Salvador Hurtado
Pocas frases habrá que pinten tan de cuerpo entero el carácter michoacano y nacional, que además reflejen mejor nuestro sofisticado modo de ser, tal es el caso de la famosa “a ver cuándo nos vemos”.
Las personas que se dicen mutuamente “a ver cuándo nos vemos”, desde luego no tienen la menor intención ni el más mínimo deseo de hacerlo, de otra manera, se fijaría en ese punto y momento la fecha y hora del próximo encuentro. Pero como nuestra obsequiosa urbanidad (heredada de los indígenas) y nuestro estilo excesivo (heredado de los españoles de antaño), nos impiden decir claramente que no nos interesa volver a ver al de enfrente, del que nos estamos despidiendo, recurrimos entonces a la frasecita de cajón y así salimos airosamente del trance:
-A ver cuando nos vemos-
Entre michoacanos, el empleo de esta fórmula de cortesía sobre todo en los cafés, restaurantes, bares, centro de la ciudad, los portales, oficinas y piqueras entre otros lugares de reunión no tiene mayor trascendencia, ya que en esas partes entendemos su sentido oculto, o sea, precisamente, que no tenemos ningún propósito ni la menor intención de volver a encontrarnos. Nuestros buenos modales nos impiden decir: “Mire usted, Don “Lauro”, ojalá no lo vuelva a ver hasta el próximo sexenio y ojalá sea causando lastima o huyendo por tranza y corrupto.
Y nos referimos a la actualidad, en cambio con el “a ver cuándo nos vemos mi estimado Lauro” damos a entender nuestros designios y a la vez quedamos como señores bien educados.
La frase, sin embargo, suele ser motivo de grandes confusiones y hasta de enfriamiento de relaciones nacionales cuando uno de los interlocutores es de otra entidad y, como tal, no está acostumbrado a la cabalística de nuestro lenguaje.
- A ver cuando nos vemos- dice el michoacano.
- ¿Cuándo quieres que nos veamos? – pregunta el connacional, considerando que sería conveniente puntualizar situaciones para no quedar tan en el aire.
La pregunta, por otra parte, desconcierta al michoacano, que no la esperaba. Y si hay algo que desconcierte a los oriundos de morelia y del resto del estado, es el tener que determinar lo indeterminado. “Un momentito”, “al ratito”, “ahorita”, “mejor mañana”, “quien quita”, “lo vemos”, “nos ponemos de acuerdo” son otras frases con las que posponemos cualquier cosa por tiempo indefinido. De ahí que el “cantinfleo” sea una de nuestras más cómodas válvulas de escape.
-Pues cuando tú quieras- sugiere vaga, pero siempre cortésmente el michoacano. – ¿Qué te parece el próximo miércoles a la una quince de la tarde? – le proponen, después de consultar su libretita de compromisos sociales. - ¿El miércoles? -pregunta el de Morelia Michoacán, mientras piensa rápidamente en alguna excusa plausible. -Pues quién sabe. Fíjate que a esa hora creo que tengo cita con un personaje …Claro que lo de menos sería cancelar la cita, pero siempre se me hace medio gacho- dice.
-Gacho completo- exclama el connacional, que a lo mejor también es medio personaje y le revienta aquello de que la gente sencillamente lo desaire.
-Las citas son sagradas, ¿qué te parece entonces el lunes de la semana próxima a las cinco de la tarde en punto? – le dice el cuatacho de otro estado, mientras al michoacano se le enchina el cutis nada más de oír las palabras “en punto”. Es algo que está fuera de nuestras posibilidades psíquicas y fisiológicas. - ¿El lunes de la semana entrante? – vuelve a preguntar, para hacer tiempo mientras inventa otra excusa. -Pues fíjate que va a ser medio complicado porque precisamente ese día salgo a Pátzcuaro- una excusa más.
En realidad, el purépecha no tiene intenciones de ir ni siquiera a Quiroga. – ¿Que dices del lunes de la semana siguiente? – insiste el de enfrente, siempre consultando su libretita. -Pues tampoco, porque a la mejor todavía no regreso. Mejor yo te aviso, ¿quieres? Un día de estos a ver si te llamo por teléfono para “ver cuando nos vemos”-
Los dos se despiden confusos mortificados con un principio de mutua hostilidad. “Si no tiene intenciones de verme” -piensa el nacido fuera de este estado o- “¿para qué chingaos me dices que a ver cuándo nos vemos?”. “¡Qué tipo más soporífero” -se dice a su vez el michoacano para sus adentros- “¿No está viendo el cabrón que estoy muy ocupado?”.