privilegio, es un derecho que debe garantizarse con hechos, no solo con discursos.

Hoy, más que nunca, se necesita una militancia crítica y activa que defienda la maternidad digna y acompañada. Porque una sociedad que cuida a sus madres es una sociedad que cuida la vida. El camino hacia la transformación requiere voluntad política y un compromiso inquebrantable con la justicia social y la igualdad de género.

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