Limpias y brujerías en Palacio Nacional ultrajan la investidura presidencial

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Jorge Hidalgo Lugo

Si alguien pudo creer que la ridiculez y exceso de protagonismo que lo acompañan desde antes de ganar la elección, había quedado atrás o por lo menos tendría mayor recato y respeto sobre todo a lo que él mismo llama “la investidura presidencial”, debe aceptar que se equivocó rotundamente y que todo quedó en un mero anhelo.

Porque luego de la “limpia chamanezca” que se difundió a México y el mundo con amplia cobertura mediática, como si se tratara de una acción ejemplar de buen gobierno, con que coronó su muy peculiar manera de celebrar el Día de Muertos, Andrés Manuel López Obrador dejó demostrado una vez más el total y absoluto desprecio que le merecen sus gobernados.

Y no es que esté impedido de profesar las creencias que quera y pueda, sino que pisotea nuevamente la Constitución que juró “guardar y hacer guardar”, incurriendo en eso que desde su arribo al poder quedó en simple quimera, como es el respeto al Estado Laico que se supone deben procurar las autoridades de gobierno.

Pero con este vergonzoso y por demás ridículo espectáculo escenificado en el patio central de Palacio Nacional, López Obrador logró una vez más su objetivo de desviar la atención de los problemas torales que sufren los mexicanos -incluyendo sus mascotas, floreros y feligreses- con los excesos de poder que plagan su deficiente gestión.

Porque mientras el pirul y los humos de incienso hacía su parte para adormecer lo poco que queda de intelecto y sentido común a sus adoradores, López Obrador fraguaba el nuevo atropello que representa poner en manos de los militares las tareas de seguridad pública, hasta hoy, en manos de civiles.

La versión que toma forma cada vez con mayor fortaleza e indicios irrebatibles que la Guardia Nacional suplirá en el corto plazo las tareas que realiza la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, dando paso a una militarización total de las tareas antes vedadas para la milicia, es de temerse.

De prosperar esta arbitrariedad, se deberán prender con mayor intensidad los focos rojos por la entrega absoluta de poder que está confiriendo a los militares quienes no sólo vigilan aduanas y puertos marítimos. También construyen el aeropuerto, tienen contratos asignados para realizar obras públicas federales y hasta tareas de albañilería y vendedores de billetes de lotería, han debido realizar a cambio de los crecientes presupuestos asignados a la élite y con ello someter a sus caprichos y tener a la soldadesca dispuesta a defender su tiranía de ser necesario.

López Obrador no le escatima nada al Ejército y sus divisionarios de cinco estrellas. Los amordaza y trae agarrados de las agujetas con que atan sus botas, para sofocar cualquier intento de rebelión y enmudecer lo necesario si de sacrificar a algunos de sus miembros se trata.

El caso del ex secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, uno de los más representativos y los que pueden seguir la misma ruta por haber sido copartícipes y hasta cómplices de los delitos que se le imputan al hoy detenido, próximo a comparecer ante la corte de Nueva York.

Y mientras las limpias con humos de incienso y copal prolongan la cadena de eventos con que se menosprecia y pisotea la investidura presidencial, López Obrador marcha triunfante en su ambición por instaurar una dictadura populista en territorio nacional.

En ese tránsito y con paso tiránico, se apresta a palomear la lista de los 300 candidatos a diputados federales con que pretende afianzar su paso depredador y por ende la prioridad que tiene de cara a los comicios del 2021.

Para López Obrador es vital mantener la hegemonía en el Congreso de la Unión y ya con el Poder Judicial domesticado y cuyos integrantes hoy son mascotas sumisas que lamen las suelas del amo, el Legislativo es de especial significado para acabar con cualquier contra peso que se atraviese en su camino.

Las gubernaturas en juego no son de tanta importancia aunque los candidatos que postule el partido del que es dueño absoluto, tendrán que ser por igual palomeados desde Palacio Nacional y las sorpresas se anuncian desde ya, serán de pronóstico reservado.

Por lo pronto López Obrador se solaza en su absolutismo y cree, está convencido, que no hay ni habrá en el año electoral que se avecina, sombra alguna de angustia porque las talegas cargadas de miles de millones de pesos saldrán a comprar votos, y en el peor de los casos, las persecuciones contra opositores se agudizarán precisamente con la Guardia Nacional como perros mastines en espera de la orden que les de su amo.
Vale…

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